Ciudad del Cabo: cuando el agua potable se acaba en una gran urbe

Se hace todo lo posible por retrasar el “Día Cero”, cuando los grifos de agua se cierren y comience el racionamiento.

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Por Redacción EDH

2018-03-30 6:22:43

Cualquier persona puede incomodarse por no tener energía eléctrica y sufrir por no tener a su disposición cargadores para su teléfono móvil, por las noches deberá acostumbrarse a vivir en penumbras y tampoco podrá hacer uso de su computadora o de su TV.

La gente incluso podría acostumbrarse a vivir sin gas para cocinar sus alimentos, pero para lo que la humanidad jamás podrá estar preparada es para sobrevivir sin agua potable.

Este es el problema a que en un par de meses enfrentará Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más importante de Sudáfrica, debido a que los tres años de sequía que le han afectado ha secado las presas hidroeléctricas y ha disminuido el nivel de los reservorios de agua.

De hecho, desde el pasado 1 de febrero el límite de consumo de agua en esa ciudad es de 50 litros por persona y día. Quienes se pasan de ese límite y no cuentan con el medidor correspondiente en su hogar, pueden hacerse acreedores de una multa de hasta $862.65 (700 euros).

Mucho ha intentado la urbe sudafricana para evitar el llamado “Día Cero”, una normativa que obligará a que cuando el nivel de las presas llegue a un 13.5%, se interrumpa el servicio de agua en gran parte de las zonas residenciales y comience la escasez de agua.

Sin embargo, si los niveles en las presas no mejoran, las autoridades pronostican que a partir del 12 de abril la gente tendrá que acudir a uno de los 200 puntos de distribución de agua, que se abrirán en la ciudad para recoger un máximo de 25 litros diarios.

Ciudad del Cabo es la primera gran ciudad que enfrenta esta dificultad, y si bien es cierto que esta sequía es el resultado de una mala administración de políticas públicas por la peor sequía del siglo en la región, también es cierto que es una realidad que afrontan miles de grandes urbes porque aunque hay suficiente agua en la Tierra -75% de la superficie de nuestro planeta está cubierto de agua y contamos con grandes cantidades en el subsuelo- el problema es que no toda el agua es “pura”; la limpia y potable es cada vez más escasa y se vuelve complicado llevarla a las grandes ciudades y abastecer la necesidad de toda la humanidad.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), actualmente mil 800 millones de personas usan una fuente de agua contaminada por materia fecal, lo cual las pone en riesgo de contraer enfermedades como la cólera, disentería, el tifus, o la polio; en donde más del 80 por ciento de las aguas residuales que se generan, vuelven a los ecosistemas sin ser tratada ni reciclada.

La ONU señala que cerca de 1,900 millones de personas viven con escasez de agua y para el 2050 se estima que esta cifra se incrementará a 3 mil millones.


La gente recoge agua potable de las tuberías alimentadas por un manantial subterráneo, en St. James, a unos 25 km del centro de la ciudad, mientras la ciudad lucha contra su peor sequía en un siglo. / AFP PHOTO / RODGER BOSCH

Racionando el agua

De acuerdo con el periódico ABC, el compromiso de los habitantes está dando sus frutos. Ciudad del Cabo ha reducido el consumo de agua más de un 50% en tan solo tres años, pasando de 1,200 millones de litros al día en 2015 a 516 millones en febrero de 2018. Así, el consumo diario por persona se ha reducido hasta los 50 litros, un hito significativo frente al resto del país, que consume de media 235 litros (muy por encima de los 173 litros de media a nivel mundial).

El objetivo de Ciudad del Cabo es reducir su consumo diario a 450 millones de litros. “Esta crisis es una oportunidad para tomar conciencia sobre la cantidad de agua que desperdiciamos; espero que no se nos olvide y si todos hacemos el esfuerzo, y somos creativos, podemos conseguirlo”, dice Luca de Tena a ABC.

Este esfuerzo colectivo ha conseguido retrasar el “Día Cero” hasta el año 2019. Llegados a este punto los ciudadanos deberán hacer cola en los 200 puntos de distribución que se ubicarán por toda la ciudad para recibir unos 25 litros de agua diarios. El impacto del cierre de grifos podría ser devastador para la economía, la vida cotidiana y la salud de sus habitantes. La ciudad depende de un sistema de alcantarillado a base de agua y la imposibilidad de vaciar los inodoros provocaría deficiencias en el saneamiento. Esto, unido a una deficiente higiene personal, puede aumentar la propagación de enfermedades potencialmente mortales, especialmente para los residentes más pobres. Además, la escasez de agua puede predisponer a las personas a la deshidratación y golpes de calor.

Golpe a la economía

Los residentes usan más de dos tercios (70%) del agua consumida por la ciudad, pero las restricciones necesarias al consumo no han evitado que la economía se vea afectada.

La agricultura, y especialmente la viticultura, orgullo del país y fuente de trabajo para decenas de miles de personas, se enfrenta a un duro desafío.

El descenso de sus actividades a causa de la sequía contribuyó, entre otros factores, a sumir a Sudáfrica en una recesión “técnica” a principios de 2017. El sector ha crecido desde entonces y la región ha podido respirar un poco.

A principios de este año, las estimaciones apuntaban a que la turística ciudad, la segunda más poblada de Sudáfrica, tendría que interrumpir el servicio normal de agua en marzo.

En 2016, la región del Cabo produjo por sí sola el 20% del vino y el 15% del zumo de fruta consumido en el resto de países africanos. Las viñas atraen igualmente a la región a un alto número de visitantes extranjeros, cuyo aporte es vital para la economía: 300,000 personas de la región viven del turismo.

La sequía también afectó al sector de las obras públicas. Algunas obras solo pudieron terminarse con agua traída desde lejos, mientras que otras quedaron simplemente suspendidas.

Siempre ha habido sequías, algunas muy prolongadas. Con el cambio climático, empero, seguramente habrá más y en sitios insospechados. Hace ya algún tiempo que se habla de que las guerras del petróleo darán paso en el siglo XXI a las del agua. – Agencias