Urgen puentes de entendimiento

La exigencia de altura en el discurso político no es solo por educación y por respeto al cargo. Es el punto de partida para crear puentes de entendimiento entre instituciones fundamentales del Estado

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Gonzalo Da Luz de Aguila marca a René Gómez de Sonsonate FC en partido de la fecha 20 del Apertura 2019. Foto EDH / Jorge Reyes

Por Erika Saldaña

2020-05-24 6:03:25

En El Salvador no existen puentes de entendimiento. No encontramos en medio de una pandemia, sobre la cual expertos salvadoreños han manifestado que estas semanas serían las más difíciles en cuanto a cantidad de contagios; y ni aun así vemos que exista disposición de las fuerzas políticas de unirse a trabajar por un mismo fin: la salud y bienestar de los salvadoreños que estamos viviendo esta crisis.
Con base en las recomendaciones de expertos médicos, las medidas de distanciamiento social son las más adecuadas para detener la propagación del virus. Todos estamos de acuerdo con que hay que cumplir la frase “quédate en casa”. También todos estamos de acuerdo con que la situación de la economía nacional es preocupante y se deben tomar las medidas para tratar de mantenerla a flote a pesar de las difíciles circunstancias a nivel mundial. Todos necesitamos los medios financieros para llevar alimentos a nuestras casas.
Existe un acuerdo sobre la importancia de la protección del derecho a la salud de la población salvadoreña y de la relevancia del tema económico para el país; por ello resulta inaudito ser testigos de confrontaciones entre la Asamblea Legislativa y el Ejecutivo en el intento de establecer medidas que regulen estas situaciones. No hay motivos para los ataques y el desacuerdo existente sobre las medidas que se deben adoptar para enfrentar la pandemia. Estar de acuerdo con los fines, pero ser incapaces de conciliar medidas conjuntas para enfrentar la crisis, son contradicciones que agudizan el sufrimiento de muchas personas en esta emergencia sanitaria.
El discurso y diálogo político salvadoreño ha llegado a niveles inexistentes. Las interacciones que día a día vemos entre los representantes del Ejecutivo y del Legislativo denotan una total incapacidad de dejar el ego y el orgullo a un lado, y poner por encima los intereses de la población. El diálogo y consenso por el momento están por los suelos.
Uno de los principios fundamentales de una república es la separación de poderes y el respeto a las competencias que cada uno ejerce. En este punto todos debemos tener claro que existen límites para el actuar de cada institución del Estado. Hay cosas que el Presidente de la República no puede hacer; y hay asuntos sobre los que la Asamblea Legislativa no puede decidir. Esa separación de poderes no significa que órganos como el Ejecutivo y el Legislativo no pueden trabajar en conjunto para la consecución del mismo fin. Eso sí, tomar acciones conjuntas tampoco significa sumisión de unos funcionarios a otros, sino implica la capacidad de construir puentes de entendimiento que lleven a decisiones equitativas para todas las partes.
Uno de los grandes problemas de El Salvador es la extrema polarización de ideas. Cuando muchos se refieren a sí mismos como “oposición política” lo traducen en resistirse a todo lo que diga quien ostenta el poder, solo porque sí. Se limitan a criticar o simplemente llevar la contraria aunque las propuestas o críticas sean válidas. Por su parte, quienes ostentan el poder político en el Ejecutivo se limitan a decir que las cosas deben hacerse a su manera o no las acciones no son válidas. A eso se han cerrado, a tomar posturas sin reflexionar y sin escuchar a los demás.
La exigencia de altura en el discurso político no es solo por educación y por respeto al cargo. Es el punto de partida para crear puentes de entendimiento entre instituciones fundamentales del Estado, que en este momento tienen que trabajar de la mano para garantizar la salud de la población y para brindar opciones de sostenimiento a quienes impulsan la economía del país. Hoy más que nunca, el país urge de puentes decentes de entendimiento.

Abogada.