La democracia siendo una desgracia

Es erróneo pensar que el gobierno actual tiene el apoyo del 97 % de la población cuando se sabe que el 49 % del padrón electoral ni siquiera ha participado en las elecciones. Este desinterés en la política demuestra que los gobernantes no tienen la confianza de todas las personas y que, por la misma razón, los políticos, independientemente del partido que sean, tratan de aprovecharse de la gente desinteresada y desinformada.

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El campamento de pandilleros ubicado en el cantón Tilapa, Huizúcar, La Libertad. Foto: Imagen de carácter ilustrativa y no comercial/ twitter.com/PNCSV/status/1416832319307063298

Por Ronald Artiga

2021-07-18 3:26:44

Un día estaba platicando con mi abuelo sobre la democracia. Quise saber qué opinaba al respecto, así que se lo pregunté y me respondió: “Pues, para mí, la democracia es una desgracia”. Me parecieron palabras muy fuertes de su parte; además, comentó: “Al firmar los Acuerdos de Paz, la gente estaba feliz de que con la democracia el país iba a prosperar, pero hace bastante tiempo que pasó eso y la situación está peor que la guerra. Hay asesinatos, desapariciones, políticos corruptos y más pobreza”. Así que, después de esa conversación, reflexioné mucho sobre este tema.
Las economías más prósperas, los mejores índices de libertad, seguridad y bienestar pertenecen a naciones que viven bajo regímenes democráticos. En cambio, aquellos territorios con regímenes autoritarios o no democráticos padecen de muchos problemas económicos y sociales, donde la calidad de vida es baja en comparación a las demás naciones.
Sin embargo, lo anterior no se cumple precisamente en El Salvador. El país posee una economía débil, un índice de bienestar relativamente bajo, desigualdad, pobreza, poca transparencia gubernamental y, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), se encuentra en la región con la tasa de homicidios más alta del mundo a pesar de vivir bajo un régimen democrático. De hecho, se pueden observar a varios otros países de América Latina, que también viven en regímenes democráticos, bajo esta misma situación.
Al tener esta idea presente se podría decir de manera errónea que estos países atraviesan situaciones difíciles porque el sistema democrático no funciona en ellos y que sería mejor gobernarse bajo un régimen no democrático. A pesar de las consecuencias negativas que esto implicaría, hay una buena porción de la población salvadoreña que no está muy contenta con la democracia. Según el Latinobarómetro, en 2018, El Salvador era el tercer país de la región menos satisfecho con la democracia y es el segundo con la población más dispuesta a vivir bajo un gobierno no democrático con el fin de solucionar sus problemas.
Desde este punto de vista, se puede entender por qué hay personas que creen que la democracia no ha tenido muchos efectos positivos en nuestras vidas; por el contrario, consideran que la democracia solo ha aumentado sus problemas y servido de instrumento para aprovecharse de la gente. No obstante, hay algo que no se está tomando en cuenta: si la democracia es tan mala, ¿por qué los países con un sistema democrático son más prósperos que los no democráticos? Llegué a la conclusión de que la democracia en nuestro país es débil por la falta de participación política y seriedad de las personas.
En El Salvador, la gente relaciona la política con ideas negativas. En parte, tienen sus motivos. Hemos vivido muchos años con gobiernos no transparentes y antiéticos, en los cuales hemos visto una gran cantidad de casos de corrupción y un aumento de problemas sociales como la delincuencia. A pesar de que la democracia permite que todos seamos parte de la política salvadoreña, a través del derecho al voto, la mayoría de las personas no son conscientes de la importancia de ejercer este derecho. En las últimas elecciones, según el Tribunal Supremo Electoral (TSE), solo el 51% de los salvadoreños ejerció el sufragio, lo que demuestra que a la otra mitad parece no importarle la política o no quiere ser parte de ella debido a su descontento.
Por diversos motivos, una gran parte de salvadoreños no confía en la política y, en consecuencia, tampoco cree en la democracia. Por ello, es erróneo pensar que el gobierno actual tiene el apoyo del 97 % de la población cuando se sabe que el 49 % del padrón electoral ni siquiera ha participado en las elecciones. Este desinterés en la política demuestra que los gobernantes no tienen la confianza de todas las personas y que, por la misma razón, los políticos, independientemente del partido que sean, tratan de aprovecharse de la gente desinteresada y desinformada.
Aun así, la situación puede ser diferente y empezará a cambiar cuando cada ciudadano y ciudadana comience a preocuparse por la política, cuando sepa su rol en ella y se involucre como debe ser. De lo contrario, los ciudadanos, sin darnos cuenta, seremos engañados una y otra vez por cualquier político antiético que, por su carisma, aparente no serlo y encuentre vía libre para aprovecharse de un pueblo ignorante, desinformado y despreocupado de las decisiones que se toman en su país. Si no aprendemos a informarnos y a participar correcta y activamente en la política, seguiremos viviendo con los mismos problemas que hemos arrastrado durante mucho tiempo, haciéndonos creer que, en efecto, la democracia es una desgracia.

Estudiante de Economía y Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)