Una bebé de dos años entre las 33 mujeres asesinadas en abril

Los padres de la menor también fueron asesinados y, luego, enterrados en el cantón El Junquillo. Estaban desaparecidos desde el 10 de abril. Ayer recuperaron los cadáveres. La Policía se negó a dar información del hecho.

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Foto por Óscar Iraheta

Por Jorge Beltrán

2018-05-03 9:40:19

Desde 1981, cuando en el cantón El Junquillo, de Cacaopera, un grupo de militares cometió una masacre en el contexto del conflicto armado, no se había vuelto a escuchar de asesinatos en ese lugar de pocas viviendas y de muchos potreros, enquistados en la serranía del norte del departamento de Morazán.

Ha sido hasta este año que los asesinatos han vuelto a golpear a los habitantes de ese lugar. Y, ahora, la muerte ha retornado a ese lugar pisando fuerte, al parecer, de la mano de un grupo de pandilleros de la Mara Salvatrucha (MS-13), según fuentes policiales.

Una de las víctimas ha sido una niña de dos años, hija de una ama de casa y de un vendedor de minutas. De su asesinato nada se dijo, a pesar de que el cadáver de la menor fue encontrado el sábado 21 de abril.

 

 

El silencio sobre el asesinato de Sandra Yanira A.L. fue tal que ni los policías destacados en Cacaopera quisieron dar información acerca del caso a periodistas de este medio que el viernes 27 llegaron a preguntar por el crimen… Un triple crimen. Una masacre.

No se sabe por qué los policías dijeron que poco sabían sobre dos adultos y una bebé desaparecida. Dijeron que no estaban seguros del sitio donde habían encontrado el cadáver de la niña, y menos del lugar de donde habían desaparecido.

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Pero es posible que hayan negado tal información por vergüenza. Sí, por vergüenza, porque la vivienda (un mesón o cuartería) donde mataron a los padres de Sandra Yanira (y posiblemente a ella también) está justo atrás de la casa que habitan los policías. Entre ambas edificaciones no hay más de 25 metros de distancia en línea recta. Entre las dos casas solo hay de por medio una calle adoquinada.

Foto por Óscar Iraheta

Pero los policías no se enteraron que atrás de sus dormitorios, la noche entre el lunes 9 y el martes 10 de abril, un grupo de pandilleros asaltó el cuarto donde vivían José Magdaleno Aparicio Guevara, de 60 años, y Sandra Maritza Luna Bonilla, de 42.

Fue hasta el jueves 12, en la mañana, que un familiar de ambos fue al mesón a visitarlos, extrañada porque no se habían comunicado por teléfono ni la habían llegado a visitar; cualquiera de las dos rutinas hacía Sandra Maritza.

Cuando ese pariente llegó al mesón, encontró al dueño del inmueble, quien a la vez es abuelo del principal sospechoso, y la respuesta que le dio al preguntarle por la pareja, fue: Quizá andaban paseando.

Pero el visitante vio que en el patio de la habitación había ropa de sus parientes, tendida al sol. Además, vio que había manchas de sangre y también casquillos de arma de fuego. Al observar con más minuciosidad, observó que debajo de un montón de olotes había más manchas de sangre y abundantes moscas.

Casquillos eran varios. El familiar también vio que había cabello y una prótesis (placa) dental de Sandra Maritza, así como una pacha con leche para la niña que estaba en una silla.

Eso lo motivó a ir a dar aviso a los policías, quienes rompieron la puerta para ingresar a la habitación donde hallaron manchas de sangre y en completo desorden, como si los asesinos hubiesen buscado algo.

Foto por Óscar Iraheta

Las autoridades policiales aislaron la escena con cinta amarilla, recogieron las evidencias y se marcharon. No se atrevieron a asegurar que todas esas evidencias estuvieran vinculadas a la desaparición de la familia Aparicio Luna.

Desde aquel día no se supo más de José Magdaleno y Sandra Maritza y la hija de ambos, hasta el sábado 21 de abril, cuando encontraron el cadáver de la niña, con lo que se convirtió en una de las 33 mujeres asesinadas en abril de 2018.

La tumba clandestina donde la habían enterrado tenía unos 30 centímetros de profundidad por menos de medio metro de diámetro. La habían enterrado en un potrero donde los propietarios mantienen ganado pastando.
Con tan poca profundidad y el lugar, pareciera que la intención de el o los asesinos era que la encontraran rápido. Según testigos de la recuperación del cadáver, la niña tenía un trapo en el rostro. Al parecer, la asesinaron asfixiándola.

Aparicio era un hombre originario del municipio de San Jorge, departamento de San Miguel, pero tenía muchos años de vivir en Cacaopera, según explicaron sus familiares. Durante mucho tiempo se dedicó a vender minutas por todo el municipio.

Algunos habitantes de Cacaopera, entrevistado por este medio, dicen que José Magdaleno era un hombre trabajador y buen administrador de lo que ganaba con su negocio de minutas. Tanto así que era público en Cacaopera que quería comprar el mesón donde vivía alquilando.

Antes de formar hogar con Sandra Maritza tuvo una relación sentimental con una de las hijas del dueño del mesón, con quien procreó una hija.

¿Quién es el principal sospechoso?

Las autoridades policiales y fiscales han manifestado que el principal sospechoso es un miembro de la Mara Salvatrucha (MS-13), quien es hijo de la primer mujer que en Cacaopera tuvo José Magdaleno y con quien procreó una hija.

Rigoberto R.A., a la vez es nieto del dueño del mesón que José Magdaleno supuestamente pretendía comprar.
De acuerdo con información policial, Rigoberto fue acompañado por cuatro o cinco pandilleros más para cometer el crimen en el mesón de su abuelo. Luego, habrían sacado los cadáveres para llevarlos rumbo al lugar conocido como La Estaca, del cantón El Junquillo.

Las fuentes sostienen que es imposible que Rigoberto haya actuado solo, ni tan solo para cargar los cadáveres, pues, José David era un hombre fortachón.

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Fuentes policiales aseguraron que la mujer habría cuidado a la menor durante su cautiverio.

Del mesón donde vivían las víctimas hasta el cantón El Junquillo hay aproximadamente 20 kilómetros, por lo fue necesario utilizar un automóvil.

Sobre este caso hay muchas más evidencias que apuntan hacia Rigoberto y a la complicidad de algunos de sus familiares, de acuerdo a conocedores del caso. El móvil podría haber sido el robo del dinero con el que supuestamente la víctima pretendía comprar el inmueble donde alquilaba para vivir.

Sin embargo, una cuenta de Facebook, bajo el nombre de Genaro Guevara, afirmaba que el triple homicidio no era un asunto de pandillas, si no que se trataba de un problema más personal.
“Eso no lo iso la mara eso es pedo por muy aparte ok perros el IVA matar a mi primo y entonces mi primo lo mato primero”, indicaba un mensaje en la referida cuenta, que tiene publicadas fotografías que indican que quien la maneja no reside en El Salvador

Hallazgo de dos cadáveres

El miércoles 2 de mayo recién pasado, al mediodía, trascendió que la Fiscalía, policías y médicos forenses del Instituto de Medicina Legal habían encontrado dos cadáveres en una tumba clandestina en el cantón El Junquillo, siempre en Cacaopera.

Fuentes policiales manifestaron que se podría tratar de los restos de José Magdaleno y de Sandra Maritza, desaparecidos entre la noche del 9 y la madrugada del 10 de abril anterior.
Sin embargo, como en el caso de la niña de dos años, será necesario practicar una prueba genética para tener la certeza de que son ellos para, luego, entregar los restos a sus familiares.