Con 56

Una aplanadora de 56 votos no es garantía de una legislación efectiva; al contrario, bien podría ser garantía de retrocesos políticos en todos los sentidos.

descripción de la imagen
Miguel Menéndez conocido como Mecafé junto a su abogado, Roberto Calderón, durante la declaración del testigo de la Fiscalía General en el caso de corrupción Saqueo Público. Foto EDH/archivo

Por Andy Failer

2021-10-27 6:07:44

Al final de esta semana, la nueva Asamblea Legislativa cumple 6 meses de haber iniciado la presente legislatura. La gran bancada de 56 diputados del oficialismo ha decorado su discurso político de una frase convertida ya en algo muy trillado “deudas históricas”. Pero realmente no han legislado más allá de los caprichos del presidente Bukele y tampoco han saldado ninguna de las verdaderas deudas históricas que posee esa institución. Una mayoría calificada de 56 diputados podría realizar muchos cambios de profundidad, pero de momento solo sirven como uno de los brazos más importantes de la maquinaria propagandística del oficialismo.

Hagamos un repaso breve en cuanto a la aritmética legislativa. Recordemos que la mayoría simple requiere de 43 votos y la calificada, para aquellas votaciones más trascendentales, requiere de 56 votos. La bancada de NI cuenta por sí sola de 56 diputados y si le sumamos a sus aliados de GANA, PCN y el diputado del PDC, llegan a 64 votos. Como ya sabemos, tienen los números de votos suficientes para aprobar los proyectos y reformas que deseen. Aún así, no han aprobado nada significativo; la falta de voluntad política de legislaturas anteriores recaía en que no se alcanzaron consensos entre dos y tres fuerzas políticas, ¿ahora en qué recae? ¿En la voluntad de una sola persona y sus asesores extranjeros?

Con 56 votos se podrían, verdaderamente, realizar cambios que siempre ha exigido la ciudadanía. Por ejemplo, podrían limitar la cantidad de guardaespaldas de cada diputado, también deberían limitar los viajes legislativos y la cantidad de viáticos que estos requieren o, ¿por qué no?, eliminar de raíz los teléfonos celulares y vehículos de los que hace uso la junta directiva de la Asamblea Legislativa. Estamos hablando de eliminar todos los privilegios que han existido siempre en la Asamblea Legislativa, de ahorrarle dinero al Estado y que este se direccione hacia donde debería estar: en la gente. Solo esto, sin duda alguna, sí sería saldar una deuda histórica. Sobre estos privilegios legislativos es importante tener muy presente que no solo no los eliminaron y ahora hacen uso de ellos, sino que también los comparten con los que alguna vez llamaron “los mismos de siempre”. Gallegos, Serafín Orantes, Reynaldo Cardoza y Carballo no les acompañan en las votaciones gratuitamente.

Con 56 votos también se pudiese reformar el reglamento interior de la Asamblea Legislativa para que las elecciones de segundo grado (magistrados, procuradores y fiscal) no respondan a cuotas políticas, aunque con el golpe a lo judicial y a la FGR que sucedió el 1-M, ya dejaron de responder a cuotas políticas; hoy ese proceso responde a una sola persona. Con 56 votos se pudieran crear al interior de la Corte Suprema de Justicia, tribunales especializados en anticorrupción, o dotar al Tribunal de Ética Gubernamental de mayor margen de acción para castigar los casos de nepotismo y conflictos de interés, o también garantizar autonomía al Instituto de Acceso a la Información Pública. Pero nada de esto pasó y tampoco sucederá porque han dinamitado a todas estas instituciones. Con 56 votos podrían ponerle un techo al gasto publicitario que realiza el Estado, formular un pacto fiscal diverso e integral, congelar aumentos salariales de los que abusan algunos funcionarios, impulsar una reforma educativa, aumentar el presupuesto de la UES, regular el uso de los QUEDAN para no ahogar a los emprendedores, crear una política de Estado para promover el uso de energía renovables. En cambio, ha predominado el show político de sus comisiones especiales.

Esta Asamblea Legislativa es la que más podría hacer en cuanto a una legislación con visión de largo plazo. Sin embargo, la historia le está reservando un lugar muy cruel a estos legisladores, un lugar en el que le vendieron sus convicciones políticas a un autócrata, por la efímera popularidad que buscan en TikTok o en un medio estatal, también por la efímera abundancia que encuentran en el salario y privilegios de ser diputado. A otros la historia les guarda un lugar como los peores mercenarios políticos, personas sin escrúpulos y sin empatía. Una aplanadora de 56 votos no es garantía de una legislación efectiva; al contrario, bien podría ser garantía de retrocesos políticos en todos los sentidos. No han cumplido con deudas históricas, más bien sumergen al país en una enorme deuda histórica.

Comunicólogo y político