¿Demasiado joven o demasiado viejo para ser presidente?

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Foto Por @USEmbassySV

Por Gina Montaner

2019-08-06 4:46:44

Resulta irónico que en las elecciones de 2016 Donald Trump caracterizara a su rival Hillary Clinton como una debilitada señora mayor. Cuando fue elegido a los setenta años desbancó a Ronald Reagan, quien ganó la presidencia por primera vez a los sesenta y nueve, como el presidente más viejo de la nación.

Ahora, con el pistoletazo de salida para la contienda de 2020, la provecta edad de algunos de los candidatos presidenciales sale a relucir nuevamente e invita a reflexionar sobre lo que significa tener al mando de la nación a una persona que puede comenzar a sentir los efectos inevitables y lógicos de la senectud.

Una de las estrategias de Trump es la de descalificar a sus oponentes con nombretes que apuntan a la fisonomía (¿recuerdan cuando se refirió a las facciones “equinas” de la republicana Carly Fiorina?) o algún rasgo del comportamiento. De un tiempo a esta parte se refiere a Joe Biden como “Sleepy Joe”. Apostando a que el ex vicepresidente Biden acabará siendo el nominado del partido demócrata, el actual mandatario no ha perdido tiempo en retratarlo como un vejete soñoliento que ya no tiene la energía necesaria no sólo para gobernar, sino también para enfrentarse a sus ataques durante la campaña.

Lo cierto es que cuando el presidente señala con chanza la longevidad de su adversario, lo que deja al descubierto es una realidad inquietante a la que no es ajeno: en 2020 Biden tendrá setenta y ocho, Bernie Sanders (otro candidato que puja con fuerza en las filas demócratas) estará en el umbral de los ochenta y si Trump ganara nuevamente, acabaría su segundo periodo siendo un octogenario. Elizabeth Warren, en primera fila de quienes aspiran al relevo, sería de lejos la moza del grupo con setenta y un años.

La Constitución establece que para ser presidente de los Estados Unidos hay que tener treinta y cinco años o más. Se puede ser senador a partir de los treinta y congresista con veinticinco años. Estos requisitos no han cambiado desde que la Constitución entró en vigor en 1789. Los Padres Fundadores tuvieron en cuenta que la experiencia y la madurez eran imprescindibles antes de permitir que el destino colectivo estuviera en manos de un individuo.

Bien, lo que no se fijó fue una edad límite para aspirar a la presidencia. A pesar de que en aquel entonces la expectativa de vida no pasaba de los cuarenta años, los primeros ocho presidentes de Estados Unidos vivieron una media de casi ochenta años, un dato cuando menos sorprendente. Ya en el siglo pasado Ronald Reagan llegó a vivir hasta los noventa y tres y acabó su segundo mandato a los setenta y siete años. Hasta el día de hoy hay quienes aseguran que en la última etapa su capacidad cognitiva había disminuido, algo que sus médicos han desmentido.

Si se es muy joven para tomar decisiones trascendentales que pueden afectar a todo un país, no es descabellado deducir que la edad avanzada puede tener efectos negativos en un gobernante. Lo que es evidente es que en la vejez los reflejos son más lentos y el cerebro, que en la juventud goza de plasticidad, se anquilosa gradualmente. No es casualidad que haya una edad oficial de retiro que se aplica a los trabajadores. Entonces, en un mundo en el que cada vez vivimos más, tiene sentido, por ejemplo, plantear los setenta como la edad límite para aspirar a la presidencia y sólo cumplir un término, con el fin de sumarse, como el resto de los mortales, a la plácida existencia de los jubilados. Si no, ¿por qué negarnos a aceptar que hay hombres y mujeres menores de 35 años cuya brillantez y agilidad mental los calificaría para aspirar a la presidencia?

Por lo pronto, merece la pena rescatar un ensayo que en 1787 publicó el político y economista federalista Tench Coxe (contemporáneo de Alexander Hamilton) haciendo referencia a los requisitos que debían cumplirse para ser presidente: “…Yendo más allá, no puede ser un idiota, ni un bribón o un tirano, porque para aquellos que así son por naturaleza, lo descubren antes de cumplir los 35, momento hasta el cual no puede ser elegido”. A fin de cuentas, se puede ser necio a cualquier edad. Eso es lo grave. [©FIRMAS PRESS]

Periodista Twitter: @ginamontaner