COVID-19 es una oportunidad

podemos decir que el coronavirus es la gran oportunidad que tenemos para volvernos más saludables, más humildes, más solidarios, más humanos y más espirituales y de darle gracias a Dios que con la luz de la fe nos permita ver esta amenaza como una oportunidad de crecer.

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Grupo de reos del penal de Izalco durante una entrega de paquetes con artículos de higiene que les han donado o llevado sus familiares. Foto EDH / archivo

Por Salvador Gómez

2020-03-29 5:40:24

La humanidad se ha sentido amenazada por los avances en el contagio del COVID-19, la mayoría de gobiernos del mundo han tomando medidas de protección para evitar en sus países la epidemia; en momentos como este debemos recordar que un verdadero líder es el que sabe convertir las amenazas es oportunidades de crecer y en este momento concreto de la historia los seres humanos tenemos la oportunidad de crecer .Ya nos hacía falta algo que nos obligara a detenernos para reflexionar en lo frágiles y vulnerables que somos, en la necesidad que tenemos de cuidar nuestra salud y la de los que nos rodean.

Mi deseo al escribir sobre este tema es iluminar con la Palabra de Dios este “signo de los tiempos” para sacar mejor provecho de lo que nos está tocando vivir.

Nos encontramos como Pedro y sus compañeros subidos en una barca a punto de hundirse. “La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra, y las olas le pegaban duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: ‘¡Es un fantasma!’. Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: ‘Animo, no teman, que soy yo’. Pedro contestó: ‘Señor, si eres Tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua’. Jesús le dijo: ‘Ven’. Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ‘¡Señor, sálvame!’. Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?’. Subieron a la barca y cesó el viento” (San Mateo 14,24-32).
La primera palabra de Jesús fue “No tengan miedo”. Él no se refería al instinto natural de conservación que nos eleva a evitar los peligros innecesarios para cuidar nuestra salud y nuestro bienestar; se refería al miedo que nos paraliza, al pánico que nos hacer ver fantasmas que nos llenan de cortisol la sangre y de glutamato el cerebro, bloqueando nuestros glóbulos blancos y todo nuestro sistema de defensas, dejándonos más vulnerables frente al virus.

Jesús se refería al miedo que nos hace ver el fantasma de una pandemia que va a paralizar al mundo obligándonos a vivir encerrados y aislados en nuestras casas, al miedo que nos lleve a ver lo que estamos viviendo como un castigo de Dios o una de las plagas del apocalipsis que anuncian el fin del mundo.

Estamos más bien frente a la oportunidad de ponerle fin a una etapa en la que nos habíamos centrado en nosotros mismos, sintiéndonos dueños absolutos de nuestro cuerpo, de nuestra vida y de nuestro futuro; El coronavirus nos está diciendo que no, no podemos ir y venir, subir y bajar a nuestro antojo. Muchos encuentros deportivos se están realizando a puerta cerrada con los estadios vacíos aunque con los millones de aficionados tengan el dinero y deseo de asistir; se suspenderán conciertos, fiestas ,desfiles de moda , cruceros y viajes turísticos sobre todo a destinos que estén en países de “alto riesgo” tales como China, Corea del Sur, Irán, Italia, Francia, España, Alemania aun cuando tengamos todo el dinero y el deseo de hacerlos. Un pequeño virus nos está diciendo que no podemos “hacer lo que nos da la gana”, que no podemos decir “es mi cuerpo”, “es mi decisión”, “es mi vida y yo tengo derecho de hacer lo que quiera”. El COVID-19 nos está exigiendo a actuar con prudencia buscando lo que sea mejor para nuestra salud y calidad de vida.

Este es el momento para acostarnos temprano, dormir siete horas diarias que nos ayuden a recuperar las fuerzas vitales de nuestro cuerpo; a tomar por la mañana tomar una taza de agua caliente con el jugo de medio limón, y durante el día consumir constantemente pequeños sorbos de agua, lavarnos las manos con mayor frecuencia, evitar tocarnos los ojos nariz y la boca.

Todos tenemos la oportunidad de volvernos más saludables. Es el momento de meditar sobre todo que a Pedro no lo hundió la tormenta sino el miedo a la tormenta y que al sentir que comenzaba a hundirse gritó: “¡Señor, sálvame!”. Esta es la oportunidad de tomarnos de la mano de Jesús, orar con insistencia pidiendo el auxilio de lo alto, suplicándole a Dios que ponga su mano de sanación en los que están enfermos, que haga efectivos los tratamientos médicos, que respalde el esfuerzo de la comunidad científica para que pronto se encuentre una vacuna, unirnos todos los creyentes en una poderosa intercesión por nuestros pueblos, alzar nuestras manos pidiendo que la Sangre redentora y sanadora de nuestro señor Jesucristo nos cubra, ya que en Él esta nuestra fe y nuestra esperanza.

En pocas palabras, podemos decir que el coronavirus es la gran oportunidad que tenemos para volvernos más saludables, más humildes, más solidarios, más humanos y más espirituales y de darle gracias a Dios que con la luz de la fe nos permita ver esta amenaza como una oportunidad de crecer.

Predicador católico.