Moretones y rasguños son la evidencia que médicos registraron en Virginia para documentar la agresión contra Ana. Su agresor, un hondureño, es buscado por la Policía. Foto EDH / Cortesía
Fue el 15 de abril de 2017, finalizando ambos nuestro día de trabajo nos encontrábamos en casa, yo encargándome de la limpieza y él tomándose unas cervezas. No había tomado mucho, tal vez, tres cervezas. Cuando me comentó que llamaría a sus amigos para tomar con ellos en casa, a lo cual me opuse porque tengo a una hija pequeña que proteger.
La discusión inició y no solo eso, de la discusión él pasó a los golpes.
Me quiso ahorcar con sus manos sobre (la superficie de) zinc de la cocina, realmente sentía morir en ese momento y no sé cómo pude sobrevivir a eso. Luego salimos de casa, siempre peleando, donde aproveché para llamar al 911, el número de emergencias.
Ya habían contestado, estaban atendiendo mi llamada cuando él me destruyó por completo mi teléfono. Asustada por todo lo que estaba pasando, me fui nuevamente para el apartamento con las llaves de mi carro y las del apartamento en mis manos, pensando que ese posiblemente era el último día de mi vida, ya que había gritado por ayuda en muchas ocasiones y nadie acudió a mi llamado, nadie parecía darse cuenta de la agresión que estaba experimentando.
Estando en el apartamento, él aprovechó para quebrarle un vidrio a mi carro y dejarlo inservible en el parqueo, luego corrió a descargar toda su furia sobre mí, quebró la ventana de la cocina con una tenaza para poder entrar al apartamento y luego matarme, ese era el plan.
Al ver que quebró la ventana inmediatamente salí por la puerta principal con mi hija en brazos corriendo en busca de ayuda.
Corrí desesperada aproximadamente una cuadra cuando él ya me había alcanzado y con la tenaza en mano amenazaba con matarme, pero, en ese preciso momento iban entrando dos carros de personas que también vivían en el complejo de apartamentos.
En ese instante él se escondió atrás de unos arbustos y solo logró poner la punta de la tenaza en mi espalda.
Cuando él se escondió aproveché y corrí más fuerte en busca de ayuda. Gracias a Dios, encontré a unas personas afuera de un apartamento y no dudé en pedirles su teléfono prestado para llamar a la Policía. Cuando estaba llamando al 911 iba a toda velocidad una patrulla, atendiendo al llamado anterior que quedó inconcluso.
Y en ese preciso momento el agresor escapó en otro carro y por otra calle.
La denuncia
Me tomaron la declaración, llegó la ambulancia y me llevaron al hospital.
En el hospital me hicieron todos los análisis pertinentes para descartar quebraduras y malos golpes. Estaba roja de casi todo mi cuerpo a raíz de la pelea cuerpo a cuerpo que había tenido con mi pareja. En ese momento los golpes físicos ya no dolían, ya no importaban. Estaba con vida y tenía a mi hija, eso era todo para mí. Psicológicamente y anímicamente estaba destruida, no sabía cómo iba a vivir a partir de ese momento.
Desde ese día no pude regresar a mi apartamento. Las veces que regresé fueron traumáticas para mí.
Sentía que alguien había muerto ahí, y en efecto, ahí nació el amor y murió también, ahí murió mi agresor.
Tanta historia en esas paredes, tantas cosas y momentos, algunos felices algunos agrios.
Esa carga anímica y esa energía mala en ese lugar no me permitieron regresar más.
En ese momento toqué fondo y tuve que acudir a mi familia, tuve que pedir ayuda porque sola no hubiera podido salir adelante.
De ahí en adelante he sufrido y he llorado por ese pasado, por pobrezas o por situaciones que a la mayoría nos pasa. Pero, nunca más he vuelto a ser insultada y pisoteada por ningún hombre hasta el momento.
A veces, es muy fácil criticar desde afuera, de hecho, yo era una que criticaba todo ese tipo de situaciones antes de enamorarme y caer en una.
Es fácil describir panoramas de posibles soluciones a esas situaciones cuando no se está o no se ha vivido algo así. A veces las víctimas nos sentimos enjauladas, sin salida alguna, más cuando no se tiene el apoyo de personas de confianza o estos están lejos.
Mi historia la comparto no para causar lástima o para llamar la atención, o revictimizarme como algunos pueden creer. Lo hago para que no caigamos en más de lo mismo, lo hago para que sea el espejo de otra mujer y no llegue a pasar por lo que yo pasé.
La Frase
“Los crímenes, golpes y violaciones contra las mujeres están ahí, la diferencia está en tener la valentía para demandar al agresor. No he vuelto a ver a mi agresor, tiene cargos pendientes con la justicia en esta ciudad (Richmond, EE. UU.). Solo puedo decir que me salvé de morir por no huir antes de esa situación”.
“He sufrido y he llorado, por ese pasado, por pobrezas. Pero, nunca más he vuelto a ser insultada y pisoteada durante un año”.
Ana, Víctima de violencia familiar
A más de un año de lo ocurrido yo aún tengo varias secuelas que sanar y que solo el tiempo me podrá ayudar a superar.
He avanzado mucho desde ese tiempo, pero no lo suficiente. Prueba de ello, es que no me atrevía a escribir sobre esto, porque aunque el tiempo haya pasado, las heridas aún están abiertas, posiblemente no estén sangrando, pero duelen.
A pesar de vivir en un país desarrollado, las mujeres aquí, en Estados Unidos, no escapamos de la violencia de género.
Un mes después de haber sufrido ese terrible episodio en mi vida, una mujer de origen mexicano fue asesinada en un complejo de apartamentos cercano al mío.
Ella no tuvo la suerte de escapar de su agresor, y a pesar de gritar y pedir ayuda nadie la auxilio. Los vecinos escucharon, pero no era su problema. Y así como le pasó a ella les ha pasado a muchas.
Los crímenes, golpes y violaciones contra las mujeres están ahí, la diferencia está en tener la valentía suficiente para demandar a nuestro o nuestros agresores.
No he vuelto a ver mi agresor, tiene cargos pendientes con la justicia en esta ciudad. Solo puedo decir que me salvé de morir por no huir antes de esta situación.