Átomos y bits

Con esa intuición, la sustitución de átomos por bits como “materia” del comercio a escala mundial, Negroponte y su equipo predijeron lo que para nosotros es hoy cosa de todos los días

descripción de la imagen
Plaza San Marcos. Foto EDH / AFP

Por Carlos Mayora Re

2019-11-15 7:01:01

Claramente, el viejo Heráclito se sorprendería si nos viera: vivimos en un mundo en el que, como él solía decir, lo único permanente es el cambio. Hoy día todo muta a una velocidad vertiginosa, tanta que podemos pensar que no hay nada estable… excepto el cambio.
Estamos en medio de una revolución (la cuarta revolución industrial se le ha dicho) paradójica: su esencia es el cambio y su permanencia depende, justamente, de que el cambio no se detenga. Lo que fue esoterismo digital: términos técnicos complejos reservados sólo para iniciados, es hoy día cultura popular.
La tecnología ha transformado no sólo el modo en que vivimos, sino —más importante aún— ha producido cambios profundos en el modo como percibimos el mundo y, por tanto, en la manera en que construimos nuestras realidades. El tiempo y el espacio no son lo mismo desde que podemos estar “ahí”, simultáneamente, en varios lugares y husos horarios. Desde que la expansión del transporte por ferrocarril a mediados del siglo XIX obligó a la Inglaterra victoriana a tener una hora común y a mirar hacia Greenwich para sincronizar los relojes, ha llovido mucho.
Las diferencias introducidas por la digitalización de la información, el poder actual de las telecomunicaciones y las nuevas formas de relacionarse entre seres humanos y máquinas, han hecho que el mundo actual no sólo sea algo que muy pocos vieron venir hace cincuenta años, sino que además los plazos de las transformaciones se van acortando en un orden inversamente proporcional a los avances tecnológicos.
La tecnología ha transformado —y seguirá haciéndolo cada vez más rápido— todo y todos, forjando un mundo que identificamos por medio de algunas señas de identidad como la digitalización de la información, globalización de las realidades humanas, desmaterialización del comercio y de las relaciones interpersonales, desmonetización de las economías, suplantación del ser humano en tareas repetitivas por parte de Inteligencia Artificial, vulgarización del conocimiento… etc.
Cuando el visionario Negroponte predijo a principios de los Años Noventa del siglo pasado que el comercio mundial —que es la manera humana de relacionarse por excelencia— pasaría del intercambio de átomos: cosas materiales que requieren medios de transporte, consumen energía en su desplazamiento, ocupan lugar, contaminan por emisiones de gases de los motores que los transportan, y obligan a transferir no sólo cosas sino divisas… etc.; al intercambio de información por medios electrónicos (bits, los llama concretamente): realidades inmateriales que no requieren medios de transporte, ni casi energía para su movimiento, ni contaminan más allá del desecho de hardware por obsolescencia; estaba prediciendo la revolución cuyas partes visibles son, entre muchas otras, Uber, Air B&B, Spotify, Netflix, Facebook: novedades omnipresentes independientes de tiempo y espacio, a las que el no tener activos materiales les posibilita el intercambio de bienes y/o servicios entre sujetos que quizá nunca se conocerán personalmente.
Lo actual son plataformas digitales que mueven enormes cantidades de dinero sin la condición de que cambie de mano un solo billete, intervengan bancos centrales de los diferentes países o, en cada vez en más casos, se recurra a una moneda emitida por un Estado soberano.
Con esa intuición: la sustitución de átomos por bits como “materia” del comercio a escala mundial, Negroponte y su equipo predijeron lo que para nosotros es hoy cosa de todos los días: el reemplazo de los intermediarios, entre personas que intercambian bienes y servicios, por plataformas digitales. La creación de “lugares” inmateriales en las que pueden encontrarse oferta y demanda, clientes y proveedores de servicios; en sustitución de las plazas de mercado, las casas de bolsa, los centros de negociación.
Del mismo modo que no pensamos en el aire, hasta que nos falta, hoy día la interconectividad y el mundo digital pueden pasar inadvertidos; pero sin ellos, sería imposible entender el mundo tal cual es.

Ingeniero @carlosmayorare