La directora Ejecutiva de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa), Jeannette Urquilla, expresó su preocupación sobre la alta incidencia de casos de violencia sexual contra la mujer, un problema que en 2020 se vio acrecentado por el confinamiento provocado por la pandemia del Covid-19.
Urquilla no duda en describir también que “la violencia sexual (es) una pandemia con rostros ocultos y muchas deudas del Estado”.
“En El Salvador, cada año las instituciones públicas como la Fiscalía General de la República (FGR) registran miles de denuncias por delitos a la libertad sexual. Para el período de enero a diciembre de 2020, esta institución reportó 2,858 casos; con un promedio de 8 delitos diarios”, afirmó.
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La representante de la Ormusa recordó que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia sexual es todo acto sexual o el intento de cometerlo; incluye los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados o las acciones destinadas a la trata de personas.
Subrayó que en estos hechos se incluye el uso de amenazas, presión o intimidación independientemente de la relación de la víctima con el agresor y puede ocurrir en cualquier ámbito de la vida, incluidos el hogar, el centro de estudios, el lugar de trabajo, entre otros.
Según los datos procedentes de la FGR, que la Ormusa procesó recientemente en su Observatorio, los delitos sexuales que se registraron en ese periodo incluyen violación, violación en menor incapaz, otras agresiones sexuales, agresión sexual en menor e incapaz, estupro.
Del total de delitos contra la libertad sexual que se produjeron en ese periodo, un 90 % afectó la vida, la salud física y emocional de niñas, adolescentes y mujeres, el 9 % a hombres y el 1 % no registrado.
Los datos del ente fiscal revelaron que el estupro fue el delito más denunciado.
“Las causas o factores determinantes para que ocurra la violencia sexual pueden resumirse en la cultura de violación arraigada en la sociedad salvadoreña que, tiene a la base la misoginia, es decir, el menosprecio, desprecio y hasta odio por la imagen y la vida de las mujeres en cualquier momento de la vida, ya sea en niñas, adolescentes, jóvenes o mujeres adultas”, subrayó Jeannette Urquilla.
La directora ejecutiva de la Ormusa advierte que la cultura de la violación se alimenta de los sistemas que toleran y reproducen la violencia sexual a través de la publicidad; también de la complicidad de las familias y la comunidad; así como de la inacción de las instituciones del Estado y la impunidad.
“Erradicar la cultura de la violación requiere de diferentes estrategias y demandan particularmente del compromiso del Estado salvadoreño para generar políticas planes y programas que, mediante los sistemas de educación, salud y justicia, informen, eduquen, detecten, atiendan, investiguen, persigan y sancionen los delitos contra la libertad sexual”, argumentó.