Emma Valentina Iglesias, piloto de la Fuerza Aérea Salvadoreña. Foto EDH/ Huber Rosales
“Siempre me llamó la atención el sonido que hace el rotor de los helicópteros UH1H”, explicó la teniente y piloto de aviación Emma Valentina Iglesias, con una ilusión en los ojos.
Emma Valentina recordó que durante un día de adiestramiento en la Escuela Militar, aterrizó una de esas máquinas que tanto le atraen, y, para su sorpresa, una mujer era parte de la tripulación. “Ese día pensé en la posibilidad de ser piloto de la Fuerza Aérea Salvadoreña”, relató.
Para la experta en aviación, eso de ser militar no le viene difícil, ya que su padre también cursó la carrera de las armas. Aunque lo trae en los genes, Emma Valentina explicó que a su padre no le cayó en gracia la noticia de su vocación, que para algunos no encajaba con el perfil de una mujer. “No es muy usual en las mujeres, sin embargo ya las 150 horas de vuelo en mi carrera hablan mucho de mi persona y mi experiencia”, señaló.
Hace cuatro años que Emma Valentina se graduó de la Escuela Militar como piloto. Con cuatro años de experiencia, el camino recorrido ha tenido sus momentos de dificultad, pero le queda la satisfacción de que se abrió un hueco en el mundo de la aviación, generalmente destinada para los hombres.
“Hay muchas mujeres en la Fuerza Armada y en otras áreas donde difícilmente se veía una mujer”, explicó.
Explicó que una de sus mayores satisfacciones fue el día en que “me colocaron mis alas de piloto, mis horas de estudio y desvelo valieron la pena. Aquella mujer que se bajo del UH1H fue la inspiración que me volvió una profesional de la aviación”.
Su forma de volar fue de las cosas que llamaron la atención de sus instructores, pues las destrezas las realizaba como si detrás del volante estuviese el más experimentado de los aviadores. “A mi instructor le pareció esa actitud y destreza con la que me desempeñaba pilotando el helicóptero”, aseguró con satisfacción.
Ahora se dedica a realizar vuelos de evacuación en coordinación con el Comando de Fuerzas Especiales (CFE), además de los bambi bucket, que son vuelos donde se transporta agua para apagar incendios. Ella es de las pocas oficiales que están activas y la primera de la lista para actuar en cualquier emergencia, según explicó.
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Participará, además, como copiloto de helicópteros en las operaciones de paz de la Fuerza Armada de El Salvador con la ONU, y formará parte del contingente que partirá a Mali como copiloto de la unidad de helicópteros armados “Gavilán”. El contingente esta formado por 63 personas, entre ellas 13 pilotos. Emma Valentina sigue recordando, hasta el día de hoy, a aquella mujer que bajó del helicóptero UH1H, como un imagen indeleble en la historia de su vida.
Rebeca Abigaíl Hernández, mecánica
De enfermera a aprendiz en un taller de autos
Rebeca Hernández , mecánica. Foto EDH/ Huber Rosales
A Rebeca Abigaíl Hernández le tocó suspender su trabajo de enfermera por un capricho del destino: su hermano enfermó de apendicitis y ella era la única que podía cuidarlo. Nunca imaginó que esos azares le dieran un giro a su vida, para cambiar los hospitales por un taller de mecánica automotriz.
“Mi mamá ya no está con nosotros y tuve que tomar la decisión de cuidar a mi hermano”, comentó.
Con el tiempo, Rebeca tuvo que aceptar el trabajo como ayudante de mecánico que le brindaba un vecino. “Me dijo que si quería trabajar como ayudante de él, pero como yo nunca me he negado a las oportunidades, acepté porque además era conocido de mi padre, quien también es mecánico”, relató.
Fue entonces que su curiosidad hacia ese mundo de reparaciones automotrices se fue acrecentando. Mientras más escuchaba de términos relacionados con la mecánica, más le crecían las ganas de aprender el oficio. Y en serio.
Abigaíl se metió, entonces, a estudiar un técnico de mecánica general en Instituto Salvadoreño de Formación Profesional (Insaforp), pero no se quedó allí, pues continuó con un diplomado en ajuste y reacondicionamiento de motor.
“Cada vez quería saber más, porque yo estaba como ayudante y me dije que no es posible que me quede así nomás, y mejor estudié para saber más”, contó la experta en mecánica general.
No oculta que, al principio, aprender el oficio le costó, sobre todo porque tuvo que aprender a “bajar” los pesados motores de furgones y cabezales, pero “claro, con el tiempo y la técnica todo se ajusta y seguimos trabajando”.
Eso sí, considera que entre la enfermería y la mecánica no hay diferencias abismales. A su juicio, ambas profesiones pueden salvar vidas humanas, porque en ambos trabajos, si se aplica mal un remedio, se pueden ocasionar daños irreparables para las personas.
Al final, relató que la relación con sus compañeros es de respeto. “Nos llevamos bien y siempre me pasan diciendo que siga adelante y que si ellos pueden, ¿por qué yo no?”, relató, desde las instalaciones del Taller Romano, ubicado en la 17 avenida Norte, entre la 27 y 25 calle de la colonia Layco, donde atiende de lunes a sábado.
Ana Vaquero, mantenimiento de aire acondicionado
“Soy una persona a la que le gustan los retos”
Ana Vaquero, se dedica al mantenimiento de aire acondicionado. Foto EDH/ Huber Rosales
“Aunque aprendí de una forma empírica me gustan los retos y aquí todos los días tenemos uno”, con esas palabras, Ana Cecilia Vaquero describió el ímpetu con el que enfrenta, a diario, su trabajo como experta en mantenimiento de aire acondicionado automotriz.
A eso se dedica desde hace 15 años, cuatro de los cuales pasó en entrenamiento de la mano de su padre. Dijo sentirse muy orgullosa y segura en su trabajo, y también agradecida con las personas que han confiado en su desempeño a la hora de llevarle sus vehículos.
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Aunque no logró graduarse como bachiller en opción de contaduría, estuvo esperando una oportunidad en esa rama. Sin embargo, al ver a su padre trabajando en el taller, comenzó a picarle la espinita y a interesarse en armar y desarmar las piezas del aire acondicionado de los vehículos. “Mi primer taller fue con mi papá, porque con él aprendí esta profesión”, afirmó.
A pesar de todo, dice que por momentos se siente frustrada cuando no logra encontrar la falla de alguna pieza. “Ya me ha tocado cambiar hasta tres veces una pieza, ya sea porque se rompe o porque no es la adecuada; pero, como le dije, me gustan los retos”, manifestó.