OPINIÓN: La propagación del coronavirus en la economía salvadoreña

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Carmen Aída Lazo, economista, decana de la ESEN.

Por Carmen Aída Lazo

2020-04-06 12:41:05

La crisis provocada por el coronavirus ha ido mutando: lo que comenzó siendo una preocupación eminentemente centrada en los efectos en la salud pública y en la pérdida de vidas, ha ido cediendo terreno, convirtiéndose en una preocupación compartida entre los efectos en la salud y los efectos en la economía. Las imágenes de desesperación de miles de salvadoreños en las calles el lunes 30 de marzo pasado –quienes salieron de sus casas movidos por la urgente necesidad de ojalá obtener el subsidio de $300 anunciado por el Gobierno–, ha sido la evidencia más dura y rotunda de la difícil situación por la que atraviesan miles de hogares como consecuencia de la paralización de la economía.

Para aplanar la curva de contagio de la enfermedad –bajo la lógica de así ganar tiempo para preparar al sistema de salud y evitar la saturación del mismo–, lo primero que se cerraron fueron los restaurantes (14 de marzo), seguido de call centers y maquilas (18 de marzo), y luego se decretó la cuarentena residencial desde el 21 de marzo. Ya antes se habían paralizado las actividades educativas y del sector turismo.

Los canales de propagación de la pandemia a la economía son múltiples, y en todas partes del mundo los economistas han reconocido con humildad que estamos frente a un fenómeno inédito, cuyas consecuencias económicas no terminamos de dimensionar. ¿Cuáles son estos impactos para la economía salvadoreña? Los economistas solemos distinguir entre los efectos a nivel de la microeconomía –esto es, el análisis de los impactos a nivel de individuos, hogares, empresas– y, por otro lado, los efectos macroeconómicos, es decir, los efectos sobre el crecimiento, el desempleo, las finanzas públicas, el comercio internacional.

Es impostergable la necesidad de que el Gobierno cuente con un equipo de expertos para monitorear, analizar e ir anticipando dichos impactos, pues solo así se podrán diseñar medidas de política que amortigüen las consecuencias de lo que es una inminente recesión (hay quienes hablan de depresión). Las medidas en el campo económico no tienen porqué reñir con las que se toman en materia de salud, por el contrario, son totalmente complementarias.

El abordaje de ambas crisis (económica y de salud) debe basarse en la recopilación y uso de evidencia e información transparente y fidedigna; deben contar con un equipo de expertos que monitoreen, diseñen y den seguimiento a la implementación de las políticas públicas; deben aprovechar buenas prácticas nacionales e internacionales; deben buscar la cooperación y diálogo entre diferentes actores; y deben llevarse a cabo con la premura que exige esta compleja situación.

¿Qué impactos económicos ya se comienzan a sentir a nivel macro y micro? ¿Qué esperaríamos ver en las próximas semanas? Comento brevemente, y aprovecho para presentar a los lectores algunas cifras económicas:

El impacto inmediato y ya visible en la caída de ingresos de los hogares vulnerables, con el consecuente riesgo de aumentar o acrecentar los niveles de pobreza. De acuerdo a la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), hay un total de 1.87 millones de hogares en El Salvador, de los cuales 107 mil se encuentran en pobreza extrema y 384 mil hogares en pobreza relativa. Esto significa que 491 mil hogares (el 26%) viven en pobreza y se caracterizan por una inserción precaria al mercado laboral, principalmente trabajando en el mercado informal (un alto porcentaje como vendedores o trabajadores informales en servicios). De la población ocupada (2.8 millones de personas), 692 mil están en pobreza. Son ellos los salvadoreños que, partiendo de una situación ya vulnerable, son los primeros en sentir los efectos de la drástica reducción en sus ingresos. Son estos hogares los que debieron ser priorizados al pensar en el mecanismo para compensar sus pérdidas de ingreso. Son ellos a quienes deben enfocarse los esfuerzos para evitar que, producto de la crisis, no logren satisfacer sus necesidades más básicas. Debe, por ende, realizarse un monitoreo continuo de las condiciones socioeconómicas de los hogares con las herramientas de las que ya dispone el Estado para comprender y atender oportunamente sus necesidades.

El riesgo de pérdidas masivas de empleos formales y de cierre de empresas. Cerca de 850,000 personas trabajan en el sector formal, esto es, cotizan para seguridad social. Un 80% de ellas están en el sector privado. El siguiente gráfico muestra en qué sectores está dicho empleo.

Fuente: elaboración propia a partir de cifras del ISSS

Nótese, por ejemplo, que una cuarta parte (unos 175,000 empleos formales) están en comercio, restaurantes y hoteles, y por ende han visto desde hace tres semanas, mermadas o interrumpidas completamente sus fuentes de ingreso. Otra cuarta parte labora en industria manufacturera, donde también ha habido una reducción notable en la actividad económica nacional e internacional. Miles de empresas, sobre todo las de menor tamaño, están en un alto riesgo de cerrar operaciones y verse en la imposibilidad de hacer frente al pago de planilla, ante la ausencia de ingresos. Por ello es necesario establecer lo más pronto posible un plan económico que evite pérdidas masivas de empleos formales, así como la puesta en marcha de un plan de reinicio de operaciones, en congruencia con protocolos adecuados de higiene y salud. Las estrategias de testeo masivo y aislamiento de población más vulnerable están en el centro de los protocolos que están diseñando muchos países para mitigar los riesgos de contagio ante la necesidad de que se reanuden de manera ordenada las actividades económicas.

La caída en los ingresos del Gobierno y la ampliación del déficit fiscal y la deuda pública. La paralización de la producción y de la actividad económica se traduce en una reducción drástica en ingresos en concepto de impuestos (como el pago del IVA, del impuesto sobre la renta, y ambos impuestos suman el 80% de los ingresos del Estado) y por ende en un mayor déficit fiscal. Esto aún no se ve reflejado en las cifras oficiales, pero sin duda se observará en los próximos meses. El ministro de Hacienda ha mencionado en entrevistas con medios que estima que los ingresos este año caerán en cerca de $550 millones, lo que representaría una caída de cerca del 10% respecto a los ingresos 2019. La siguiente tabla muestra la estructura de ingresos del Estado salvadoreño:

Fuente: Ministerio de Hacienda

Esta caída estimada podría incluso ser mayor. Un Estado que cuenta con menores ingresos y con mayor gasto –producto de las nuevas prioridades derivadas de la emergencia– debe endeudarse más para hacer frente a la brecha entre ingresos y gastos. La deuda actual del Estado ronda el 70% del PIB, y con seguridad superará el 80% al final del año, producto de la combinación de una mayor deuda y una menor producción. Si a esto se le suma la posibilidad de que la economía se contraiga en al menos un 6%, mayores niveles de endeudamiento implicarán que se deberán sacrificar gastos en el futuro para pagar los compromisos que hoy se están adquiriendo. ¿Qué se puede hacer? Evitar todo despilfarro de recursos del Estado, reorientar gasto hacia las prioridades en salud y estimular la recuperación de la economía, todo ello unido a una estrategia de búsqueda de recursos externos que priorice su acceso al más bajo costo posible, es decir con organismos multilaterales y evitando colocar bonos a una alta tasa de interés.

Caída en las remesas producto del mayor desempleo en Estados Unidos, con el consiguiente efecto en menor consumo interno. De acuerdo al Banco Central de Reserva, en 2019, las entradas de divisas en concepto de remesas superaron los $5,600 millones (esto equivale al 20% de lo que produce el país), y es sabido que el principal destino de las mismas es el consumo de los hogares receptores. Por otro lado, hasta antes de la crisis, el desempleo en Estados Unidos había alcanzado bajos históricos, pero la crisis ha hecho que, en cuestión de días, las cifras de desempleo se disparen, y hay quienes creen que éste podría alcanzar en las próximas semanas el 20% de la fuerza laboral de Estados Unidos. Ello impactará nuestra economía a través de menor consumo de las familias salvadoreñas. La estrategia económica de nuestro país debe tomar muy en cuenta los múltiples efectos del adverso entorno internacional.

Menores exportaciones hacia Estados Unidos. Siendo Estados Unidos nuestro principal socio comercial, un debilitamiento de su consumo y la parálisis en su producción, tiene un impacto en nuestras exportaciones. Una menor demanda por bienes y servicios salvadoreños se traducirá en menor entrada de divisas, menor crecimiento y menor generación de empleos.

Deterioro de la capacidad de pago de las empresas con el consecuente efecto en la mora de la banca. El sistema financiero se verá afectado en la medida en que hogares y empresas se vean en dificultades para honrar sus compromisos financieros, como consecuencia de la merma en sus ingresos. Esto podría llevar a un aumento de la mora bancaria y podría generar una menor liquidez en el sistema financiero y un aumento de las tasas de interés para capital de trabajo, préstamos productivos, etc. ¿Qué hacer? Debe evitarse tomar medidas que socaven la estabilidad del sistema financiero, y por ende debe mantenerse un diálogo constante con las instituciones bancarias para identificar acciones que favorezcan la solidez y liquidez del sistema.

Por lo general, en un curso universitario de Introducción a la Economía se habla del modelo de “flujo circular de la economía”, que describe las complejas interrelaciones entre agentes económicos (productores, familias, trabajadores, etc.). En ese sentido, una empresa de golosinas que deja de operar, no solamente produce menos golosinas, también deja de generar ingresos para pagar los salarios de los trabajadores, impuestos, para pagar a sus proveedores, etc. Sin esos salarios, los trabajadores y sus familias dejan de consumir bienes y servicios, lo cual termina afectando otros sectores ajenos al de las golosinas. De esta forma, las medidas que se toman para un sector en particular generan impactos en otros. Por eso continuaré enfatizando en la necesidad de realizar un análisis que tome en cuenta la comprensión de tales interdependencias.

¿De qué dependerá la magnitud de la recesión económica que enfrentará El Salvador? Dependerá en gran medida de factores externos (la duración y profundidad de la crisis en nuestros socios comerciales, particularmente Estados Unidos), pero también de la capacidad del Gobierno para diseñar e implementar una agenda económica acorde a los enormes desafíos de salud que enfrentamos como país. Comprender y dimensionar los canales de propagación del coronavirus a la economía es un paso necesario para el diseño de estrategias que atenúen todos los impactos negativos de la presente crisis. Y hacerlo es indispensable.