“Cuando la vanidad es grande, a nadie le gusta escuchar lo que hace mal”: Mauricio Alarcón

El jurista ecuatoriano considera lamentable que funcionarios públicos no se atrevan a cuestionar los abusos de su líder por temor a perder sus privilegios y beneficios.

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Según Alarcón, el presidente Nayib Bukele exhibe vanidad e intolerancia a cualquier tipo de crítica. Foto EDH / Archivo

Por Ricardo Avelar

2022-02-26 9:28:54

A juicio de Mauricio Alarcón, la vanidad de Nayib Bukele es un importante factor para explicar su alergia a la crítica, al disenso y al ejercicio periodístico que hace preguntas críticas sobre lo que sucede con los recursos del Estado.
“Cuando la vanidad es grande, a nadie le gusta que le digan lo que hace mal. Quien se cree perfecto y cree que todo lo que hace es perfecto, es intolerante a la crítica”, reflexiona Alarcón.

A su criterio, cuando la vanidad se combina con el poder, más allá de ser “un pecado”, se convierte en “un arma muy poderosa contra los derechos de la ciudadanía”.

Cobardía
Además de las acciones intolerantes de quien gobierna de forma vanidosa y abusiva, Mauricio Alarcón alerta el peligro del silencio de quienes le rodean y buscan no perder sus privilegios.

“Habrá quienes simplemente ensalcen la figura del vanidoso, quienes no quieran disentir porque saben que mientras estén alineados y le hagan loas serán favorecidos. Mientras se tenga poder, jamás al interior se hablará de violaciones a los derechos humanos o de abusos de autoridad”, señala.

Asimismo, argumenta que este tipo de gobernantes recurren a una narrativa poderosa y que suele replicarse fácilmente: la del cambio, renovación o revolución.

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Esto se manifiesta cuando se pretende decir que todo lo que un líder ofrece es un salto que sacará al país de todos los vicios del pasado. Y todo aquel que haga preguntas o cuestione cualquier irregularidad, advierte Alarcón, simplemente será acusado de pretender volver a la corrupción, los abusos y los privilegios para élites corruptas.

Quien no se alinea…

A juicio de Alarcón, El Salvador emula las prácticas autoritarias e intolerantes de otros países, entre estas la estigmatización de quienes se muestran en contra de los abusos.

“Todo aquel que critica se convierte en blanco del poder, que todo aquel que levanta la voz y no se alinea con las acciones del poder siente los efectos del mismo en su contra”, explica.

Y agrega que estos efectos aplican para periodistas, activistas, organizaciones de sociedad civil y medios de comunicación.

A su juicio, esto configura un panorama negativo para los derechos fundamentales que auxilian a la ciudadanía en su misión por limitar y vigilar el poder.

Estos son la libertad de expresión, de asociación, de reunión y de derecho a la protesta.

Finalmente, lanza una pregunta a los salvadoreños: “¿Están esos tres derechos plenamente garantizados en El Salvador o hemos visto acciones tendientes a limitarlos?”

Y a partir de la respuesta, invita a evaluar si su gobierno es o no uno que se comporta de manera autoritaria.

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