Pentecostés y los dones del Espíritu Santo

La celebración de Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo es el poder de lucha contra la muerte, contra el mal.

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Por Ricardo Esmahan*

2017-06-05 9:06:29

Pentecostés, palabra cuya raíz viene del griego “penta” que significa cincuenta, y computa cincuenta días después de la resurrección, significando el final de la Pascua. La celebración de Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo es el poder de lucha contra la muerte, contra el mal; es el viento que nos impulsa a recorrer por caminos intransitables para nosotros, el viento que al soplar ayuda a vencer nuestros limites, nos guía dándonos rumbo y dirección, el viento que tiene una fuerza que no sabemos de donde viene y a donde va, y nos da lo necesario para vivir de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros.

El ser humano siempre tiene miedo y éste le acompañará a lo largo de la vida, miedo de las crisis, el dolor, la enfermedad, la soledad, miedo de la muerte. No podemos renunciar a ese sentimiento, pero éste nos hace valientes y fuertes, nos obliga a creer y luchar. Y es el Espíritu Santo el que nos ayuda con sus dones.

Son siete los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

El don de la Sabiduría nos hace entrar en las profundidades de Dios. Por la naturaleza podemos ver a Dios, nos lleva a conocerlo y que se nos quede en la mente. La palabra sabiduría viene de verbo latino “Sapare”, que quiere decir saborear. Ya el salmista nos habla de ello: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”, nos hace saborearlo, no solo que lo entendamos, sino que lo degustemos.

El don de la inteligencia es la luz intelectual para entender las cosas de Dios, vamos entendiendo con la mente, lo vamos intelectualmente digiriendo. Nos hace entender y experimentar las palabras bonitas del evangelio y las palabras fuertes. Nos aclara que Dios es amor y lo que significa el perdón.

El don de consejo es para saber qué tenemos que hacer en nuestros momentos de miedo. Tenemos que desarrollarlo, pedirle al Espíritu Santo el don de consejo para saber con certeza lo que debemos hacer; sobre todo en circunstancias difíciles, en las que no bastan las luces de nuestra prudencia humana. Este don de consejo permite saber qué quiere Dios de nosotros. Muchas veces es difícil tomar decisiones y siempre andamos con inseguridades al actuar. Escucha el consejo.

El don de fortaleza. Por lo general no es que seamos malos, pero sí muy débiles. Queremos ser pacientes y nos domina la ira, queremos ser constantes, pero abandonamos lo emprendido, queremos ser cumplidos y a todos les fallamos. Queremos ser castos y no siempre lo logramos, queremos ser serviciales y somos egoístas. En fin, ¿quién no ha experimentado sus propias debilidades?

El don de la ciencia es la capacidad de descubrir a Dios a través de las circunstancias y de todo lo creado. Descubre nuestra pequeñez, nuestras limitaciones e inconstancias, nos libera de la fascinación que ejerce sobre nosotros el mundo, la carne y el orgullo, con su sed de poder, de fama y de riqueza. Nos revela que todo es vanidad de vanidades y que nada vale la pena. San Agustín buscó saciar su sed de felicidad en el mundo; pero al fin, iluminado por el don de ciencia, comenzó a buscarla en Dios.

El don de la piedad nos ayuda a intensificar la relación con Dios, hecha de agradecimiento, cariño, ternura, benevolencia y disponibilidad. Nos ayuda a ver con buenos ojos a todos los hijos de Dios.

Temor a Dios, tener miedo de nuestras debilidades y no poder corresponder al que nos ama.

*Columnista de El Diario de Hoy.
resmahan@hotmail.com