De paseo por la Ruta de las Flores

Nuestro paseo fue una exquisita experiencia. Desde que tenía 9 años no había cursado la asignatura de viajar en paz por las carreteras de El Salvador. Tuvimos que esperar 40 años para dejar los “no sé”, reír, ver la luz, el milagro de pasear en armonía, una bendición tan apreciada y deseada por todos

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Por Eleonora Escalante

2020-01-18 10:15:30

Tuvimos el deleite de pasear con uno de mis hermanos que desde hace más de 20 años reside y trabaja en Estados Unidos. Su presencia en el país nos llevó efectuar una excursión familiar a Ataco, Juayúa y Nahuizalco. Antes de proseguir, quiero felicitar a los líderes de cada una de estas localidades, no solo por que observamos, que han avanzado en su desarrollo territorial y urbánico, sino que también advertimos que el dinamismo del comercio y nuevos negocios está floreciendo cada día más.

En Ataco, el primer alto en nuestro camino, se exhibía un parque lleno de luces navideñas y distintos negocios de los lugareños, con una calidad apreciable y única que ya en el pasado habíamos constatado. Sin embargo esta vez, Ataco sucumbía ante una multitud increíble de visitantes, razón por la cual no pudimos estacionar nuestro auto fácilmente. Tampoco encontramos hospedaje, muy a pesar que con mucha anticipación se hizo una reservación por Airbnb.

En consecuencia, con angustia, empezamos a buscar otro lugar para albergarnos. Y Juayúa nos abrió sus puertas alegremente. Juayúa nos acogió tan amablemente para recibir el año nuevo. Y como siempre, el encanto de las distintas personas, ofertas de viandas y sus restaurantes, se hizo notar. Juayúa fue nuestro refugio pivotal de excursiones de duración corta, tanto a Apaneca, Tacuba, Salcoatitán, Termales de Santa Teresa y a la ciudad natal de mi padre, Ahuachapán. Comprobamos que cuando nuestro país está motivado a mostrar lo mejor que tiene, la energía de su gente se siente a borbollones. En cada una de nuestras estaciones de exploración turística: los frutos verdes y escarlata de cafetos de la ruta de Los Naranjos, la brisa y el olor a aire puro y la calidez de la gente que fuimos conociendo, nos llenaba de gozo. Disfrutamos la concordia de recorrer las carreteras con la certeza que por fin estábamos seguros. ¡Qué maravilla! Un gran contraste evolucionar de un pasado de violencia, a un hoy de tranquilidad.

Nuestra última estación fue Nahuizalco. El parque de Nahuizalco, a las 9 de la noche, fue todo un espectáculo. El nacimiento de barro del Niño Jesús, San José y la Virgen María; las miles de luminarias multicolores que ennoblecían un parque ordenado, limpio y agradablemente bien diseñado. Una plaza de restaurantes arreglada metódicamente e integrada por medio de zonas peatonales con el parque. Especialmente planificada con singular atención para los clientes comensales. Un mercado nocturno en el cual tuvimos la fortuna de encontrar atol de leche poleada calientita, relajo para salsa de pavo, pasas, ciruelas, alcaparras, aceitunas, rabanitos frescos recién cosechados de una vendedora de canasto que con entusiasmo y rapidez impresionante desgranaba las arvejas de sus vainas. Por último, un show de un artista que interpretaba a Michael Jackson nos invitó a bailar un “Thriller” como si Billy Jean no hubiera tenido el hijo de su canción tan famosa jamás.

Nuestro paseo fue una exquisita experiencia. Desde que tenía 9 años no había cursado la asignatura de viajar en paz por las carreteras de El Salvador. Tuvimos que esperar 40 años para dejar los “no sé”, reír, ver la luz, el milagro de pasear en armonía, una bendición tan apreciada y deseada por todos. ¡Qué aventura! Con paz, en El Salvador, todo se puede alcanzar.

CEO-Fundadora Eleonora Escalante Strategy