Carta de sábado: Noviembre 1989

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La FAES gastará poco más de un millón de dólares en compra de aproximadamente mil chalecos y mil cascos blindados. Foto EDH / Cortesía

Por Paolo Luers

2021-08-06 9:12:56

Estimados lectores:

Con libros me pasa igual que con películas: Si están en boca de todos, no me acerco. Es una maña mía, a lo mejor de mucha arrogancia.

Así que cuando en 2016 salió la novela “Noviembre” del autor salvadoreño Jorge Galán, coincidiendo con toda la bulla sobre el intento de la Audiencia Nacional de España de enjuiciar a los autores intelectuales de la masacre de los jesuitas, ni siquiera la compré. La leí hasta ahora que un amigo me llamó la atención, y me la acabé en dos noches. Ahora entiendo porqué todos hablaron de Galán y “Noviembre”. Es un libro muy bueno. Un libro muy atrevido, porque lo escribió como novela. Los libros de investigación sobre el caso ya estaban escritos (de Theresa Whitfield: “Pagando el Precio”; y de mi buena amiga Martha Doggett: “Una muerte anunciada”). Viene Jorge Galán y dice: Hay mucho más que contar que hechos históricos y jurídicos. Hay un drama humano, dilemas éticos, personalidades complejas. Materia prima para una novela...

Quien esperaba un libro escrito con el dedo índice moral o ideológico, se lleva una sorpresa. Tal vez pasé años sin abrir este libro porque tenía esa sospecha. Ya no aguanto que en un libro me sermoneen. Jorge Galán no lo hace. Demuestra que es un buen narrador. Un contador de historias. Por supuesto que los discursos que predominaron el conflicto político y armado están presentes en esta novela. No podía ser de otra manera. Pero nunca son sermones del autor. Con mucha delicadeza deja a sus protagonistas hablar de los desafíos éticos de este guerra, de las posiciones ideológicas enfrentadas (sobre el imperialismo, sobre el conservadurismo en la Iglesia; sobre la represión, sobre la lucha armada, sobre el peligro comunista...). Los protagonistas tienen sus principios e ideologías. Si no las tuvieran, no fueran auténticos personajes de los años 70 y 80. Me imagino que Jorge Galán, el escritor educado en la UCA, también las tiene, pero nos hace el favor de no manifestarlas directamente. Gracias, Jorge...

No hay nada en esta narración que nos agarre de sorpresa, ninguna revelación espectacular. Demasiado ya sabíamos durante años sobre Rutilo Grande, Oscar Arnulfo Romero, Ignacio Ellacuría, Martín Baró, Segundo Montes y Chema Tojeira que son los personajes de esta novela – el último como segundo (o tal vez principal) narrador, los otros como figuras que la trágica muerte ha convertido en leyenda. El principal logro literario de Jorge Galán es que a estos personajes legendarios los puso en un plano humano, con sus contradicciones, miedos y errores.

La novela no deja ninguna duda de quiénes tenían la responsabilidad de la masacre de los Jesuitas. Pero en fin, esto ya lo sabíamos. Nadie nunca tuvo ninguna duda que fueron los miembros del Alto Mando militar que dieron las órdenes. Hubiera sido ridículo tejer una trama policíaca de “¿Quién fue?” alrededor de este caso. Jorge Galán no convierte este hecho histórico de la culpabilidad en una revelación, sino pone en el centro de su novela los métodos que emplearon los responsables (y sus padrinos norteamericanos) de encubrir su culpa.

Lo único realmente sorprendente de la novela es que pone a Alfredo Cristiani a acusar a sus propios militares de haber asesinado a Ignacio Ellacuría y los demás. En el contexto de las situación histórica de este noviembre 1989 --con la ofensiva guerrillera, pero también con el anuncio de Cristiani de buscar una salida negociada a la guerra-- esto parece lógico. No sorprende y es totalmente creible que el ex presidente asegura que no tuvo conocimiento del plan militar para cometer esta masacre. Es más, todos los elementos anteriormente narrados por Galán ya dejaron manifiesto que el operativo militar tenía un sólo objetivo: eliminar a Ellacuría, por su rol fundamental de mediador en el proceso de paz, y por su decisión de apoyar a Cristiani a cumplir su promesa de paz. Los demás víctimas estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado y tuvieron que ser asesinados para encubrir el hecho central: la eliminación de Ignacio Ellacuría.

Es interesante que Jorge Galán no menciona, ni con una sólo palabra, el dilema de la amnistía – tan discutida tan controversialmente en el país por ya 30 años. Luego de leer el libro, tiendo a pensar que el autor, igual que yo, no ve que la amnistía fue un obstáculo para saber qué pasó y para identificar y condenar a nivel moral al responsable: el militarismo. Los coroneles no fueron condenados, pero el militarismo no sólo fue condenado, sino fue erradicado de la realidad nacional de la postguerra. Que ahora viene de vuelta en otra forma, es otro cinco.

 

Recomiendo la lectura de “Noviembre” y felicito a Jorge Galán.

 

Saludos, Paolo Luers