España, un salvavidas para huir de las pandillas

En la desesperación por cuidar de su integridad y la de su familia, muchos salvadoreños están optando por abandonar El Salvador. España e Italia aparecen en el horizonte pero también ahí hay obstáculos...

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Foto de referencia. Archivo

Por sucesos@eldiariodehoy.com

2016-07-02 6:59:00

Cada vez más salvadoreños profesionales, amas de casa, estudiantes o empleados, sin distinción de edad o de arraigo a un municipio en particular, son los que están cruzando el Atlántico con el objetivo de solicitar asilo o de residir lejos del acoso de las pandillas.

Algunos han tenido que recurrir a esa opción tras haber cambiado de domicilio internamente pero cayeron en el laberinto de las pandillas que imponen su ley y casi dicen quien vive o no en los sitios donde ellos controlan.


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Sin duda el principal destino ha sido Estados Unidos, pero España e Italia también aparecen en el mapa de salvataje a la crisis de seguridad para muchas familias. Y si bien pudiera creerse que es fácil reunir el dinero y viajar en un solo día y dejar atrás la persecución de pandillas o la falta de oportunidades laborales, la incertidumbre viaja junto a quienes se aventuran, sobre todo para quienes no tienen un contacto oficial, familiar o alguien que les patrocine su estadía, su adaptación a un entorno diferente, quizá libre de violencia, pero exigente en diversos sentidos.

A propósito el sitio notimerica.com publicó recién la historia de dos salvadoreños que en su afán por huir de la violencia, cruzaron el Atlántico y que ahora difícilmente regresen a su país de origen. Se trata de “Ernesto” y de su esposa, un profesional de la contabilidad con trabajo estable en San Salvador y ella, profesora en la Universidad Centroamericana (UCA).

Esta pareja tomó la decisión de “en menos de un día”. Tras vivir una amarga experiencia de la cual al menos pueden hablar.  Armaron la maletas o “lo que cabe en una maleta de mano” para emprender su periplo al viejo Continente.

La historia detalla que Ernesto vivía en una zona tranquila, recién casados estaban intentando llevar una vida normal de pareja; trabajaban ambos, tenían su casa y auto. 

Y todo iba bien hasta que llegó un vecino, un joven de unos 19 años, con quien empezaron a tener ciertos roces a partir de que el sujeto dejaba su carro todos los días, obstaculizando el parqueo de los esposos.

No era cualquier vecino, era un sujeto con quien Ernesto, empezó a tener roces sin saber que era un pandillero.
Según el relato a ese medio electrónico, pasaron más de medio año sin conocer de su vecino, no se le veía, en tanto todo era normal para los esposos que continuaban afanados consolidando su hogar.

Todo cambió cuando el marero apareció otra vez, pero ahora con un vehículo el cual estacionaba todos los días justo enfrente de la casa de estos dos salvadoreños.

Ernesto se armaba de valor y paciencia todas las mañanas para decirle al sujeto que moviera su carro para que le permitiera sacar su vehículo de su cochera.

Ese ritual que retaba la paciencia de Ernesto era lo de menos para esta familia que no imaginaba lo peor. El giro radical se dio un día cuando el tipo llegó a su puerta para extorsionarlos, a exigirles 60, pero ellos hasta se lo tomaron como algo “normal”, como si lo esperaban tras todo lo que ya habían afrontado. El pretexto del pandillero fue que necesitaba ese dinero para salirse del grupo criminal.

Luego vino una segunda visita, y esta vez no eran 60 dólares sino que la cuota pasó a $300. El argumento -dice el relato- era que por una cuota establecida por el marero “porque si”.  “Y dámelo porque sino ya sabes, y bueno… conoces que significa ese ‘ya sabes’ para ellos”, relata el profesional, quien dice que ahora ya puede contar su historia menos tenso.

Esa vez la víctima negoció para que el sujeto comprendiera que no le podía dar los $300 que exigía. Al final la cuota quedó en $100.

La “tranquilidad” que había pagado con esos cien dólares le duraron una semana, tiempo tras el cual le envió un mensaje más fuerte a la víctima, esta vez le exigía $2,000. “Me dijo que los quería ya, que acababa de matar a alguien y que simplemente quería ya ese dinero”, relato Ernesto a ese medio on line.

Ese fue el detonante para que esta familia barajara la opción de emigrar, de huir del acoso de un pandillero o quizá de un  delincuente del que ya no se podrían librar ya que lo tenían de vecino.

Entonces comenzó la búsqueda de opciones para huir. Primero saltó la opción de Canadá, pero era complicado esperar casi medio año para tener una respuesta, aún con el respaldo de un ex rector de la Universidad donde estudiaba la esposa de Ernesto.
Europa a la vista 

Suecia, Italia y España son los países europeos que más solicitudes de asilo recibieron en la última década de parte de salvadoreños. De 2004 a 2014, Suecia tramitó 548, Italia 304 y España 231. En la mayoría de los casos son familias que tenían algo en común con la familia de esta historia: acoso de maras

En Canadá viven 135 mil salvadoreños, la mayoría de los cuales emigraron durante la guerra civil (1980-1992) a ciudades como Vancouver, Winnipeg y Alberta.

Y la mayor cantidad de salvadoreños en el extranjero -muchos de los cuales huyeron de la guerra y ahora de las violencia de las pandillas-, viven en Estados Unidos, se estima que hay 2.5 millones en ese país, aunque el dato oficial es de 1,8 millones según el ministerio de Relaciones Exteriores basado en un censo que ya tienen unos 9 años.

Ernesto y su familia estaban a punto de engrosar las listas de los miles de salvadoreños que han debido abandonar el país huyendo de la criminalidad, un fenómeno que permitió a la ONU a calificar a El Salvador en 2015 como “uno de los países sin conflicto bélico más violento del mundo”.

Y no era casualidad o azar, en 2015 se cometieron más de 6,600 homicidios en El Salvador, un promedio de 18 crímenes cada día, y según las estadísticas de la Policía Nacional Civil y de la Fiscalía General entre el 60 y 70 por ciento son atribuidos a grupos pandilleros que mutaron hace ratos pasando de ser “renteros” o extorsionistas a -según la Policía- manejar parte del narcomenudeo en El Salvador.

El amedrentamiento que provocan esos grupos también genera desplazamientos internos de familias, que acarrean desintegración familiar, deserción escolar y daños sicológicos a las víctimas. Y de estos las principales víctimas son niños y jóvenes. 

Según el Informe Testimonial de Desplazamiento Forzado en El Salvador, en 2015 fueron asesinados 1,012 menores de edad y en 2016, entre el 1 de enero y el 14 de febrero hubo un total de 114 menores de edad asesinados; 80% fue asesinado con arma de fuego. En muchos casos, estos homicidios se dan porque jóvenes que proceden de un sitio donde opera una mara huyen a residir a colonias o barrios donde opera otra mara. 

España en el horizonte
Así tras evaluar y descartar Canadá y plantearse Estados Unidos, Ernesto y su familia optó por irse a España. Decisión que tomaron casi de inmediato tras la última amenaza del pandillero.

Y entonces surgieron otro tipo de dudas, las de primero saber si podrían cruzar el chequeo migratorio en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, donde muchos salvadoreños, ecuatorianos o peruanos son devueltos a sus países por no completar requisitos para ser inmigrantes en España.

Afortunadamente no tuvieron mayores inconvenientes y luego se pusieron en contacto con una asociación de salvadoreños en Barcelona, la que les ha facilitado sus adaptación a las costumbres europeas.

Tras unos días decidieron ir al consulado salvadoreño en ese país con la ilusión de tramitar asilo. Les fue denegado porque en teoría y oficialmente El Salvador “no está viviendo una guerra”.  Ahora, resignados, estos profesionales ahora se aferran a tratar de vivir a plenitud en un país libre, al menos, de maras como las que ahogan a su país.