OPINIÓN: El flautista de Hamelin

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-05-29 6:05:43

Mucha gente cree que estamos viviendo la peor crisis de la historia de El Salvador. ¡Qué error más grave! Esta crisis no es nada comparada con la que vendrá en los próximos años como consecuencia, no de otra oleada pandémica, sino de las acciones que el gobierno ha estado tomando en los últimos meses y que amenaza con tomar en los próximos meses.

El vehículo que nos está llevando a esta nueva crisis es el empeño del gobierno en seguir extendiendo la cuarentena estricta, un empeño que no tiene sentido médico porque el virus estará allí cuando tarde o temprano se abra la sociedad, y que no es factible porque el país no tiene suficientes recursos para soportar el cierre de la sociedad. La estrategia más efectiva y moderna es poner en cuarentena sólo a los vulnerables e imponer distancias sociales a los jóvenes y sanos, que van adquiriendo la verdadera defensa contra el virus, la inmunidad del grupo. En vez de esto, el gobierno ha optado por imponer una medida que a la vez es mucho más cara y mucho menos efectiva: la cuarentena estricta. Peor aún, el presidente gusta de tomar decisiones arbitrarias, como cerrar empresas sin razón alguna, y humillar a cualquiera que diga algo que no le gusta, lo cual desincentiva la inversión que necesitaremos para recuperarnos al final de la pandemia.

Hay mucha discusión sobre las motivaciones que mueven al gobierno a hacer estas cosas.

Las hipótesis van desde pura incompetencia hasta que son estrategias orientadas a destruir la democracia e imponer al presidente como un tirano totalitario sobre nuestro país. Este tema es, por supuesto, muy interesante. Más interesante, sin embargo, es entender por qué el pueblo salvadoreño está dejándose imponer una política que no funciona en términos de resolver el problema de la pandemia y que cuesta muchísimo más que una que sí lo resuelva. Un individuo puede tener intereses que vayan en contra de los de la colectividad. Pero, ¿por qué debería la colectividad seguirlo como si fuera el Flautista de Hamelin que, de acuerdo con la leyenda, llevó a los niños del pueblo a su muerte ahogados en el río, atrayéndolos con la música de su flauta?

La pregunta es más intrigante porque los costos que las medidas del presidente ha tomado y desea tomar son espectacularmente altos, especialmente en términos humanos. Ya hay hambre en el país, y esta aumenta en la medida en la que la cuarentena se alarga. Se sabe que hay hoyos enormes en el alcance del gobierno para llegar a las personas aisladas en sus casas con los paquetes de alimentación, y el hambre es acumulativa. También hay un costo enorme en vidas y sufrimientos de los enfermos por otras causas que tienen dificultades en llegar a los centros de salud para recibir tratamiento. También hay un aumento general en la pobreza, en dimensiones diferentes a la comida. Y además están los costos fiscales, que rondan cerca de $1,000 millones al mes en deuda adicional (el resultado de la precipitada caída de los ingresos del gobierno y el aumento también violento de los gastos necesarios para evitar una hambruna y un colapso del sistema de salud). Ante la imposibilidad de financiar con nuevos prestamos estas pérdidas, el gobierno ha puesto el ojo en los ahorros que tiene la ciudadanía en el sistema de pensiones. Las AFP sólo administran dichos ahorros, que son propiedad exclusiva de los futuros pensionados. Así, el gobierno planea expropiar a los ciudadanos para que paguen ellos mismos por los gastos exorbitantes que está haciendo. Como resultado de todo esto, El Salvador será el país más pobre de Latinoamérica en el término de un año, y habrá perdido su democracia y su libertad. Y la miseria cobrará muchas vidas.

De esta forma, el gobierno va a quemar todos los recursos que tiene la población hasta que ya no quede nada, y entonces, ¿qué va a pasar? El presidente parece creer que al llegar a ese punto alguien extenderá la mano para mantener al país, que habría perdido todo, pero lo tendría a él. Eso es muy explicable. ¿Pero cómo es que el pueblo no ve que el flautista va llegando cada vez más cerca del río?

Máster en Economía

Northwestern University