El casa ajena, temprano se despierta

Si bien es cierto que el clima político salvadoreño no es el más reconfortante, aún hay tiempo de mejorar nuestra situación y por ello es nuestra obligación educarnos en política.

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Imagen captada en el distrito de al-Salmi, una zona desértica a 120 kms al oeste de la ciudad de Kuwait, muestra la gran conjunción de Júpiter y Saturno. Foto/AFP

Por Jorge Fernando Canizales

2020-12-21 6:37:33

De los errores se aprende. En El Salvador se han cometido y se siguen cometiendo muchas faltas imperdonables en materia política; sin embargo, de cada una se adquiere un poco más de sabiduría y certidumbre. Por ejemplo, como es usual en las democracias jóvenes, El Salvador ha sufrido de muchísima corrupción. A medida que pasan los años y estos delitos son descubiertos por el público, la población aprende a identificar mejor los patrones de corrupción en los funcionarios y empieza a tomar mejores decisiones. Pero, y aquí viene lo interesante, ¿qué tal si pudiéramos aprender de estas situaciones problemáticas de la vida real sin necesidad de padecerlas en carne propia? En las últimas semanas hemos visto un cóctel de acontecimientos políticos que taladró fuertemente en la corteza social de varios estados americanos. Por ello, propongo un breve recorrido por el Continente. Echemos un vistazo a los problemas ajenos con la esperanza de aprender de ellos y se evitar que se vuelvan en el futuro de nuestro país.
Comencemos con Perú. El pasado 9 de noviembre, el Parlamento declaró la vacancia del presidente Martín Vizcarra, destituyéndolo por “incapacidad moral” bajo acusaciones de corrupción. Esto ha provocado grandes disturbios en la población peruana, la cual desaprobó al —ahora ex— nuevo presidente interino Manuel Merino y a la forma en la que procedió el Parlamento, pues las acusaciones no tenían ningún respaldo de la fiscalía del país. En otras palabras, se trató de una decisión despótica, donde uno de los órganos del Estado abusó de su poder para, de alguna forma, dominar al otro —similar a lo sucedido aquí con el Presidente de la República cuando utilizó su poder como comandante de la Fuerza Armada para presionar a la Asamblea Legislativa—.
Para muchos peruanos, la llamada “vacancia” —introducida en aquel país como una forma de evitar que los presidentes desarrollaran tendencias autoritarias—, es ahora una amenaza para la democracia.
En Estados Unidos, de manera populista, Donald Trump hizo de la mentira y la exageración, elementos clave de sus discursos. Por ejemplo, en junio de este año Trump afirmó tener la aprobación del 96% de los republicanos —recordándonos a un famoso 97%—. Sin embargo, para dicho mes, Trump tenía tan solo el 57% de total aprobación por parte de los republicanos; el resto de los votantes de derecha lo reprochaba o lo apoyaba hasta cierto punto solo por no ser demócrata. Así, nos encontramos con la sociedad estadounidense más polarizada de la historia. Ya no se trata de una división entre republicanos y demócratas, sino entre los pro-Trump y los anti-Trump. Inclusive, muchos de los demócratas de corte más progresista no votaron por Biden porque les pareciera un buen candidato, sino porque no votar por Trump era la única forma de “salvar la democracia estadounidense”.
El último país en nuestro itinerario es Guatemala. El 22 de noviembre, la población guatemalteca se organizó en numerosas manifestaciones, en las cuales se presentó brutalidad policial y en una de las cuales desembocó el incendio del edificio del Congreso. ¿La causa? El nuevo presupuesto fiscal para 2021. Para muchas personas, el Órgano Legislativo de dicho país aprobó un documento presupuestario que depende exageradamente de la adquisición de más deuda, con una mala distribución de los montos, que no toma en cuenta los efectos de la pandemia y que prescindió de la opinión pública. Del mismo modo, el presupuesto propuesto de El Salvador padece de una sobreestimación de ingresos, se fía mucho del endeudamiento y asigna un incremento de recursos en sectores prescindibles. Para ambos países, se trata de un plan fiscal insostenible a largo plazo.
En este punto, las similitudes son evidentes. Al igual que estos países, El Salvador sufre de abusos de poder, funcionarios de dudosa moral, una población dividida en seguidores y opositores de un líder populista, malas políticas fiscales y muchos otros problemas que traen consigo el riesgo de abrir las puertas a una crisis institucional.
Si bien es cierto que el clima político salvadoreño no es el más reconfortante, aún hay tiempo de mejorar nuestra situación y por ello es nuestra obligación educarnos en política. Siempre podemos buscar conocimiento fuera de nuestras fronteras y observar los problemas que acontecen en otros países, de esta manera, sabremos si estamos cometiendo los mismos errores y podremos prevenirlos a tiempo. Hay que aprender de nuestros propios errores, pero es mucho mejor aprender de los errores ajenos antes de cometerlos.

Estudiante de Licenciatura en Economía y Negocios, Miembro del Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)