Adonay, el albañil a quien su hija le enseña a leer y escribir

Adonay Gil es un albañil cuyo sueño es ser maestro de obra, pero para lograrlo debe aprender a leer y escribir. Y gracias a su hija Keny podrá conseguirlo.

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Keny es una joven de 23 años quien le enseña a leer y escribir a un grupo de 4 personas, entre ellas su padre y el novio. Foto EDH / Menly Cortez

Por William Santos

2018-07-10 8:28:31

SONSONATE. Adonay Gil es albañil, tiene 40 años y, a pesar de las adversidades, durante toda su vida ha luchado por salir adelante, mantener a su familia y ser un orgullo para sus hijos. De niño nunca fue a la escuela, ahora recién empezó a descubrir el mundo de las letras.

En su infancia hubo pobreza en su familia, comprarle un uniforme e incluso un cuaderno era un lujo.

“Sí, me puso a la escuela mi mamá, pero exigían zapatos, uniformes y útiles, entonces solo pude ir lo más 15 días y, luego, ya no me mandó ”, recordó Adonay.

Actualmente Gil está trabajando en la construcción de una casa junto a su yerno Adam. Foto EDH/Menly Cortez

A los 15 años comenzó a trabajar como albañil. El dinero que ganaba se lo daba a su madre para comprar comida.

Cuando cumplió los 17 años decidió formar una familia con Gilma Elizabeth Chacón. Ellos procrearon dos hijas y un hijo.

En 2005, con el afán del bienestar de su familia, Adonay viajó a Estados Unidos, eso a pesar de la burla de la gente que le decían que no tenía nada que ir a hacer allá, porque no sabía ni leer ni escribir.

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El estudiante, graduado del Colegio Padre Arrupe, fue aceptado el año pasado en esa iniciativa, que es parte de la Academia de Ciencias de Nueva York. Participó en un equipo de jóvenes de distintos países que desarrolló una solución biológica y tecnológica para la degradación de botellas de plástico.

Allá se dedicó a lo que sabía hacer: la construcción. Pero la distancia entre él y su familia era grande, lo que lo empujó a tomar la decisión de regresar a su hogar en 2009, en el cantón Piedra de Moler, del municipio de Nahuilingo, Sonsonate.

“Me siento bien recibiendo las clases con mi hija porque le tengo más confianza, y me esta enseñando lo que quería aprender antes y no pude. Foto EDH / Menly Cortez

“Yo sé que es dura la vida aquí pero, media vez a uno no le falte el trabajito, ahí va saliendo para la comidita”, expresó Adonay.

Él tiene un sueño, ser maestro de obra y, gracias a su hija, Keny Gil, podrá lograrlo.

Desde hace más de tres meses, Keny alfabetiza a su papá.

Todo comenzó cuando Adonay conversaba con un amigo de la Departamental de Educación de Sonsonate, quien le habló sobre el programa de Alfabetización Nacional. Motivado por el deseo de superarse, el albañil incentivó a su hija a que aplicara para ser facilitadora del programa.

Sin dudarlo la joven aceptó el reto. Y desde hace más de tres meses Keny enseña a leer y escribir a un grupo formado por dos jóvenes y cuatro adultos; incluyendo a su padre y a su novio.

“Yo me siento feliz y orgullosa porque ya él va a poder leer y escribir, él se va a poner orgulloso cuando ya sepa leer y escribir”, dijo Keny sobre su padre.

Adonay se siente orgulloso de sus hijos. “Ella (Keny) siempre fue una hija aplicada y muy colaboradora en la casa”, agregó el padre.

Keny, de 23 años, estudió Técnico en Ingeniería y Desarrollo de Software, se graduó en el 2015, pero desde esa fecha aún no ha encontrado trabajo. Para ayudar a su familia puso una pequeña tienda en su casa y también se dedica a la venta de productos por catálogo.

Adam tiene 22 años y es albañil, el esta aprendiendo a leer y escribir con su novia Keny. Foto EDH / Menly Cortez

Adam, de 22 años y novio de Keny, trabaja como albañil con su suegro, Adonay. “Me siento bien recibiendo clases porque me está enseñando lo que quería aprender antes y no pude”, dijo el joven.

La facilitadora voluntaria de alfabetización recuerda que al inicio a Adam “le daba pena, pero de ahí lo convencí de que aprendiera porque así vamos a tener un mejor futuro”, comentó.

Actualmente, Keny se encuentra a la espera de ser seleccionada como promotora de alfabetización y tener bajo su cargo a voluntarios que enseñen a leer y escribir a los habitantes de las zonas rurales de Sonsonate.

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El dinero que obtiene el anciano le sirve para subsistir, no tiene familia cercana.

“Gracias a Dios, cuando me enteré de que iban a poner gente como promotora, fui a dejar mi currículum, hice la entrevista y hoy estoy en etapa de inducción”, comentó.

El progreso de Adonay es notable, ahora sabe cómo escribir algunas palabras, incluyendo su nombre, a pesar de realizarlo con dificultades. Mientras que Adam es más diestro cuando lee, pero se le dificulta un poco el escribir.

Ambos hombres se construyen ahora un mejor futuro, motivados e instruidos por Keny.

Libros que Gil ocupa para estudiar junto a su yerno. Foto EDH / Menly Cortez