A diario, un salvadoreño se quita la vida

Entre el año pasado y este hubo un incremento del 15 % de los suicidios reportados.

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Entre el año pasado y este hubo un incremento del 15 % de los suicidios reportados. / Foto Por Ilustración: Carlos Cartagena

Por Xenia González Oliva / @begoliva

2018-12-10 9:05:55

“No encuentro otra alternativa más que matarme”, confiesa Luis* a su psiquiatra. Maltrecho, tendido en una cama de hospital, el adolescente resiente el “milagro” que hizo que aún siga con vida. Días atrás Luis, quien aún no alcanza la mayoría de edad, tomó la decisión más importante de su vida: ya no seguir viviendo.

Volcó toda su tristeza y desesperación en investigar, leer y decidir cómo quería morir. Se decantó por comprar un veneno que le permitiera morir sin sufrir tanto. Fue a una tienda cerca de su casa, con un par de preguntas -“¿Qué tan bueno es para las plagas?”- y poco dinero, consiguió el químico con el que buscó acabar con sus problemas. Luis sobrevivió, con graves daños en su organismo y serias secuelas, pero sobrevivió. Su recuperación no ha sido exactamente eso, su médico teme que Luis se descompense o que logre recibir el alta solo para intentar suicidarse de nuevo.

Una tarde, Luis deposita su confianza en los muros del hospital que lo separan de las amenazas que lo esperan afuera y acepta hablar con su médico.

“Una vez que yo me mate al menos no me voy a dar cuenta de qué va a pasar con mi familia… No quiero que les pase nada, pero no quiero ser criminal, no quiero que me maten. No veo otra opción”, confiesa Luis. Atrás han quedado los días en los que pensaba “no sé qué hacer”. Aún más lejos han quedado los días en los que Luis planeaba seguir estudiando y comenzar a trabajar para poder pagar su universidad.

Todo acabó dos meses atrás. Un día, cuando regresaba de la escuela, la pandilla lo acorraló. Los jóvenes, algunos menores que él, le dijeron que tenía que unirse a ellos, que si no lo iban a matar, pero primero matarían a sus padres y hermanas. La segunda amenaza vino de la pandilla contraria. Luis, como muchos salvadoreños, vive en una zona límite entre los controles de ambas pandillas. Le dijeron que ni se le ocurriera unirse a los otros, que mejor se fuera con ellos, que le darían protección. Luis dudó de esas promesas, para él unirse significa morir joven, pero no dudó de las amenazas. Años atrás, los mismos que ahora le exigían unirse a ellos habían asesinado a su primo.

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Luis intentó ignorar las amenazas, pero vivía con un temor desmedido. Cuando les contó a sus padres, ellos solo pudieron ofrecerle que no saliera de la casa, que ellos se encargarían de darle lo que necesitara. Pero el encierro, la soledad y la desolación lo llevaron a encontrarse sin otra alternativa. Luis terminó en Cuidados Intensivos, después fue trasladado al Hospital Nacional General y de Psiquiatría “Dr. José Molina Martínez” en Soyapango.

“Tiene un mal pronóstico, no sé qué va a pasar con él. No se puede garantizar que no lo vuelva a hacer. Es más probable que lo vuelva a intentar”, dice su psiquiatra, quien ha pedido omitir su nombre por motivos de seguridad.

Aumentan casos de suicidios en el país

El Instituto de Medicina Legal (IML) ha registrado 401 casos de suicidio entre el 1 de enero y el 31 de octubre de 2018. Durante el mismo período del año pasado se hubo 349 suicidios, lo que equivale a un incremento del 15 % de los casos con respecto a 2017.

Desde enero de 2016 hasta octubre de 2018, han ocurrido 1,252 suicidios, de acuerdo con datos de Medicina Legal. Es decir que, en promedio, cada día una persona se quita la vida en El Salvador.

Una persona puede tomar la decisión de suicidarse en cualquier etapa de su vida. Durante 2018, según el registro del IML, un niño de 11 años, de Zacatecoluca, La Paz, ha sido la víctima de suicidio más joven. El niño se ahorcó el 17 de marzo. La víctima de mayor edad ha sido un hombre de 95 años, quien se ahorcó el 7 de octubre en Nejapa, San Salvador.

Los hombres siguen siendo quienes más se suicidan. Entre 2017 y octubre de 2018, se han suicidado 686 hombres y 155 mujeres. Aunque los suicidios pueden ocurrir a cualquier edad, la etapa de la vida donde ocurren más casos es entre la adolescencia y los 25 años.

El grupo de edad de 11 a 15 años es el único donde las víctimas mujeres superan a los hombres, con 21 suicidios de niñas y 15 de niños.

El grupo de edad en el que se reporta la mayor cantidad de suicidios de hombres es el de los 21 a los 25 años. Y en el caso de las mujeres es de los 16 a los 20 años. A partir de esa edad los suicidios de mujeres disminuyen, mientras que los casos de víctimas masculinas se mantienen con cifras similares. “Antes los que se suicidaban eran los viejos, por enfermedad, pero comenzamos a ver que en toda el área los adolescentes y las chicas, sobre todo, tenían más suicidios consumados”, expone Arturo Carranza, jefe del Programa Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud. Carranza señala que esta ha sido una situación generalizada en el área de Centroamérica y el Caribe, por lo que periódicamente se reúnen representantes de estos países para analizar la situación y determinar cómo mejorar el registro de los casos.

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El departamento de Psiquiatría y Salud Mental del Seguro Social (ISSS) enumera las dificultades que enfrenta esta población, iniciando con el rechazo de su propia familia.

En Usulután están alarmados, confiesa el psicólogo y coordinador de la unidad de salud mental del Hospital Nacional San Pedro, Miguel Marquínez. Como hospital decidieron acercarse a siete centros escolares públicos de la zona con programas como detección del fracaso escolar y atención a la salud mental. Buscaban casos, pero no esperaban encontrar tantos. Para septiembre habían recibido en el hospital 22 casos de intentos de suicidio, 15 de mujeres y 7 de hombres. Mientras que al llegar a los centros escolares encontraron 81 casos, entre intentos de suicidio e ideas suicidas.

“Nos llama bastante la atención porque en los siete centros escolares que hemos estado, en todos, alguien ya ha intentado quitarse la vida o está pensando en quitarse la vida”, dice el psicólogo.

Encontraron que la mayoría de los estudiantes nunca había hablado con nadie sobre sus sentimientos y problemas. “En el centro escolar no creían, nos decían que ellos son los que siempre están más atentos y activos”, comenta Marquínez.

Algunos estudiantes fueron referidos a la unidad de salud y otros al hospital para darle seguimiento a sus casos.

De acuerdo a los datos registrados por Medicina Legal, aunque en la mayoría de los casos no se logró identificar la causa que llevó al suicidio, el alcoholismo y la depresión aparecen después como causas más reconocidas.

El alcoholismo es la primera causa en el caso de los hombres y para las mujeres es la depresión.

“El diagnóstico más frecuente que tenemos es la depresión. Nosotros atendemos una cantidad de depresivos grandísima”, informa Ana Cardoza Funes, jefa del departamento de Psiquiatría y Salud Mental del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS).

Cardoza señala que en El Salvador aún existe un alto nivel de desconocimiento sobre enfermedades como la depresión. Expone que hay pacientes que son víctimas de bullying en su propio trabajo cuando saben sobre su enfermedad. Incluso a nivel de sistema de salud aún están trabajando por lograr que los casos se diagnostiquen y den tratamiento sin esperar que la persona esté a punto de matarse para identificarlos.

“Mi dolor emocional, mi sensación de sufrimiento es tan grande, yo no deseo la muerte, sino que se me quite esto, salir de este sufrimiento, es lo que piensan”, explica Cardoza.

En 2017 hubo tres mujeres que se quitaron la vida por embarazo no deseado, según el registro de Medicina Legal. Pero estos no han sido los únicos casos de embarazas que se han suicidado. Recientemente el Hospital Rosales recibió a una joven de 19 años embarazada que tomó Paraquat, un peligroso herbicida. Perdió al bebé y luego falleció tras estar ingresada por 12 días, con graves problemas como insuficiencia hepática. “Tenemos uno o dos casos al año. Son casos desastrosos”, dice Alfonsina Chicas, médica internista con especialidad en Toxicología Clínica del Rosales, respecto a este tipo de casos de embarazadas.

Chicas, quien ha visto por años los desastrosos efectos de los plaguicidas y venenos en el cuerpo humano, ya sea por accidente o intencionalmente, comenta que, en los casos de envenenamientos intencionales, la familia ya había logrado identificar que la persona tenía problemas. Ella les pregunta que si habían visto cambios en la actitud del paciente, si se veía más triste, si había dejado de hacer sus actividades normales, la mayoría dice que sí lo había notado. “La familia se alerta, nota el cambio, pero no se espera una tentativa de suicidio”, dice Chicas.

Para el psiquiatra que atendió a Luis hay una epidemia de las lesiones autoinflingidas entre los adolescentes y adultos jóvenes salvadoreños, invisibilizada por el subregistro que persiste en el sistema.

“La conducta suicida se ha disparado. Mientras más disfuncional es su ambiente psicosocial, el microambiente que es la familia y la violencia en general, esos factores van creando caldos de cultivo para que sean más frecuentes las conductas suicidas en general, sobre todo en los adolescentes”, explica.

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Los niños y adolescentes que viven en áreas donde son obligados a pasar encerrados, sin mucha interacción social, solo con un aparato electrónico, son susceptibles a caer en depresión y en un limbo de desesperanza.

“La depresión se provocó por todo lo que estamos hablando. Muchos es ese ambiente psicosocial. La violencia es una variable dentro del suicidio y que está omnipresente en nuestra sociedad”, agrega el psiquiatra.

Los datos de Medicina Legal contienen cinco casos de suicidio que tuvieron como causa la muerte de un familiar, tres casos fueron por problemas con la justicia, dos por abuso sexual y uno por amenaza de muerte. Aunque los datos no lo reflejan, el médico expone que cada vez mira más casos de suicidio o intentos suicidas relacionados a la violencia.

Carranza expone que, por el momento, desde el Minsal no tienen información de que el acoso de las pandillas sea un mecanismo que esté directamente influyendo y provocando conductas suicidas.

“No tenemos registro respecto a eso, ni reportes en los territorios cuando vamos a hacer supervisiones. Lo que tenemos registrado y estudiado es el trauma”, menciona.

Por ello dice que han trabajado con el Ministerio de Educación con programas con la detección del fracaso escolar, relacionado con la conducta, enfocándose en el acompañamiento de los chicos, así como las estrategias de pares, es decir que los adolescentes se conviertan en promotores de salud.

En Usulután, dando seguimiento a los casos, han identificado muchas historias de estudiantes en las que se repiten casos de violencia en la familia, que a diario son testigos de cómo su madre es agredida, o en un ambiente familiar sumido en gritos e insultos. Marquínez informa que también han detectado casos de acoso de pandillas, que les exigen a los estudiantes unirse a dichos grupos o vender drogas en las escuelas. Si se rehusan aumenta la presión: “Hemos tenido estos casos y es bien lamentable, porque me dicen: ‘Tengo dos opciones o ya no voy a estudiar y me quedo en la casa escuchando gritos o sigo yendo a la escuela, me meto a una pandilla, donde al final me van a matar’”.

“En el ISSS no vemos ese muchacho, pero vemos a los papás de ese muchacho, ya con depresión, preocupados por el acoso de las pandillas”, dice Cardoza.

“Cuando aumenta la violencia aumenta el suicidio”, añade.

“Si usted me pregunta de qué lugares he visto de estos grupos de edades con conductas suicidas o que han llegado con complicaciones médicas son de las áreas de Popotlán, de Apopa, en San Martín, Soyapango, en Ilopango. Zonas de una violencia tan atroz, los niños están encarcelados, no estudian porque pasan encerrados”, sostiene el psiquiatra consultado.

 

*Algunos detalles fueron cambiados para proteger la identidad de la persona.