Las TIC (tecnologías de la información) y la educación

Son instrumentos poderosos. No más, no menos. En el mejor de los casos facilitan, pero no sustituyen el esfuerzo personal requerido para el aprendizaje.

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Por Jorge Alejandro Castrillo*

2017-03-17 9:59:07

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), son tremendamente poderosas y ha sido inevitable que invadan todas las esferas de nuestra vida, pero ¿son tan eficaces para la educación de nuestros jóvenes y niñas como sus promotores afirman ? Tengo mis reparos.

Para empezar advierto un gran riesgo. Para los mayores de 35 años, las computadoras personales, las portátiles, las tabletas y los teléfonos inteligentes, desde el principio, representaron instrumentos de trabajo a los que accedimos luego de haber aprendido a trabajar en otros instrumentos mecánicos y eléctricos más sencillos, que demandaban más de nuestro tiempo y esfuerzo para terminar las actividades de trabajo para las que nos ayudaban.

Los menores de 20 años, en cambio, nacieron con ellos. Como niños, su primer contacto fue lúdico: aprendieron a usarlos jugando (viveza de sus promotores para incrementar sus ventas). Esos menores ni siquiera logran entender el comentario, pretendidamente jocoso, del adulto que dice “… y también sirve para hablar por teléfono” refiriéndose al casi mágico instrumento que porta y que aún emplea preferentemente para comunicarse: como teléfono, para enviar documentos, correos y mensajes. Toma fotos solo de vez en cuando.

Para los menores, en cambio, los usos más frecuentes del mismo aparatito son: oír música, jugar “jueguitos”, ver vídeos, mantenerse en contacto con el mundo virtual (acaso también con algunos de sus conocidos) por varias de las redes sociales existentes (FB, Ask, WhatsApp, Pinterest, Snapchat y otras), para comprar entradas al cine, a espectáculos, para comprar ropa, comida, boletos aéreos, reservar cuartos de hotel y no sé cuántas otras cosas más. Estudiar y aprender en ellos les debe resultar tan extraño como si a nosotros nos hicieran estudiar o leer en un cine o en una cafetería en lugar de en nuestro escritorio o en una biblioteca. ¡Debe resultar muy difícil estudiar concentradamente a “un click de distancia” de donde están acostumbrados a divertirse!

Cuando, para elaborar un trabajo, usted consultaba varias fuentes, se obligaba a leer, entender y resumir los argumentos de los autores citados. ¡Jamás se le habría ocurrido copiar simplemente lo que otro decía sin reconocer que aquél (y no usted) lo había dicho antes! En otras palabras, no existía el copy-paste de la actualidad que tantos estragos ha causado en tareas académicas. Se sabe de casos de autores famosos que, por descuidados, enfermos o distraídos, han dejado que sus asistentes jóvenes escriban colaboraciones en su nombre, con muy tristes resultados cuando se descubre el plagio.

La red informática mundial, o internet, es fabulosa: ha puesto miles de autores, obras y producciones a solo “un click de distancia”. Pero nuestros estudiantes no siempre son eficaces en el arte de saber “navegar” en la red, como lo he constatado en bachillerato y universidad y, como sabemos, ¡los peligros a que se exponen son numerosísimos también!

Finalmente, apunto a la competencia básica que se requiere para el progreso académico: saber leer y comprender lo leído. Ellos dicen ???me permito dudarlo– ser capaces de leer libros de textos enteros en sus pantallas, tirados en sus camas (con otras siete ventanas abiertas y activas: una de ellas de música). Nosotros preferimos el texto impreso, la silla, el escritorio con buena iluminación y el silencio para concentrarnos. Nuestros libros de textos tenían “llamadas” y “notas a pie de página” que consultábamos ocasionalmente pero que nunca eran ni tan amplias ni tan atractivas para perdernos; los hipertextos actuales (textos con vínculos a otros textos, videos o diversos materiales de apoyo) son una belleza, pero un peligro para la concentración.

El lugar de las TIC en educación deberá ser el de toda tecnología: instrumentos útiles que apoyan, ayudan, colaboran, con el aprendizaje. Son instrumentos poderosos. No más, no menos. En el mejor de los casos facilitan, pero no sustituyen el esfuerzo personal requerido para el aprendizaje. La labor del tutor o docente sigue siendo, desde mi perspectiva, la piedra sobre la que deberá edificarse la iglesia de la educación. Y es una iglesia a la que debemos apoyar todos. Con urgencia.

De nuevo: son las personas las que hacen la diferencia, no las máquinas ni la tecnología.

*Psicólogo y colaborador de
El Diario de Hoy.