La taba, juego ilegal que aún suena en Santa Elena, Usulután

Los habitantes de ese municipio recuerdan cómo los abuelos apostaban sus preciados tesoros

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Los habitantes de Santa Elena Usulutan, son conocidos como Tabudos por el juego de la taba, el que consistía en apostar al lanzar huesos de la rodilla de las vacas Foto de EDH/ Menly Cortez

Por Enrique Carranza

2021-12-04 9:10:14

Los habitantes del municipio Santa Elena, en Usulután, guardan en su memoria el juego prohibido de la taba, el mismo donde se podía apostar desde importantes sumas de dinero, propiedades y hasta personas.

Santa Elena se encuentra a solo 8 kilómetros de la cabecera departamental, y es el clásico municipio donde los forasteros perciben que la vida avanza más despacio.

En ese lugar, los de mayor edad aún hablan del juego de la taba, a la vez aseguran que de allí proviene el gentilicio “tabudo”, con el cual se nombra a los pobladores de este municipio.

La taba como tal es el extremo inferior del fémur de la res, es decir la parte ósea más grande la rodilla de ese animal.

Huesos de la rodilla de la vaca usado para jugar a la taba
Foto EDH/ Menly Cortez

El gentilicio es tan aceptado que es fácil ver como en diversos lugares de Santa Elena hay rótulos en alusión a los tabudos.

Se menciona, además, otro origen de cómo los llaman, el cual está relacionado sobre todo a la vestimenta de los hombres de aquellas generaciones.

“De niño logré ver cómo se jugaba a la taba, era un juego de apuestas para adultos, toda una emoción”, explica animado Nelson Reyes, quien hoy trabaja como notificador de la alcaldía de ese lugar.

Reyes también relata cómo era la mecánica del juego y quiénes participaban: “Habían dos jugadores, quienes apostaban entre ellos; y el juez, de quien su función era cantar y señalar al ganador”.

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El juego en sí consistía en que el primer jugador escogía y decía cómo pensaba que caería la taba (el hueso de la res), es decir decidía entre lo que llamaban “carne o culo”; este último era la sección redonda del hueso.

Luego de lanzado el hueso, y al caer este al suelo, se acercaba el juez, quien se cercioraba sobre el resultado y lo gritaba. En seguida debía ser cancelada la apuesta.

“No hay un momento preciso para ubicar el juego de la taba en San Elena, al menos yo de niño vi como lo jugaban”, dice Reyes, pues no hay mucha información de cuándo nació este curioso pasatiempo.

Él además invita a visitar una pintura elaborada en la entrada de la alcaldía local, la cual recrea la referida tradición (foto principal).

En el cuadro llama la atención la elegante ropa de las personas, también el corvo y cuma colgados dentro del retrato.

“La ropa hace pensar que la taba en aquellos tiempos se jugaba los domingos, los trajes de los hombres sugieren que recién salen de misa”, concluyó Reyes.

Otros tabudos, como Ovidio Zapata, comparten la voz popular que ha trascendido las generaciones en ese municipio. Comenta que los abuelos debían esconderse para jugar a la taba, pues por ser un juego de azar los cuerpos de seguridad de la época sancionaban fuertemente a los jugadores.

“Había una persona que se encargaba de estar pendiente si se acercaba la Policía, y ese silbaba para advertir, en eso ya todos sabían que debían esconder lo utilizado en el juego”, relata Zapata.

Tabudos, el gentilicio de los habitantes de Santa Elena, Usulután
Foto EDH/ Menly Cortez

La costumbre mágica de la taba

Para el investigador de patrimonio cultural intangible (PCI) Ismael Crespín, el juego de la taba es una costumbre arraigada en diferentes lugares de El Salvador. En la misma existen relatos llenos de magia y además hay versiones del mismo.

“Para comenzar se debe decir que no es un juego de niño, es de los juegos que le gustan al diablo, se sabe que era practicado a lo largo de Centroamérica, y en el caso especifico de El Salvador hay registros en Chalatenango y Santiago Texacuangos, San Salvador”, explica Crespín.

Crespín, antes de continuar, aclara que el diablo “como personaje de tradición oral no es un ente tan satanizado en el área rural como en la ciudad, son un tanto diferentes”.

Sostiene que en la tradición oral se habla de algunas actividades y tipo de juegos, sobre todo de apuestas, donde al diablo le gustaba participar. Entre ellas están las cartas, peleas de gallos y, por supuesto, que a las tabas.

“Había tabas con características especiales, que eran buscadas para poder jugar, se podía jugar con cualquiera pero había especiales, no les llamaría mágicas, sino que tuvieran una virtud, algo diferente a las otras, esas se buscaban y usaban para ganar”, añade Crespín.

Esas tabas, las dedicadas a siempre ganar, debían ser obtenidas en día y hora específica, como si se tratase de un ritual.

“Es similar al juego de dados, era muy serio. Después de las cartas eran las tabas, así de simple”, comenta Crespín.

Además, se sabe que para alzar los huesos usados en el juego eran usadas bolsa de tela suave o depósitos de cuero, siempre y cuando fueran de color rojos.

La taba era jugada en cualquier día de la semana y tomaba relevancia durante las ferias o fiestas patronales. Por lo general se jugaba antes o después de las misas, cuando estaba por terminar la tarde o por la noche.

Participaban todas clases sociales del pueblo, aunque se sabe sobre la existencia de juegos exclusivos.

Habían algunas versiones como las descritas en el diagnóstico cultural de la mancomunidad La Montañona, la cual agrupa municipios del norte de Chalatenango.

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En esos lugares, el juego de la taba consistía en extraer ese hueso que forma parte de la rótula de las reses y a ese huesito, que parece dado, le hacían agujeros y se ponían a jugar.

En otras ocasiones se tiraba al patio de una casa y luego a la otra, se buscaba hasta encontrarlo y así sucesivamente en todos los patios.
En el municipio de Masahuat, Santa Ana, la taba se jugaba de forma similar a como en Santa Elena.

Los niños jugaban por “pepas”

Saúl Cerritos, director del Museo Tradicional de Oriente, recuerda la versión infantil del juego de las tabas, donde el perdedor pagaba con semillas de marañón, o “pepas”.
“En la familia el juego se hacía con pepas, se apostaban 1 o 2, el que ganaba comía muchas pepas, comía bien rico”, recuerda, y a la vez ubica su niñez en la zona norte de San Miguel.

En su memoria coloca el juego en las tardes de Semana Santa, y también cómo las semillas de marañón eran sustituidas por las de conacaste, entre otras, cuando no era época de la fruta.

También recuerda que presenció cómo adultos practicaban ese juego y estos perdían hasta los zapatos.

“En la parte de los adultos se podría decir que la taba sustituía a los dados, y como estos estaban prohibidos, ya con las tabas no había problema con las autoridades”, concluye Cerritos.