Ana busca a su madre, una enfermera desaparecida hace 40 años: "La golpearon y se la llevaron"

Ana Cisneros exige que el Estado le brinde la información necesaria para saber qué fue de Juana Irma Cisneros, quien era enfermera en el hospital Psiquiátrico.

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Ana Cisneros vio a su madre por última vez cuando era una adolescente de 17 años. Lleva 40 años buscándola y espera que el Estado se interese por el caso. Foto EDH / Eduardo Alvarenga

Por Lilian Martínez

2022-01-27 5:00:26

En Canadá, su patria adoptiva, Ana Cisneros brinda atención a personas en situación de calle; en El Salvador, su país de origen, colabora con organizaciones feministas y de familiares de desaparecidos y de otras víctimas del conflicto armado. Como miles de salvadoreños, parte de su tiempo lo dedica a buscar información sobre su madre, la enfermera Juana Irma Cisneros, desaparecida el 12 de septiembre de 1982, cuando Ana era una colegiala de 17 años. En esta entrevista, Ana habla sobre su búsqueda y sobre la indiferencia que percibe por parte del Estado hacia el caso de su madre y los casos de miles de desparecidos durante los años 80.

¿Cómo era su vida en 1982?

Yo estudiaba en un colegio católico. Iba y venía como cualquier joven: en las mañanas estudiaba y en las tardes iba a alguna academia... Mi mamá me ponía a estudiar corte y confección, cosmetología. El asunto es que había que estar ocupada en las tardes. Entonces, ya hasta la noche llegaba el momento de hacer mis tareas. Siempre he estado rodeada de animales: tenía perro, gatos, perico; como cualquier adolescente que tiene un entorno que le estimula para ser mejor persona. Esa era mi vida, muy tranquila, muy tranquila.

Un día normal en la casa era levantarme a las 5 de la mañana, bañarme arreglarme para ir al colegio e irme. Mi mami se quedaba durmiendo si no le tocaba turno. De lo contrario, se iba antes que yo. Ella entraba a trabajar al hospital Psiquiátrico ese último año que recuerdo, pero como tenían turnos diferentes días, a veces le tocaba entrar a las 7 de la mañana y tenía que irse bien tempranito; si no, no llegaba a tiempo.

¿Ella siempre trabajó en el hospital Psiquiátrico?

Ahí ando el archivo histórico, le puedo mostrar todos los hospitales en los que estuvo, pero son al menos siete hospitales los que recuerdo, de los que hay registro, donde ella estuvo trabajando por muchísimos años: 29 años de su carrera como enfermera.

¿Qué pasó el 12 de septiembre de 1982? ¿Qué recuerda de ese día?

Fue un domingo a las 5:15 de la tarde. Yo no estaba en la casa. Andaba en una exposición en el Instituto Técnico Ricaldone con un muchacho con el que salía, nos fuimos a la exposición... Cuando yo regreso estaba lloviendo... ¿Se acuerda del desastre de Montebello? Hubo una fuerte lluvia todo ese mes de septiembre. Entonces, yo regresaba bajo la lluvia... Casi todos los vecinos de mi calle usaban el mismo teléfono... Entonces, un vecino me dijo que tenía que llamar al hospital, porque había una noticia sobre mi mamá.

Llamo al hospital y me dice el custodio que a mi madre, a las cinco y cuarto de la tarde, se la habían llevado hombres fuertemente armados, de civil. Eran cinco. Se trasladaban en un carro blanco sedán de cuatro puertas. Estaban estacionados en frente del hospital. Estaban disque viendo el motor, lo mecánico del vehículo, tenían las cuatro puertas abiertas. Cuando vieron el grupo de enfermeras que salió del hospital, se cruzó la calle y se quedó parado ese grupo esperando que el bus llegara; rápidamente los hombres entraron al vehículo, dieron una vuelta en “U”, vieron el grupo de enfermeras y uno dijo “esta puta es la que andamos buscando”. Agarraron a mi madre del pelo, la empezaron a golpear, en el pecho, en la espalda, en el estómago, ella trató de luchar lo más que pudo... La desmayaron, la tiraron al piso del vehículo y se la llevaron. Desde entonces no sé nada. No sabemos nada de ella. Eso fue el domingo 12 de septiembre del 82.

Desde 1982, Ana Cisneros ha tratado de saber qué fue de su madre. Su búsqueda marcó su vida y se ha dedicado al trabajo social y activismo en derechos humanos. Video EDH / Eduardo Alvarenga

¿Cuándo fue la última vez que vio a su madre?

La última vez que la vi fue dormida. Yo salí temprano; ella todavía estaba acostada, estaba envuelta, solo vi su silueta. Estaba envuelta con una sábana amarilla y le dije: “¡Adiós, mami!”, porque yo iba a salir ese día y, bueno, me fui. El último día que la vi fue un jueves, ese día la vi dormida. De ahí solo nos comunicábamos. Ella tenía que estar en otro lugar entre viernes, sábado y domingo. No la vi esos días, hasta que me avisaron que se la habían llevado.

Usted era una adolescente, ¿qué hizo la familia cuando usted les compartió la noticia de que habían llevado a su mamá?

Lo común que se hacía en estos momentos era irse a las organizaciones no gubernamentales a poner la denuncia. Se iba a los cuarteles, a la Policía Nacional, a la Policía de Hacienda, a la Guardia, a los hospitales. Recuerdo que nos fuimos al Playón y a lugares donde nos avisaban que había un cuerpo, una mujer vestida de blanco. Eso fueron días, tras días, tras días... Llamar a amistades que pensábamos que nos podían ayudar, ya sea revisando en los archivos de los hospitales o en los cuerpos de seguridad de entonces.

Hicimos denuncias a nivel internacional al grupo desaparición forzada desde el primer momento, hicimos gestiones, pusimos un habeas corpus en la Corte Suprema de Justicia inmediatamente que supimos que había desaparecido. Acudimos a los medios de comunicación, a todos los que pudimos, a la Prensa Gráfica, a El Diario de Hoy. Dimos entrevistas, hicimos publicaciones, reunimos dinero para pagarnos las esquelas, para poder hacer la búsqueda, dar los datos de ella. Eso fue como los primeros dos, tres días. Nos organizamos en grupos también. Yo estaba muy pequeña, no me dejaban participar mucho... yo me recuerdo muy angustiada, no entendía qué pasaba. Recuerdo que lloraba, abrazaba el teléfono esperando una llamada.
Me recuerdo también totalmente angustiada porque sabía lo que en ese momento podía ella estar pasando en términos de tortura y de tratos indignos.

¿Por qué tenía usted esa idea de que ella podía estar siendo torturadas?
Porque era el común denominador de una persona que desaparecía en 1982. Ya teníamos casi 3 años de estar en guerra y sabíamos que una persona al desaparecer no iba para un hotel o para un centro de detención bonito y cómodo; no iba para un lugar en un hospital. En circunstancias desconocidas ya sabíamos, bueno, al menos muchos de nosotros familiares sabíamos cómo los otros como regímenes militaristas habían tratado a sus ciudadanos, por ejemplo, en Argentina, en Chile. Entonces ya sabíamos qué era lo que pasaba cuando una persona desaparecía.

Actualmente con la desapariciones veces a algunos funcionarios culpabilizar a las víctimas. ¿Ocurría algo similar en ese tiempo?

Definitivamente. La lógica de culpabilizar a la víctima está presente, lo estuvo antes y lo estuvo después. Es la misma lógica ahora. Quiere decir que las estructuras que justifican la desaparición son las mismas. Es el mismo patrón de pensamiento, es el mismo guión conductor que ahora culpabiliza a los jóvenes, a las mujeres, a quien sea por su desaparición y culpabiliza sobre todo a la familia inmediata por no haber cuidado a su familiar. Esta culpabilización venía de los entes estatales y de la gente que piensa y dice: “Por algo se la llevaron”, “algo escondía”, “¿dónde estaba organizada?”, “no se la llevaron por gusto”. Son esos estereotipos, esos mitos, los que persisten y a los que no se les ha dado respuesta. Es grave, es grave lo que pasa con esto de la desaparición forzada.

¿Su mamá estaba organizada? ¿Tenía algún cargo por el que pudo haber tenido problemas?

Mi madre era enfermera graduada, enfermera supervisora del hospital Psiquiátrico. Hacía un mes que la habían nombrado cuando ella denuncia a custodios que abusaban pacientes... También ella pertenecía a la Asociación Nacional de Enfermeras. Si estaba organizada o no, no lo sé, no lo puedo confirmar, ni lo puedo negar, no puedo... Pero independientemente de cuál haya sido su adscripción organizativa, eso es independiente de la responsabilidad que tiene el Estado de buscar a una persona desaparecida. Yo soy activista por lo derechos de los animales y le puedo decir que si se me pierde un gatito o un perro, yo me angustio y le pido a todos mis vecinos que me ayuden a buscarlo. ¿Cómo no vamos a buscar a nuestros familiares desaparecidos? ¿Cómo el Estado no va a buscar a sus ciudadanos desaparecidos?

Entonces, independientemente de dónde pudo haber estado organizada mi madre, creo que no es incumbencia del Estado. En este momento, yo me estoy dirigiendo al sistema de justicia actual, ese es el sistema de justicia al que y le estoy reclamando: ¿dónde está mi madre?

En esos años desaparecieron maestros y maestra, desapareció personal de salud, desaparecieron funcionarios (...) Yo me pregunto: ¿dónde están los años de servicio de estas personas? ¿Dónde están los seguros de vida de estas personas? ¿Dónde están las medidas de reparación? Por ejemplo, en el caso de mi mamá, ella sirvió al Estado 29 años. Por el trabajo que ella realizó, ¿quién la reconoce? ¿Quién responde?

Usted participó en la marcha del 12 de diciembre. Un día o dos días después, usted usó su cuenta de Twitter para mandarle un mensaje al presidente de la República. ¿Por qué le mandó ese mensaje?
Bueno, yo difiero mucho de cómo el señor presidente Nayik Bukele está actuando en términos de la administración de Justicia, su política económica, su política ambiental, difiero de su abordaje social; pero sobre todo difiero de cómo está distante de la gente. ¡Es terrible ver cómo impulsa políticas muy alejadas de la cotidianidad, de la subjetividad de las personas en este país, más que todo de las vulnerables y, por supuesto, distante de cómo utiliza la expresión popular para vincular todas las luchas sociales a un financiamiento externo. Me impactó mucho, me repugnó esa vinculación. Yo fui a la marcha porque sigo reclamando justicia. Porque el Estado salvadoreño, la justicia actual tiene que responder por esa desaparición, por ese es mi reclamo. Pienso que el presidente Bukele se esconde como un conejito asustado al ver el descontento popular ante sus políticas económicas, sociales, ambientales, etcétera.

Él ha dicho que él no había nacido o que estaba en pañales cuando sucedieron estos hechos. ¿Por qué tendría que responder él a su demanda?
Él está obligado, independientemente de la edad que tenía cuando esto sucedió. En 1982, no sé cuántos años tenía él, no sé qué comía, dónde estaba resguardado (...) no me importa. Lo que a mí me importa es que él es el mandatario de este país y él, su bancada y su partido han cambiado el sistema de justicia. Lo cambiaron, me imagino, porque le están ofreciendo a este país la mejor administración de justicia. Es en ese sentido que yo le estoy exigiendo a él, quien ostenta todos los poderes del Estado, que responda en el caso de mi madre. Él tiene que responder ante todos los crímenes de antes y los actuales. No me interesa cuántos años tiene. Lo que me interesa es que es el presidente de este país y que, como tal, tiene la obligación de responderme personalmente, él y todas las personas que él ha puesto en diferentes cargos de administración de justicia.

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