Procesiones, comisiones y diálogo

“Es necesario un pluralismo sano. No queramos cortarlos a todos con la misma medida. No es uniformidad, que es distinto de unidad. Unidad quiere decir pluralidad, pero respeto de todos al pensamiento de los otros, y entre todos crear una unidad que es mucho más rica que mi sólo pensamiento” (Homilía de Monseñor Romero, 29 de mayo de 1977)

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El maestro Pedro Castillo es el nuevo presidente de Perú. Foto: AFP

Por Carmen Marón

2021-07-19 8:45:00

Ayer, por un momento, me permití soñar un poquito con el artículo que (según yo) iba a escribir, (y que no es este). Había leído que habían abierto los estadios de fútbol y los espacios culturales y me permití preguntarme: “¿Qué ocurriría si por estos 90 días dejáramos de lado tanto pleito y nos unimos: gobierno, empresa privada y sociedad civil?”. Imaginemos por un momento un país donde el gobierno apoya a la empresa privada a través de incentivos fiscales si todos sus empleados están vacunados; donde la empresa privada, por 90 días, ofrece a su vez incentivos a todos los que presenten cartillas de vacunación completas; donde la industria hotelera, con ayuda del MITUR, ofrece descuentos para eventos donde todo mundo estuviera vacunado. ¿No creen que le cambiaríamos el rostro al país en 90 días, además de crear la suficiente inmunidad para sentirnos seguros? ¿No creen que pasaríamos la meta de vacunaciones diarias?
Y justo lo estaba escribiendo cuando comencé a ver la comisión de investigación de las ONG. Quiero aclarar que soy de las que estoy de acuerdo que se investigue, siempre y cuando la investigación sea objetiva y comience desde casa. Pero una cosa es interpelar y otra cosa es atacar. Me sentí molesta con el nivel de intolerancia que se expresaba en las interpelaciones. Así que, por mi sanidad mental y del alma, me fui a una pequeña ermita a la misa de mi onomástico (16 de julio, Nuestra Señora del Carmen).
Siempre me he sentido cómoda en esas parroquias o ermitas, donde las fiestas del patrono se celebran a lo grande; donde la gente da lo poco que tiene para que haya flores en el altar y tamales y café para el refrigerio. Resulta que este año, el cantón había ahorrado para comprarle una corona a la Virgen y al Niño. Habían hecho planes: una carroza para llevar a la Virgen recién coronada. Pero por las nuevas disposiciones de estos noventa días, se contentaron con coronarla en la misa.
Y allí fue que me solté a llorar.
Se habla tanto de hacer cosas por el pueblo, pero éste no estaba viendo la comisión, ni le sobra dinero para ir a ver partidos de fútbol, o a eventos culturales. El pueblo (o al menos el 51% que son católicos) estaba expresando su fe lo mejor que podían, a pesar que se les había negado una de sus pocas alegrías. Y la verdad, el pueblo del que tanto se habla está preocupado por subsistir, porque no quiere el bitcoin pues teme perder sus centavitos, porque la luz y el agua y las verduras han subido, porque el dinero no alcanza. Y a este pequeño grupo de salvadoreños -unos cincuenta- se le había negado la oportunidad de expresar su fe. Como yo no soy de procesiones (por problemas de salud) no me había percatado de lo importante que esto era para ellos hasta que una me dijo: “Ay, si supiera cómo estaba de linda la carroza”. Al oírla, me pregunté: ¿a nadie se le ocurrió que las procesiones se pueden hacer con mascarilla y que se pueden aprovechar las fiestas de los cantones incluso para llevar las cabinas EICE o utilizarlas para que el municipio se vacune de manera masiva? Y en el caso de la procesión de agosto, ¿no se puede poner un lugar donde la gente pueda ver la “Bajada”? ¿No puede el MITUR que, se debe admitir, ha trabajado para lograr la reactivación, junto con el Ministerio de Cultura, generar buses bajo los protocolos del MINSAL para que esta parte de nuestro patrimonio de fe y cultura pueda llevarse a cabo?
Cuando regresé a la casa, estaba la parte 2 de las ONGs, discutiendo temas del pasado por horas, apagando micrófonos y negándose a escuchar “en nombre del pueblo”. Y volví a pensar en el artículo que quería escribir. ¿Cuál es el problema de dialogar?, me preguntaba. Hemos pasado una cuarentena y ya vamos por año y medio de pandemia en la que todo, todo es odio, rencor, pleitos y absurdos. ¿Todo esto “en nombre del pueblo”? ¿Cabría la posibilidad que se necesite de verdad escuchar al pueblo, no al pasado? Dialogar y escuchar no hace a nadie corrupto, ni débil. Simplemente, demuestra madurez política, más cuando se considera que el otro lado esta equivocado.
Monseñor Romero, a quien sacan a relucir mucho últimamente, decía: “Es necesario un pluralismo sano. No queramos cortarlos a todos con la misma medida. No es uniformidad, que es distinto de unidad. Unidad quiere decir pluralidad, pero respeto de todos al pensamiento de los otros, y entre todos crear una unidad que es mucho más rica que mi sólo pensamiento” (Homilía 29 de mayo de 1977). ¿Será posible que El Salvador-gobierno y sociedad civil- llegue a entender eso?
Tenemos noventa días para cambiar nuestra suerte como país y todavía dos años para cambiar su rumbo. Habrá tiempo para investigar el pasado. Por ahora, urge resolver los problemas del presente, y eso no puede hacerse si no nos unimos todos como país, escuchamos a todos los actores de la sociedad, y deponemos el odio y la prepotencia. Si en estos 90 días se logra la inmunidad, si en estos 90 días se le da un giro al guión, estos 90 días pueden cambiar la historia.

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.