La triste historia de Herminia, la madre que aún llora a su hijo asesinado en la guerra de Iraq hace 15 años

El 4 de abril de 2004, un campesino salvadoreño convertido en soldado de fuerzas especiales se convertía en la primera baja de las tropas salvadoreñas en Iraq. 15 años después de aquel suceso, la madre de aquel soldado, ahora diabética, sigue sufriendo.

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Foto EDH/Óscar Iraheta

Por Jorge Beltrán

2019-04-12 8:23:53

Entre la bandera salvadoreña que guarda hecha rollo en un cajón y un rosal que Natividad plantó en el patio de su casa, Herminia prefiere contemplar el puñado de rosas rojas y blancas, para recordar a su hijo. Hasta sonríe al mirar las rosas, en tanto que al ver aquel pabellón nacional, aun llora, a pesar de que este mes se cumplen 15 años de que un militar de alto rango se la entregó el día que sepultaron a su muchacho.

Además de la pena que no la ha soltado en estos 15 años, a Herminia no la abandona la una pregunta: por qué la Fuerza Armada decidió enviar a Natividad a Iraq si un médico del Hospital Militar Central había certificado que médicamente no era apto para ser incorporado en el segundo contingente del Batallón Cuscatlán.

Herminia Ramos aún recuerda aquella mañana de finales de febrero, cuando su hijo llegó apresurado; mientras preparaba ropa y otras cosas, le comentó a su madre que se iba para Iraq. Le dijo que no sabía qué había pasado pero lo cierto es que lo habían incluido. Le habían ordenado que se preparara.

Foto EDH/Óscar Iraheta

Se estuvo un momento en casa mientras le pedía a su madre que no se fuera a preocupar; en la misma plática le prometió que le enviaría mensajes y buscaría la manera de comunicarse con ella.
En aquellos días, el uso del teléfono celular no estaba tan generalizado. La Fuerza Armada calendarizaba los días en que los soldados legionarios podrían comunicarse con sus familiares, a quienes trasladaba hasta el Comando de Fuerzas Especiales (CFE) para hacer las sesiones de llamadas.

Agregado a lo anterior, a través de la Radio Cuscatlán, de la Fuerza Armada, se tenía un espació en el que los soldados en Iraq enviaban cortos mensajes a sus familiares.

Herminia logró recibir un par de llamadas y escuchó algunos saludos, que su hijo le envió. Luego hubo un silencio de varios días. Y la preocupación de aquella mujer campesina, viuda y con cuatro hijos menores que Natividad, fue asunto de todos los días.

El 4 de abril de 2004 cayó domingo. Herminia Recuerda que aquella noche del sábado soñó con su hijo. Lo soñó que tenía dificultades, pero nunca se imaginó que aquella noche mientras ella lo soñaba, su hijo ya estaba muerto.

Foto EDH/Óscar Iraheta

Mientras en Nayaf eran las 9:30 de la mañana del 4 de abril, en Guaymango era la 1:30 de la madrugada. En aquella hora, Natividad y 28 militares más comenzaron a ser atacados por una turba de unos 500 iraquíes en la ciudad de Nayaf, donde estaban las tropas salvadoreñas, hondureñas, nicaragüenses, dominicanas y españolas.

Ese no era el primer combate que tenían las tropas salvadoreñas en aquella ciudad Iraquí. El día anterior la sección de 30 elementos a la que pertenecía Natividad ya habían sido atacados y había tenido una baja.

Herminia presintió que su hijo no estaba bien. Pero jamás se le cruzó por la mente que poco antes del mediodía, de ese domingo, recibiría la visita de un grupo de militares y, casi de manera simultánea, de periodistas salvadoreños, para decirle que su hijo había caído en combate.

Herminia cuenta que aquello fue como si la vida se le fuera a terminar. Su muchacho, su hijo mayor que se había metido al cuartel para poder ayudarle económicamente, estaba muerto.

Foto EDH/Óscar Iraheta

La versión que le dieron los militares y que los periódicos repitieron por mucho tiempo fue que Natividad había muerto por disparos de un francotirador que la acertó a pegarle en un costado, donde el chaleco antibalas no cubría. Que había muerto al instante.

Años más tarde, varios militares que participaron en aquella batalla, derribarían aquella versión, para ellos, falsa, porque Natividad no murió de inmediato. Al sentirse herido de bala, Natividad pidió a un sargento y a un cabo que se pusieran a salvo ellos y que lo dejaran. Así lo hicieron.

Cuando una patrulla más grande intentó rescatar a Natividad, este ya estaba muerto. Tenía varias heridas con arma blanca. Su fusil y otras prendas militares se las habían robado. Solo lo habían dejado con el uniforme verde camuflageado que les había granjeado el mote de “los guacamayos”. Así llamaban los militares españoles a los salvadoreños, afirman algunos veteranos de aquella batalla.

Quince años después

Herminia recuerda aquellos duros momentos como si fuese ayer, a pesar de que esta semana se cumplen 15 años de la muerte de Natividad, que lo convirtió en héroe nacional, en el héroe de Guaymango.

Foto EDH/Óscar Iraheta

Quince años después, Herminia no ha superado aquel trauma. Es más, considera que la diabetes que ahora sufre es consecuencia de aquella fuerte y prolongada pena resultado de una decisión que el gobierno jamás debió haber tomado. Nunca debieron mandar tropas salvadoreñas a una guerra ajena, dice esta mujer de sesenta y tantos años.

La madre de Natividad dice que no le gusta hablar mucho del caso. No porque no le guste recordar a su hijo, sino porque la tristeza se hace más pesada cuando conversa sobre su hijo.

De hecho, todos los diplomas de cursos militares en los que su hijo participó, no los tiene a la vista. La pabellón nacional que le entregaron el día que fue sepultado, lo tiene enrollado y bien guardado. No a cualquiera le muestra lo que la Fuerza Armada le entregó a cambio de su hijo, dice.

Por su parte, la Fuerza Armada sólo se acuerda del Héroe Nacional cada 1 de noviembre, víspera del día de difuntos, cuando le llevan una ofrenda floral. Herminia dice que en los primeros años de muerto, siempre llegaba al cementerio una comisión de soldados a rendirle honores cada 7 de mayo, cuando en El Salvador se celebra el Día del Soldado.

Poco a poco, parece que en El Salvador se ha ido olvidando que Natividad Méndez Ramos fue el primer soldado que murió en Iraq, en la Batalla de Nayaf, a donde fue enviado a pesar de que un médico dijo que no estaba apto porque por aquellos días padecía de una enfermedad relacionada con los oídos.

Quince años después, Herminia, una viuda campesina, sigue preguntándose por qué mandaron a su Nati, como ella le decía, a una guerra ajena.