Prohibido olvidar

No, señores, los que lo vivimos damos fe de que lo único que une a este país son esos Acuerdos de Paz. Pueden llamar a los políticos unos farsantes, si quieren, pero no se vale burlarse de tanto dolor a costa de curules.

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Foto: AFP / Captura de pantalla.

Por Carmen Maron

2021-01-17 6:08:30

Hace unos años, estaba impartiendo la cátedra de ética de la traducción en una universidad de este país. En mi exposición, comencé a hablar de cómo muchas veces había que traducir en lugares donde había temas sensibles, como la Corte Internacional de La Haya….
….De repente vi rostros en blanco, y me di cuenta de que no tenían la mínima idea de lo que era La Haya. Por las siguientes dos horas, intenté que reconocieran algo: la Masacre de los Jesuitas, El Mozote, la ofensiva, Gardner Dunn, Monseñor Romero (unos pocos lo conocían), las juntas de gobierno… al final les pregunté qué sabían de historia de El Salvador. Silencio. Solo un valiente levantó la mano para decirnos “Licenciada, nadie nos enseñó nada”.
Cuán cierto era eso o no, no sé. Y lo digo porque yo, hija de la guerra, de las que fue a votar bajo las balas, de las que se refugió con su familia en un corredor durante la Ofensiva Final mientras atacaban en todas partes, siempre comenzaba los libros desde el final, desde la guerra. Mis alumnos, aun los que son parte del gobierno actual, no lo pueden negar.
Y tampoco creo que algunos puedan olvidar un día de 1990 en que, mientras era maestra en un pequeño colegio, los acompañaba en su clase de natación en el entonces Colegio de Contadores, un cohete impactó la ahora Torre Cuscatlán y las tres maestras que estábamos allí nos lanzamos para proteger a los niños.
Ni creo que puedan olvidar las clases donde repetidamente les explicaba las causas de la guerra en su país: la iniquidad social, la represión, los escuadrones de la muerte, los desaparecidos, las madres con sus velos blancos…
Los cuerpos calcinados a la orilla del camino
Los que de niña vi irse y nunca supe por qué.
Los que capturaron, les vendaron los ojos y los torturaron las fuerzas de ORDEN
Los padres de mis amigos que los mató la guerrilla
Todavía no me recupero de la encerrona. ¿Por qué? Porque cada vez que veía a la FAES me acordaba de un soldado apuntándome con su rifle, de los que nos obligaban a bajarnos para catear el carro, de la vez que se tomaron Naciones Unidas donde mi mamá era funcionaria y yo no supe por horas de ella, si estaba viva o muerta.
Y los cuerpos calcinados
Y la monja llorando en la radio porque habían matado a Monseñor Romero ese marzo de 1980. Y los guerrilleros bajando el volcán ese noviembre de 1989.
Y, repito, los cuerpos calcinados.
Uno de niña es tremendamente adaptativa y resiliente. Uno se acostumbra a vivir sin luz eléctrica por días porque se han volado postes, a ver un asesinato e ir después a una clase de piano y tocar como si nada. Uno crece, y de repente en 1992 ve los Acuerdos de Paz y piensa que la pesadilla ha terminado.
No está de acuerdo con la Comisión de la Verdad pero…la pesadilla ha terminado.
Y se va el último soldado de ONUSAL y uno respira aliviado porque todo ha terminado. Y se queda en su país para construirlo, porque uno ama esta tierra.
Durante los peores días de la cuarentena, cuando se llevaban a la gente a centros de contención o no dejaban salir a nadie , cuando nos obligaron a salir con DUI, cuando veía a mis amigos sin comida a veces, me fui a la casa de mis padres, a quienes igual cuidaba durante el día y para lo cual tenía carta (como en la guerra). ¿Y saben qué hacía? Recostarme al lado de mi mamá, como tantas veces hice durante la guerra. Mi mamá, a quien yo estaba tratando de proteger más del horror del exterior que del virus mismo. De lo que me recordaba a secuestros, y a cárceles clandestinas, de manos en un hotel…
Por eso, todos los años, cuando conmemoramos los Acuerdos de Paz, yo pongo el símbolo de Somos Paz en mi celular. Porque saben, la mujer que tiene tan marcados en su memoria los cuerpos calcinados que vio de niña no era ni derecha, ni izquierda, ni de ningún partido cuando los vio. Y esa mujer no quiere que ninguna otra niña sepa lo que son cuerpos calcinados, o cadáveres llenos de sangre, o madres llorando a sus hijos, o noches enteras de oscuridad y bombas.
No, señores, los que lo vivimos damos fe de que lo único que une a este país son esos Acuerdos de Paz. Pueden llamar a los políticos unos farsantes, si quieren, pero no se vale burlarse de tanto dolor a costa de curules. Porque no desacreditan a los diputados, ni a la Sala. Nos desacreditan a nosotros, quienes lo vivimos, quienes perdimos a seres amados, quienes vivimos una infancia de dolor y miedo.
Si de verdad defienden al pueblo, sepan que más allá de un montón de millennials —algunos de los cuales yo protegí en esa piscina— hay dos generaciones que imperfectamente han vivido sostenidos por esos acuerdos. Y que si lo hacen, van a haber muchos niños que verán cuerpos calcinados y ensangrentados y bombas porque burlarse del pasado, dividir con odio, jamás traerá la paz. País que no conoce su historia está condenado a repetirla. Y estos niños pueden ser los hijos e hijas de cada uno de ustedes que atacan, que suben memes y se rehúsan a conmemorar ese día.
Y nadie quiere eso, nunca más.
Por eso, por el país, pongámonos de acuerdo en algo:

PROHIBIDO OLVIDAR…

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.