Enseñar a soñar

La capacidad de soñar que daríamos por asumida y hasta pensaríamos es gratis, resulta que no es. Cuando las condiciones de pobreza son tales, soñar es también un lujo inalcanzable.

descripción de la imagen

Los centros escolares interesados en ser parte de la competencia tienen como fecha límite para la inscripción hasta el 22 de mayo.

/ Foto Por Cortesía

Por Cristina López*

2016-11-27 4:45:00

“Creer que nuestro mundo puede ser diferente es fundamental para transformarlo”, dice Carolina Rovira cerca del final de su charla de TEDxSanSalvador, en un video que anda dando vueltas en las redes sociales. En los 10 minutos de su plática, Rovira explica las conclusiones de su investigación académica, enfocada en averiguar qué es lo que hace que bajo circunstancias idénticas de pobreza y ruralidad, haya algunas niñas que se quedan y logran terminar la escuela, y otras que no. Rovira encontró que ese factor equis, ese que hacía toda la diferencia entre quedarse o retirarse a una maternidad precoz y un destino de poca formación, era la capacidad de soñar. De verse, en el futuro, graduada y alcanzando metas por medio de la educación.

La capacidad de soñar que daríamos por asumida y hasta pensaríamos es gratis, resulta que no es. Cuando las condiciones de pobreza son tales, soñar es también un lujo inalcanzable. Y resulta que soñar, para las niñas que logran terminar la escuela en condiciones económicas deplorables, se vuelve una suerte de gasolina. Rovira explica que tres factores, el ejemplo de un modelo a seguir (un pariente que haya logrado una hazaña académica parecida), un mentor o un maestro que haya inspirado y una comunidad que enseñe que hay más mundo fuera de las circunstancias en que se encuentran, son incubadores de esta capacidad de soñar. 

Rovira quizás no lo sabe, pero ella fue uno de estos factores que ella ahora estudia para muchas personas en circunstancias totalmente diferentes. En la ESEN la conocíamos como “la Caro” y era una de las cuantas ex-alumnas ESEN convertidas en docente joven después de haber vivido fuera y alcanzado su postgrado. Tenía fama de “yuca”, cosa que experimenté en mi primera semana de clase cuando la hice perder la paciencia en Mate 1, contestándole supersegura de mí misma a su pregunta de “cuál es la mitad de un medio” que un medio ya era la mitad. Me sacó de clase “por chistosita”. En tercer año llevé su clase de políticas públicas, donde sus famosos exámenes con la simple indicación de “Comente” nos hacían llenar páginas enteras de ensayo. De esa clase, su capacidad de presentar problemas sumamente complejos de políticas públicas y los diferentes métodos de pensar al respecto sin jamás dar indicios de su posición personal, son una de las cosas que siempre voy a encontrar más impresionante. Muchos profesores en universidades extranjeras de renombre son incapaces de hacer eso: de enseñar a pensar sin influenciar los resultados.

La Caro quizás no sabe, pero a mí, me cambió la vida. Después de ese curso, empecé a ver mi carrera menos como la herramienta que me podría dar de comer y más como (¡quizás!) algo que podía usarse para cambiar cosas específicas que (¡quizás!) podían mejorar el país y (¡quizás!) el mundo. Empecé a pensar que quizás podía empezar a escribir al respecto. Quizás podía influenciar a los políticos. Quizás, después de todo, eso de ser abogado no era lo mío y quizás no ser tan buena en mate no debería ser impedimento si aprendía a pensar en los problemas del mundo desde la perspectiva de las políticas públicas. A escribir desde la perspectiva de las políticas públicas. A entender que al final, detrás de estos problemas que nos quitan el sueño hay niñas como las que la Caro se puso a estudiar, para averiguar cómo podemos lograr que se eduquen. Gracias a la Caro, empecé a hacerme estas preguntas y a veces a contestarlas, y ahora, desde mi carrera escribiendo sobre política, a presionar a otros para que las contesten o resuelvan, a veces con éxito. Y sé que otros ex-ESEN en posiciones de influencia la usan para mejorar el mundo, para buscar a veces más justicia, o pelear contra el status quo por un poquito más de igualdad. Y jamás lo hubiéramos hecho si la Caro en específico, o si la ESEN en general, no nos hubiera enseñado a creer que (¡quizás!) podemos cambiar el mundo, y que (¡quizás!) es nuestra responsabilidad. Gracias, Caro.
 

*Lic. en Derecho de ESEN 
con maestría en Políticas Públicas
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg