Carta al señor N.: Se pasó de la raya

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Paolo Lüers. Foto EDH/ archivo

Por Paolo Lüers

2021-02-01 3:35:48

Presidente:
Usted es incapaz de entenderlo, pero el atentado del domingo contra los activistas del FMLN fue un atentado contra la más valiosa lección que el pueblo salvadoreño sacó de los años de guerra, insurrección y represión: nunca más permitir violencia política. Nunca más permitir que se use la violencia para llegar al poder o para defenderlo.

Usted quiere borrar esta lección de la conciencia de la sociedad. Su discurso de odio ha tenido “éxito”: dos muertos.

Esta lección la aprendimos a costa de 80,000 muertos. Por eso cala en la conciencia colectiva de los salvadoreños tan fuerte que se ha convertido en un tabú, en una raya que la sociedad no permite sobrepasar. A nadie. Ni al presidente.

Hemos sufrido cualquier tipo de violencia, y en exceso: violencia contra mujeres y niños; violencia de pandillas; violencia de exterminio de pandillas; violencia social que causó olas de migración; violencia policial. Pero a diferencia de la mayoría de los países de la región (de México hasta Colombia, pasando por Nicaragua, Guatemala y Honduras), no hemos tenido atentados políticos. No hemos tenido asesinatos de periodistas. No los hemos tenido por una simple razón: la sociedad ya no tolera la violencia política. 

Usted piensa que toda la transición de la guerra a la paz ha sido un pacto entre cúpulas negociando sus propios intereses. Cada uno juzga por su condición. Pactos oscuros es lo único que usted se puede imaginar. Nunca va a entender que detrás y debajo de las negociaciones de paz hubo procesos profundos de aprendizaje y de maduración de toda la sociedad. Fue tan contundente la coincidencia entre los más opuestos sectores sobre la necesidad de erradicar, de una vez por todas, la violencia como instrumento político, que la sociedad pintó una raya que ya nadie podía sobrepasar sin pagar un alto costo y sin despertar la condena unánime de todo el espectro social y político del país.

Con su prédica del odio, de división y violencia, usted ha pasado esta raya. Pero no solo es el lenguaje violento que usted promueve. Atentados físicos tan grotescos como abrir fuego contra 20 activistas en un camión sólo son posibles porque usted, desde la presidencia de la República, ha declarado nulo y una farsa el acuerdo de toda una nación de abolir la violencia en la política. Usted y sus lugartenientes Walter Araujo y Guillermo Gallegos han pasado la raya, y han abierto nuevamente espacio para la violencia política. Tienen tanta o más culpa que los gatilleros.

La última vez que alguien se pasó de esta raya fue el 5 de julio del 2006, cuando un comando vinculado al FMLN abrió fuego contra unos policías, asesinando dos agentes. La condena fue tan unánime y tan rigurosa que el FMLN tuvo que depurarse de sectores violentos, y lo hizo de verdad. Muchos piensan que la crisis que provocó el 5 de julio fue resuelta en las negociaciones entre Tony Saca y José Luis Merino, que sí fue un pacto de corruptos garantizándose mutuamente impunidad. Pero no fue así: la crisis se resolvió porque todos los sectores políticos, sociales e intelectuales del país condenaron el atentado y reafirmaron su compromiso con la no violencia política. La sociedad volvió a pintar con claridad la raya y tuvieron que pasar 15 años hasta que nuevamente dirigentes irresponsables como usted comenzaron a provocar y legitimar la violencia política. Esta vez desde la supuesta altura de la presidencia.

El resultado: un caldo de violencia en las redes sociales, sistemáticamente preparado por sus equipos de propaganda y guerra psicológica, que de repente, al calor de la campaña electoral, trasborda a las calles y vuelve a cobrar vidas.

Quien se pase de esta raya y va contra la historia, que se atenga a las consecuencias y pague el costo. La sociedad se lo va a cobrar. Para usted, ciudadano Bukele, la raya que ha pasado puede ser el ‘punto sin retorno’, la famosa pesadilla de los pilotos: demasiado tarde para frenar y sin suficiente fuerza para despegar: choque contra la pared de la realidad. 

Saludo, Paolo Lüers