Las locuras del Emperador

Hoy, a 11 meses de haber tomado posesión, ha quebrado al país con miles de millones en nueva deuda, haciendo gala de una intolerancia absoluta y el más abyecto de los desprecios por la ley y la Constitución, mientras muchos aplauden como focas, sin saber por qué.

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Foto EDH / AFP

Por José Miguel Fortín Magaña

2020-05-06 9:41:21

Cada semana empiezo, entre otras cosas, pensando sobre qué escribiré en esta columna y me hago el propósito de hacerlo sobre tópicos diversos; pero entonces Bukele hace tales disparates que no es posible desviarse y no hablar sobre lo que su conducta ha generado.
Hoy, al emperador se le ocurrió mantener la cuarentena. En un principio había tenido la graciosa idea de encerrarnos a todos y a los comercios; pero al final, con el penoso auxilio de 56 diputados, que por miedo, comodidad o interés, aprobaron un horroroso paquetazo que nos confina por más semanas, se ha condenado a los más necesitados a no poder ganarse el sustento diario; hablo de la señora que vende verduras en un canasto, o del hombre que hace sorbete a las 3:00 de la mañana para venderlo luego en un carretón; y así, cualquiera que ose contravenir al verdugo, con el jubileo de la Policía y Fiscalía —porque hoy ya es “legal”— irá a parar a los centros de contagio… perdón, debí decir de contención.
El aprendiz de dictador, porque lo es quien pretende dictar las leyes, interpretar si son constitucionales y ejecutarlas, a través del decreto legislativo, piensa que ha conseguido una supuesta legitimidad para defenderse de la percepción internacional que lo ha desenmascarado. La ley aprobada es distinta de la que mandó el Ejecutivo; y si en ella participó alguna gremial empresarial o no, es irrelevante, porque como dice mi amigo Héctor Menjívar, su deber era defender los intereses de su colectivo; lo grave es que los diputados la aprobaron sin siquiera estudiarla, y con esto, no defendieron los intereses del Pueblo, lo que SÍ era su deber. Y así, además de prolongar la cuarentena por más días, sin NINGUNA razón técnica médica que defina el tiempo del encierro, o porque tal o cual empresa abre o cierra, El Salvador se endeudó más allá de lo que puede pagar.
Si todavía existen salvadoreños varados en el extranjero o en los centros de contagio, depende exclusivamente del emperador. Cuando el eleve el pulgar, sus hordas lo aplaudirán y la cosa cambiará; mientras tanto, diga lo que diga la CSJ o el Congreso, no habrá cambios.
El martes, en su discurso pregrabado (se veía luz diurna en las ventanas), ahora sí con las proporciones adecuadas del sillón y del escritorio, porque no era fotomontaje como el anterior, volvió a insultar al salvadoreño de a pie, al burlarse de quienes compran “chancletas” y otra vez mintió sobre otro país (hoy el turno fue para Costa Rica) diciendo que ellos ocultaban cifras y que no hacían las pruebas pertinentes, aun cuando todos sabemos que es acá en donde el tirano mantiene el monopolio de las pruebas y un manejo epidemiológico espantoso.
Lo quieran ver o no, Bukele ha desatado además del odio entre sus seguidores, una sensación de terror por una inminente muerte apocalíptica que ocurrirá en cuanto la gente salga de sus casas, siempre que él no lo avale; porque cuando sacó a las masas desesperadas por comer, los días que repartió dinero en los CENADE o el 1 de mayo con la caravana de apoyo; entonces eso no “era fuente de contagio”. Eso, sin embargo, no es real; y al final el 99.97% de la población saldrá adelante.
Tal como lo vimos venir, desde antes que este hombre ganara la presidencia, la República ha sufrido grandes golpes y hoy nos encontramos en el punto más negro de su historia. Cuando lo advertimos, muchos dijeron que era una exageración y luego pidieron un tiempo de espera. Hoy, a 11 meses de haber tomado posesión, ha quebrado al país con miles de millones en nueva deuda, haciendo gala de una intolerancia absoluta y el más abyecto de los desprecios por la ley y la Constitución, mientras muchos aplauden como focas, sin saber por qué.
Prácticamente no quedan voces que se atrevan a contradecirlo; pero como le escribí hace unos días a uno de los pocos diputados congruentes, hoy repito para todos: No callemos, porque la voz de los valientes la escribe Dios en el “libro de la vida”.

Médico siquiatra