Estrategias para evitar la peste

Ahora nos toca a nosotros como pueblo de Dios enfrentar esta nueva plaga, el COVID-19, y la estamos enfrentando no solo con el distanciamiento social como en la plaga de Egipto sino sobre todo con la actitud que cada uno debe tener en su mente, como la marca que llevaban los signados en la frente.

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Kobe Bryant durante su etapa de jugador en la NBA, con Los Ángeles Lakers. Foto EDH / Archivo

Por Salvador Gómez

2020-07-04 4:52:59

Cuando la peste afectaba a Egipto, el pueblo de Dios, para librarse de ella, usó la estrategia del distanciamiento social.
Cada familia se encerró en su casa y selló las puertas con la sangre del Cordero (Cf. Ex. 12, 1-13), pero no permanecieron encerrados para siempre. Con la ayuda de Dios salieron y comenzaron un camino largo hacia la nueva realidad a la que les tocaría adaptarse.
Cuando se establecieron en la nueva tierra y tuvieron que enfrentar nuevas pestes, nuevas amenazas de destrucción, la estrategia cambió; ya no permanecían encerrados en una casa marcada con la sangre del Cordero. Ahora cada uno tenía la marca de la protección de Dios en su frente. De manera profética, la marca era en forma de cruz, que anunciaba la verdadera protección y salvación ganada por Cristo en la cruz.
La marca en la frente de cada uno de los que iban a ser librados de la peste continuó como la estrategia que acompañará al pueblo de Dios hasta el final de los tiempos. (Cf. Ap. 7, 3; 9, 4)
Ahora nos toca a nosotros como pueblo de Dios enfrentar esta nueva plaga, el COVID-19, y la estamos enfrentando no solo con el distanciamiento social como en la plaga de Egipto sino sobre todo con la actitud que cada uno debe tener en su mente, como la marca que llevaban los signados en la frente.
¿Cuál es esa actitud? ¿Cuál es la nueva manera de pensar que ahora nos ayudará a superar la amenaza?
1. Hacemos cada día la señal de la cruz en la frente, recordando que somos hijos amados del Padre, redimidos por la sangre de Cristo y ungidos por el Espíritu Santo.
2. Salir de nuestra casa solo para lo estrictamente necesario: buscar alimentos, medicinas, hacer ejercicio, realizar trabajos productivos, asistir a la iglesia, llevar ayuda y consuelo a los más necesitados… regresando lo más pronto posible al lugar seguro que es nuestro hogar.
3. Usar todas las medidas de protección que conocemos, evitar el contacto con personas, objetos, superficies que puedan que puedan contagiarnos, evitar aglomeraciones y guardar la distancia física con los demás.
4. Adaptarnos a nuestra nueva vida social, comenzaremos a interactuar en las redes sociales, continuar los estudios, el trabajo, la formación profesional e incluso espiritual por medio de tutorías, enseñanzas, predicaciones, virtudes. Usaremos los medios de comunicación para acercarnos a familiares y amigos que están lejos, para informarnos con noticias de fuentes confiables, para ver películas, deporte, música y para el sano esparcimiento.
5. Poco a poco volveremos a nuestras relaciones sociales reales, con los familiares y amigos que conocemos y nos conocen, comenzaremos a reunirnos en pequeños grupos íntimos
Lo mismo pasará en nuestros lugares de trabajo, estudio e iglesia, etc.
En la medida que nos conozcamos y nos protejamos los unos a los otros, comenzaremos a abrir nuestros círculos y cada vez serán más grandes, siempre y cuando no seamos extraños, anónimos desconocidos.
Los que no sean capaces de estrechar verdaderas relaciones que creen vínculos de confianza y de respeto se sentirán cada vez más solos y marginados, pero no porque los demás los aíslen sino por la incapacidad de conocer y ser conocidos, aceptar y ser aceptados porque esta será la nueva forma segura de relacionarnos.
Muchos se quejarán de no ser atendidos en sus necesidades, pero eso será el resultado de su aislamiento, por no haber creado vínculos familiares fuertes, por no haber cultivado verdaderas amistades y por no ser miembros activos de una comunidad donde se comparte la fe.
Estos grupos que se aíslan dependerán de la responsabilidad de los gobiernos, de la solidaridad humana y de la misericordia cristiana porque no podemos abandonar a ningún ser humano que nos necesita.
Bienvenidos al mundo en el que siempre debíamos haber vivido, un mundo más fraterno, un mundo en el que todos nos sintamos familia.

Predicador Católico

salvadorgomezoficial@gmail.com