Carta a los ‘Goebbelcitos’

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Paolo Lüers. Foto EDH/ archivo

Por Paolo Luers

2020-10-19 5:22:04

Siempre citan de Joseph Goebbels, al quien presentan como el “ideólogo del régimen nazi”, su famosa frase: “Una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad.” Falso. Es el sueño de los Goebbels del mundo, pero no la verdad.

Como muchos de mi generación de alemanes que crecimos inmediatamente después de la dictadura de Hitler y de la Segunda Guerra Mundial que provocó, estudiamos bien el carácter del Nacionalsocialismo, porque de nosotros dependía garantizar que no vuelva a levantar la cabeza.

Así que voy a hacer dos correcciones importantes. Primero, Goebbels no fue ningún ideólogo, él fue el ‘Ministro de la Iluminación del Pueblo y de Propaganda’ (Minister fúr Volksaufklärung und Propaganda), al cargo del aparato estatal de desinformación y guerra sicológica.

Ideología es otra cosa más seria y compleja que propaganda. Ideología es un acto intelectual, propaganda es la mecánica repetición de mensajes simples.

Con lo que llegamos al segundo punto que hay que corregir: No es cierto que repitiendo una mentira mil veces ella se convierte en verdad. Puede llegar a convertirse en la verdad oficial, a la cual nadie cuestiona. Pero esto no pasa simplemente por la eficiencia del aparato de propaganda, tampoco por repetir millones de veces la misma mentira.

Esto pasa solamente, cuando el aparato de propaganda del estado al mismo dispone y hace uso de un aparato de represión que se encarga que nadie se atreve a cuestionar la verdad oficial.

Sin la labor sistemática de espionaje política a manos de la Gestapo y sin la represión masiva y letal a manos de la SS y de las turbas paramilitares de la SA, el propagandista Goebbels hubiera sido simplemente un hombre perturbado predicando odio y difundiendo las mentiras más locas…

El Estado nazi (como cualquier otra dictadura) no estaba por la fuerza de las palabras o su repetición convenciendo al pueblo, sino lo estaba obligando, con la fuerza de los fusiles y de la amenaza de los campos de concentración, a dejar de cuestionar las verdades oficialistas.

Ningún movimiento con vocación demagógica y autoritaria, y ni siquiera un aparato del Estado en manos de un movimiento de esta vocación, puede convertir mentiras en verdad por la pura repetición, si no tiene el poder de represión para imponer sus verdades oficiales.

Primero tendrían que desmontar el Estado de Derecho. Tienen que tener el poder de callar a las voces disidentes y a meter miedo a los ciudadanos escépticos y críticos que ponen en duda las verdades difundidas por el gobierno.

Ojo: Los nazis de Adolf Hitler no llegaron al poder por la eficiencia de su propaganda, sino por el terror que impusieron sus paramilitares de la SA y por sus alianza con la oficialidad prusiana, los banqueros y los industriales.

Nosotros tenemos un gobierno que con fondos públicos (que teóricamente están para mejorar los servicios de salud, vivienda, agua, educación de la población o para invertir en la recuperación de la economía) está construyendo un aparato formidable de propaganda oficialista. Ya están repitiendo las mismas mentiras miles de veces por docenas de medios.

Sin embargo, ¿cómo van a imponer sus verdades, si no han podido destruir al sistema pluralista, al Estado de Derecho y la división de poderes? Mientras preservemos nuestras libertades, no podrán usar la represión para imponernos la verdad oficialista.

Entonces, los ‘Goebbelcitos’ de ellos (un tal Ernesto Sanabria, más conocido como ‘El Brozo’, o un tal Walter Araujo) no son más que unos hombres perturbados predicando odio y difundiendo las mentiras más locas.

Esto no significa que no sea peligroso lo que hacen. Causan problemas de intoxicación del ambiente cultural del país. Y donde es más peligroso este aparato de verdades oficiales, es en el campo de la malversación de fondos públicos, porque desvían millones para financiar sus medios oficialistas.

Por esto, que sean la Corte de Cuentas, el Instituto de Acceso a la Información Pública, la Fiscalía y en última instancia el sistema judicial que se encarguen de este aparato de propaganda oficialista.

Saludos, Paolo Luers