Hace quince días, Kevin Molina desayunaba junto a su familia cuando, unos ladridos interrumpieron el sermón de su iglesia que veían desde una laptop. Salió a la calle y tras buscar confundido, detectó que el ruido salía de un tragante que está enfrente de su casa.
Toda la mañana pasó dudando sobre qué hacer. El ruido era intermitente, pasaban hasta cuarenta minutos en los que no habían señales de vida. Sus familiares y amigos le decían que quizás el can ya había sido rescatado. Pero llegó medio día y los ladridos se seguían escuchando cada cierto tiempo.
Su intención inicial era entrar a la alcantarilla, pero no contaba con lámparas lo suficientemente fuertes. Entonces, hizo un video y lo mandó a un grupo de Whatsapp para que sus amigos le dieran ideas. Algunos le tomaron importancia y otros hasta le hacían bromas, no fue productivo, decidió ponerlo en redes sociales.
Alguien le recomendó que llamara a Bomberos. “El señor que me contestó, siendo sincero, mostró interés, pero al mismo tiempo me dio a entender que Bomberos tiene mejores cosas que hacer”, recuerda Molina. Cuando casi perdía las esperanzas, un viejo amigo le escribió para decirle que tenía un contacto en Comandos de Salvamentos y que llegarían para ayudarle.
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Durante la tarde, tras más de seis horas desde que habían escuchado por primera vez los ladridos, el grupo de rescate de Comandos de Salvamento llegó hasta el lugar. El rescatista Kelvin Valladares recuerda que tuvieron que buscar en varios tragantes con la ayuda de una cámara de sonda.
Descendieron en una bóveda principal de 10 metros para aproximarse al ruido. Allí determinaron que provenía de otra tubería horizontal a la mitad del pozo, a unos cinco metros de profundidad. Se acercaron a la perrita y cuando lograron establecer confianza con el animal, le pusieron arnés para iniciar el ascenso.
Ese momento quedó registrado en un video que días después alcanzó miles de vistas en redes sociales. Valladares relata que la perrita “se encontraba asustada, deshidrata y muy triste. Calculo que tenía unos tres días de estar allí”, menciona el rescatista.
Molina decidió adoptar a la perrita, a quien ha bautizado con el nombre de Osa. Para él, hay dos teorías de cómo ella llegó hasta allí. La primera es que cayó involuntariamente, la cual ve muy poco probable por el tamaño de las rejas. La segunda es que alguien la abandonó porque ya no se quería hacerse cargo de ella.
Durante la semana, Molina llevó a Osa a la veterinaria para que le realizaran una evaluación. Tenía ácaros en las orejas y garrapatas en todo el cuerpo. Además, tiene pendiente una segunda visita para ponerle todas las vacunas. El hecho de que se tratara de una cachorra, de aproximadamente 4 meses, es una bendición más para este nuevo amo que espera cuidarla para toda la vida.
Un grupo de rescatistas de animales unieron fuerzas y crearon la campaña Pancitas Llenas SV, con el objetivo dar comida a los animales de la calle, a través de donaciones durante la cuarentena por el coronavirus.