Con los ojos vendados

Somos los seres humanos quienes, con la idea errónea de honrar a nuestras divinidades, hemos deformado el mensaje que cada profeta fundador religioso dio a las personas de su tiempo: amor, paz y bienestar.

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Donald Trump . Foto / AFP

Por Raúl Arturo Aragón

2021-04-12 5:27:19

Desde sus orígenes, el ser humano ha tratado de encontrar un porqué a lo que le rodea, una razón a la existencia. Así, la religión fue la solución más convincente que encontró el hombre primitivo para dar explicación a la creación del universo y a la civilización misma. Sin embargo, a lo largo de la historia y en la actualidad también ha sido utilizada como un arma para manipular y restringir la libertad de las personas.
Para analizar los efectos que la religión ha causado en nuestra sociedad hay que tomar en cuenta que no todas las personas se ven influenciadas de igual forma por ella. Por un lado, hay quienes no profesan ninguna, lo que prueba que es posible vivir conforme a una moral universal y humana que promueva el bien común. En el otro extremo, se encuentra el efecto negativo más atroz y degradante de las creencias: el fanatismo religioso. Este se caracteriza por una tendencia a imponer la religión del practicante, donde se ve a todos los que no comparten su punto de vista como enemigos y se ignora el sentido común, la lógica y la moral. Bajo el fanatismo religioso se justifican guerras, torturas, rechazo al conocimiento, privación de libertad y falta de educación.
La historia nos muestra que, cuando la religión ha gobernado, la humanidad se ha marcado con dolor y oscuridad. Lejos de servir como esperanza o consuelo, las creencias han respaldado tragedias como las torturas y guerras durante la Edad Media, la minimización de la mujer y el terrorismo, entre otras. A esto se le une un mal silencioso en la actualidad: la ignorancia y la manipulación.
Como se mencionó, en muchas partes del mundo, las religiones pueden limitar la educación, sobre todo en Medio Oriente. Incluso en regiones más flexibles, condiciones como la desigualdad y la pobreza evitan una formación adecuada en la población. Esta situación pone a pueblos enteros a merced de gobernantes corruptos, líderes religiosos o de cualquier persona que se proponga manipular a las masas a su beneficio.
Actualmente, podemos evidenciar los efectos negativos de la falta de educación en nuestra realidad. Un ejemplo contundente es el poco criterio que tristemente utilizamos para elegir a nuestros funcionarios públicos. Es normal ver que se utilizan causas afines a la religión o a Dios mismo como estandarte político. Muchos apoyan y votan por estos políticos que, probablemente, no profesan un credo como el que dicen apoyar.
El fanatismo también genera intolerancia y rechazo. Todo lo que no va acorde a lo que dicen cada domingo es profano y no debe existir; hay líderes religiosos que no pueden reír, realizar bromas, disfrutar una buena comida porque “no están supuestos a hacer eso”. Esa es la venda que ciega a la población. Debemos tener más empatía por el otro, mirar primero su condición humana antes de juzgarlo; porque hasta el mismo Jesucristo dijo: “Amaos los unos a los otros como yo los he amado”; nunca pidió división ni segregación, más bien, paz y concordia.
Somos los seres humanos quienes, con la idea errónea de honrar a nuestras divinidades, hemos deformado el mensaje que cada profeta fundador religioso dio a las personas de su tiempo: amor, paz y bienestar. Olvidemos los prejuicios, pues solo nos llevan a una perdición sin retorno, a una guerra interminable y fratricida. Si practicamos una religión, seamos ejemplo, no sirvamos como piedra de tropiezo. Busquemos respetar a nuestros hermanos y seguir verdaderamente los valores de nuestras creencias.

Raúl Arturo Aragón Ortiz / Estudiante de Licenciatura en Economía y Negocios Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)