Todos recordamos la película de 2013 OLYMPUS HAS FALLEN, cuando un grupo terrorista extranjeros se apoderó de la Casa Blanca y un héroe solitario logra salvar al hijo del Presidente y al mismo Presidente de los Estados Unidos.
Bueno, hace unos días vimos con horror cómo una banda de enardecidos, enajenados e incitados individuos se tomó por asalto el Capitolio, mientras dentro de sus instalaciones se llevaba a cabo una sesión conjunta del Poder Legislativo para certificar la victoria de Joe Biden como Presidente de los Estados Unidos de América.
Iniciaron las acciones de violencia previamente contra los periodistas —siempre contra la prensa—, que se encontraban en los jardines de la Casa Blanca, cubriendo el discurso del presidente Trump; el mismo que pidió que dejaran entrar a la turba y los alentó contra la prensa allí presente y contra las actividades que en ese momento se llevaban a cabo dentro del Capitolio, aduciendo una vez más un supuesto fraude que jamás pudo probar y que ni siquiera su Vicepresidente —mi respeto para el valor de este hombre— quiso avalar ni respaldar.
Y fue el discurso de odio e intolerancia pronunciado por el Presidente Trump el que llevó los ánimos al punto de generar una avalancha de violencia que terminó con 14 policías heridos y con al parecer cuatro manifestantes muertos; una de dichas manifestantes fue filmada en el momento de recibir un disparo al querer penetrar por la fuerza una barricada puesta por las fuerzas de seguridad que pretendían salvaguardar la vida de los congresistas y senadores congregados al interior del Capitolio.
Esta vez y a diferencia de la película, no fueron fuerzas foráneas, extranjeras, las que propiciaron la toma de una de las instituciones emblemáticas de la primera potencia mundial, sino que el discurso incendiario, egoísta y desequilibrado de quien olvidó que su papel como presidente es ser el líder de TODOS aquellos seres humanos que viven dentro de su territorio, y no solo ser presidente para los que estén de acuerdo con él y lo apoyen; que su misión es la de unificar, no la de dividir; que su deber es promover la concordia, no sembrar el odio; que su sagrada misión es la de velar por la seguridad de sus conciudadanos y no la de promover la violencia doméstica.
Pero finalmente OLYMPUS NO CAYÓ, gracias a que las fuerzas armadas de ese país y los cuerpos de seguridad son APOLÍTICOS, sirven a la Constitución y no a los intereses de un hombre; porque hubo funcionarios valientes como Mike Pence y otros políticos republicanos que no cedieron a las presiones e hicieron respetar la democracia y, porque en general, el grueso de la población de los Estados Unidos sigue fiel a los principios democráticos que han hecho de esa gran nación lo que es.
Y quiero dejar claro que hablo con propiedad y derecho sobre el tema, porque tengo tanto la nacionalidad salvadoreña como la estadounidense y, me enorgullece ser parte de ambas naciones, como muchísimos otros en mi misma situación.
Sirva lo sucedido de ejemplo para todos aquellos que quieran seguir esos malos pasos: Si el que en su momento fuera el hombre más poderoso del mundo no pudo, otros anti democráticos, TAMPOCO PODRÁN. ¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada
mirellawollants2014@gmail.com