Tom Sawyer y el arte de vender Bitcoin

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-12-31 6:00:29

En Tom Sawyer, la clásica novela sobre un niño travieso creciendo a mitad del siglo XIX en las márgenes del Misisipi, Mark Twain cuenta cómo Tom, castigado por su tía, que es la que lo cría, tiene que pintar una cerca de blanco, una tarea que sólo el pensar en ella lo llena de una profunda depresión.

Desganado, comienza a pintarla cuando uno de sus amigos aparece pretendiendo ser un barco fluvial grande, el “Big Missouri”, uno de esos con ruedas a los lados en vez de hélices, maniobrando en el río para atracar en un muelle imaginario, pitando y dejando ir los sonidos de una estresada caldera de vapor.

Después de terminar la maniobra, el recién llegado le pregunta a Tom, en tono de burla mientras muerde una manzana, si la tía lo ha castigado a hacer tan ingrata tarea. Tom, oliendo una oportunidad en el aire, le contesta que no, que la tía le ha confiado la pintura de esa valla, que requiere una habilidad muy escasa en el mundo, y que la tía sabe que Tom es una de las pocas personas que la tienen.

El visitante, un poco dudoso, le dice que sin duda hacerlo es muy trabajoso. Tom lo niega inmediatamente. “Quizás lo es, quizás no. Lo que sé es que le queda perfecto a Tom Sawyer…Muy poca gente tiene la oportunidad de blanquear una valla.”

Después de un largo rato en el que contempla a Tom, que se ha volteado a seguir pintando con gestos de gran importancia y satisfacción, para de pronto alejarse de la barda, verla con mucha atención y volver a sumirse en lo que parece el placer inmenso de pintarla, el visitante pregunta, tímidamente, dando un mordisco a la manzana: “Oye, Tom, déjame blanquear un poco.”

Tom considera la oferta y parece que va a consentir, pero, de pronto, se echa para atrás: “No, no, creo que no funcionaría, Ben. La tía Polly es muy particular con respecto a esta barda, aquí enfrente de la calle, tú entiendes…” “Oh, Tom, te daré el corazón de mi manzana…” “No, Ben, no…” “¡Te la doy entera!”

Al final de la tarde, la barda está pintada, Tom está muy descansado, y todos sus amigos se van retirando, felices de haber demostrado que eran tan macizos que podían pintarla, dejando en manos de Tom una cometa reparada pero en buen estado, doce chibolas, un fondo de botella para ver a través de él, una llave, seis cohetes, un gato tuerto, el mango de un cuchillo, y muchas cosas así, obtenidas todas como precio para dejarlos pintar la barda.

Eso es ser vendedor. Esa es la habilidad que se necesita para vender Bitcoins, algo que no sirve para nada y que muy probablemente terminará valiendo cero, a cambio de dólares contantes y sonantes.

Hace unas semanas publiqué un artículo mostrando cómo todo indica que el Bitcoin llevará a sus tenedores al momento de su colapso a tantas pérdidas como un esquema de Ponzi. (“Si usted fuera B-Millonario”)

https://www.elsalvador.com/opinion/observadores/criptomonedasbitcoin/906795/2021/. Unos días después apareció en el Financial Times un artículo de Robert McCauley llamado “Por qué Bitcoin es peor que un esquema Ponzi al estilo de Madoff” (https://www.ft.com/content/83a14261-598d-4601-87fc-5dde528b33d0) mostrando cómo el Bitcoin es peor que Madoff porque en éste último podía recuperarse algo después del colapso mientras que eso no es posible con el Bitcoin.

En el juicio de quiebra de Madoff, el interventor logró devolver a todas las víctimas el 70% de lo que habían dado a Madoff. Esto fue así porque, mientras que Madoff usaba el mismo dinero de sus clientes para pagarles lo que pintaba como altas tasas de interés, lo que quedaba del dinero de los clientes (ese 70%) lo invertía en activos reales, como acciones y bonos de buenas empresas.

Esa oportunidad no existe con los Bitcoins porque al comprarlos la gente no obtiene, como en el caso de Madoff, una participación en inversiones hechas en algo real que, aunque Madoff quebró, siguieron valiendo. Todo lo que obtienen son puros Bitcoins, de modo que cuando el Bitcoin se caiga del todo, todo, todo, va a valer cero. Si hubiera un interventor, no podría vender otras cosas para pagar parte de las pérdidas de los tenedores de Bitcoin, porque lo único que tendría sería Bitcoins, que valdrían cero.

Vender algo así requiere un Tom Sawyer. Y un Ben para comprarlo.