Mario Vega: "Sométanse a las autoridades"

La medida del funcionario público debe ser la de Dios y no la de los intereses de grupos y ni siquiera la de las preferencias populares. Porque es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

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Mario Vega, líder de la Iglesia Elim. Foto EDH / Jonatan Funes

Por Mario Vega

2021-11-06 3:52:39

Durante la Segunda Guerra Mundial se reunieron en una cafetería los pastores y teólogos Dietrich Bonhoeffer y Eberhard Bethge y mientras conversaban llegó la noticia de que Francia acababa de rendirse. Era el 17 de junio de 1940 y todos los que estaban en el café se pusieron de pie haciendo el saludo nazi. Bonhoeffer le gritó a su amigo: “¡Levanta el brazo!”. Pero Bethge permanecía sin entender ya que ambos eran opositores al nazismo. Bonhoeffer volvió a gritarle: “¿Estas loco? Tendremos que arriesgarnos por cosas diferentes, pero no por un saludo”. Bonhoeffer estaba dispuesto al martirio por las cosas profundas de Dios que chocaban con el autoritarismo hitleriano, pero no arriesgaría su vida por un simple saludo.

En ese mismo sentido es que Pablo expresa la recomendación: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios” (Romanos 13:1). Con esas palabras enunciaba el principio general por el que luego justificaría las afirmaciones conclusivas relacionadas al pago de los impuestos y tributos al imperio. La enseñanza de Pablo intentaba evitar el martirio de los cristianos por razones erróneas o irrelevantes, en una época turbulenta cuando Nerón subía al trono.
La recomendación de someterse a las autoridades superiores de ninguna manera significaba que Dios aprobara el desempeño de tales autoridades. Tampoco que los cristianos no pudieran señalar los abusos e incongruencias que cometían, de hecho, es lo que, a reglón seguido, Pablo hizo cuando escribió: “Los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo”. Valientes palabras en una época cuando los magistrados no procuraban la verdad ni la justicia sino el quedar bien con los patrocinadores que les habían colocado en sus posiciones. Además, agregaba: “Es servidor de Dios para tu bien”, la medida del funcionario público debe ser la de Dios y no la de los intereses de grupos y ni siquiera la de las preferencias populares.

Pablo no se gastaría en el tema de los impuestos y tributos, para él los puntos críticos eran aquellos que traicionaban los elementos esenciales del cristianismo. Frente a ellos sí presentaba una férrea oposición. Por ejemplo, el negar el uso de la palabra “evangelio” a los logros del emperador. “Evangelio” no era originalmente un término religioso sino político, que los romanos usaban en su propaganda para potenciar los logros del emperador. Evangelio podía ser la asunción al trono del emperador, su recuperación de una enfermedad, la conquista de un nuevo territorio, o la inauguración de un nuevo acueducto. Pablo enfatizó que las verdaderas buenas nuevas eran las de Cristo y que solo ellas eran el verdadero evangelio que beneficiaba a las personas. Su enseñanza se plantaba en contra del poderoso aparato de propaganda imperial.

También se opuso a reconocer ningún tipo de divinización del emperador o sus funcionarios. Fue enfático al asegurar que solo había un Dios y un Señor, el cual era Jesucristo, a pesar de que muchos se hacían dioses y señores. Fue su intransigencia en este punto la que le condujo a ser martirizado por un sistema que no podía aceptar lealtad a otros valores o ideas que no fueran las propias. Para Pablo, el pago de los impuestos o la sujeción a la autoridad como principio administrativo no representaban ninguna complicación. Lo que era inadmisible era la traición al señorío de Cristo. El sentido común hace entender que su muerte martirial no ocurrió por pagar los impuestos ni por reconocer la autoridad como principio divino para un mundo de pecado; fue la consecuencia de adversar el absolutismo imperial.

La fidelidad hasta la muerte de Pablo es el ejemplo luminoso de lo que significa someterse a las autoridades, como principio general, sin que ello represente la renuncia a la responsabilidad profética de la Iglesia y su deber de señalar el pecado sin acepción de personas. Bonhoeffer, quien no se arriesgó por un saludo en aquel café, también ofreció su vida como opositor al sistema nazi al ser ahorcado pocos días antes de la rendición alemana. La sujeción a la autoridad llega hasta el punto en que se sobrepasa la línea que concierne al señorío de Cristo. Porque es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim