La conversión de los agresores virtuales

Si la persona ofendida de manera injusta reacciona con enojo solo refuerza el razonamiento que su agresor ha elaborado para escapar a su disonancia. Una respuesta ofensiva confirma la decisión del agresor de que la persona atacada es mala y la atacará aún más.

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Jairo Henríquez (izq.) y Roberto Domínguez (atrás) marcan a Christopher Ramírez, de Guatemala, en el Audi Field de Washington. Foto de carácter ilustrativo y no comercial - https://twitter.com/fedefut_oficial/status/1441586225932996613

Por Mario Vega

2021-09-25 3:58:29

Las personas se consideran a sí mismas racionales y educadas. Piensan que hacen las cosas correctas y apegadas a principios de justicia. Pero, si es así, ¿por qué se dedican a atacar e insultar por medio de redes sociales a personas a quienes ni siguiera conocen? No estoy refiriéndome a las personas que trabajan precisamente de eso y que lo hacen para recibir su salario. Hablo de personas que por iniciativa propia se unen a las anteriores. ¿Cómo compaginan el hecho de preciarse de racionales, educados y cristianos con sus actitudes irracionales, ofensivas y despreciables? Las dos ideas no casan entre sí, pero conviven en la misma persona. A esa tremenda contradicción los psicólogos la llaman disonancia cognitiva. Las disonancias pueden producir desde una leve incomodidad que dura un momento hasta una profunda angustia que afecta el sueño y la vida cotidiana.
La teoría de la disonancia cognitiva establece que cuando se agrede a otra persona se experimenta una fuerte necesidad de justificar lo que se ha hecho, ya que la agresión choca con la visión que se posee de sí mismo de ser razonable y educado. Si la persona se considera incapaz de dañar a un inocente tratará de resolver su disonancia decidiendo que la persona atacada se lo merecía. Una vez dado ese primer paso lo que continuará es una escalada de los ataques violentos. Si se cree que la otra persona es malvada o merece ser ofendida, probablemente se piense que hasta se ha sido suave con ella. La idea de que se merece eso y más motivará al agresor a aumentar sus ataques, porque, después de todo, demasiado bueno o respetuoso ha sido. De esa manera, las personas creyentes y sensatas pueden llegar a niveles de crueldad que nunca habrían imaginado y lo harán sin padecer de enfermedad mental alguna.
Si la persona ofendida de manera injusta reacciona con enojo solo refuerza el razonamiento que su agresor ha elaborado para escapar a su disonancia. Una respuesta ofensiva confirma la decisión del agresor de que la persona atacada es mala y la atacará aún más. El ciclo violento puede escalar de manera ilimitada. Por el contrario, una reacción inteligente puede desmontar la justificación que el agresor ha ideado para aliviar la incomodidad que le produce su disonancia. Benjamín Franklin fue un observador de la conducta humana bastante agudo y aunque no llegó a una elaboración cabal de la teoría de la disonancia cognitiva sí tuvo la intuición suficiente para idear una manera de ganar a sus adversarios políticos. Mientras servía como representante del estado de Pennsylvania, se enteró de que otro legislador tenía muy mala opinión de él. Decidió que tenía que ganarlo para que ya no continuara hablando despectivamente en su contra. En lugar de intentar ganarlo poniéndose a su servicio o prestándole dinero, lo que hizo fue pedirle un favor. Le pidió que le prestara un libro bastante raro de su biblioteca.
El rival de Franklin, movido por el deseo de mostrarse educado, le prestó el libro. A la semana Franklin se lo devolvió con una nota de agradecimiento. Eso fue todo. La siguiente vez que se encontraron su antiguo detractor le habló más respetuosamente y hasta le dijo que contara con él para lo que necesitara. ¿Qué produjo el cambio? El pedir el libro prestado acentuó la disonancia en su adversario. Él se había convencido de que Franklin era un tonto y un ignorante. Pero ¿cómo era posible que ahora le hubiera pedido prestado un libro? Esa fue una contradicción que se sumó a su disonancia previa. Una salida a esa nueva dificultad era la de modificar su opinión de Franklin: “A fin de cuentas parece que este tonto no es tan ignorante ¿no? De otra manera ¿por qué iba yo a hacerle un favor a un cretino? Pueda ser que sea una buena persona que merece un favor mío”.
El cambio de mentalidad de un ofensor no es inmediato, las opiniones erróneas se van modificando gradualmente. Se requiere constancia de parte de quienes desean la conversión de sus agresores. Ese es el camino que Jesús recomendó: “Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra” (Lucas 6:29).

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.