A los que nos enseñan

Los buenos maestros son generosos con sus conocimientos. Intentan trasmitir todo lo que saben y no se guardan nada. Lo que han estudiado y lo que la experiencia les ha dado lo trasmiten sin egoísmo. Abren su mente como alguien que abre un cofre, para que se pueda ver todo lo que está adentro.

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Por José María Sifontes

2019-06-28 5:46:50

Escribo este artículo el 22 de junio, Día del Maestro, y vienen a mi memoria muchos maestros que tuve a lo largo de mi vida. A la mayoría los recuerdo con gratitud y cariño y son muy pocos realmente los que no me despiertan sentimientos positivos. Siento respeto por esta profesión por varias razones, pero principalmente por el sacrificio y la entrega que supone. No cualquier persona puede convertirse en un buen maestro, pues más allá del conocimiento está el arte y también una especial actitud y disposición.

En los cursos de docencia se enseña técnicas que facilitan la organización del material a cubrir, la optimización de los recursos didácticos y los métodos de evaluación más precisos. Pero hay más que eso. Están ciertos atributos individuales que convierten a una persona especializada en cualquier área del conocimiento en un maestro. Desde mi perspectiva y experiencia son los siguientes:

Los buenos maestros son los que tienen la habilidad de hacer ver fáciles temas difíciles. La capacidad de simplificar —y hacer menos complicado el aprendizaje— requiere un gran dominio de los temas y destreza para reducirlos a sus componentes más relevantes. De mentes claras salen explicaciones claras o, como decía un gran maestro, uno puede saber que ha dominado un tema cuando es capaz de explicarlo con caricaturas.

Los buenos maestros son generosos con sus conocimientos. Intentan trasmitir todo lo que saben y no se guardan nada. Lo que han estudiado y lo que la experiencia les ha dado lo trasmiten sin egoísmo. Abren su mente como alguien que abre un cofre, para que se pueda ver todo lo que está adentro.

Los buenos maestros generan pasión en sus estudiantes. Hacen que pasen de la indiferencia a la curiosidad, de la curiosidad al interés y del interés a la fascinación. Se necesita tener un don que haga esta secuencia posible. No hay materias aburridas, lo que hay son profesores aburridos.

Los buenos maestros enseñan a pensar. No se conforman con que los alumnos hayan comprendido un tema. Los estimulan a que lo analicen, opinen y lo critiquen. Solo así nace conocimiento nuevo, descubrimientos y progreso, haciendo la diferencia entre consumidores de información y generadores de ideas.

Todos tenemos talentos, potenciales que pueden desarrollarse o quedarse para siempre ignorados. El poder detectar esos talentos, alentarlos y hacer que logren desarrollar su potencial es una capacidad que requiere una buena dosis de trabajo y una especial disposición. Los buenos maestros generan confianza y estimulan la autoestima de los estudiantes, que son elementos básicos para alcanzar grandes cosas.

Algunos podrán pensar que decir “buenos maestros” es redundante. Estoy claro que el término maestro ya tiene esa connotación especial que diferencia entre el que instruye o trasmite información y el que forma, del que enseña para una situación específica y el que enseña para la vida. Conforme. Usé el calificativo “buenos” simplemente para enfatizar y reconocer a quienes van más allá de lo que el trabajo les exige y ponen interés tanto en compartir conocimientos como en hacernos mejores personas.

Los médicos hacemos el Juramento Hipocrático al graduarnos. Hay en él una frase que me gusta mucho, y que da un justo reconocimiento a los maestros. Con el correr de los años viene a mi memoria con más frecuencia. Dice: “Venerar como a mi padre a quien me enseñó el arte…” ¿Se puede decir algo más?

Médico siquiatra