El 24 de febrero, el sistema penitenciario de Ecuador se tiñó de sangre cuando, simultáneamente, asesinaron a 79 reos en cuatro centros penales diferentes en todo el país.
A eso de las 8:55 de la mañana, Teresa (nombre ficticio de la madre de uno de los reos asesinados) recibió una llamada. La clase virtual que recibía su nieto Joel junto a ella se vio interrumpida por la voz al otro lado del teléfono:
“Mamá, nos vienen a matar”, dijo John, hijo de Teresa, antes de que ella escuchara varios disparos al fondo.
Solo en el Centro de Rehabilitación Social Turi de Cuenca, cárcel donde murió el hijo de Teresa, mataron a 34 reos, y según reporta el periódico El Comercio, los cuerpos de todos fueron retirados ayer para ser analizados por los equipos forenses. Aún hay 7 cuerpos que no han podido ser identificados.
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Teresa, de 56 años, narra que tras las palabras de John se escuchaban golpes de fierros, gritos, máquinas, insultos, y una voz al fondo que decía “mátalo, mátalo”.
La madre le pidió a su hijo que se escondiera, sin embargo, no pudo hacerlo a tiempo. La llamada quedó silenciada y Teresa pasó varias horas sin saber lo sucedido.
Cuando la mujer se comunicó con familiares de otros reos, nadie entendía lo que pasaba hasta que pudieron ver una serie de vídeos que mostraba los estragos de los amotinamientos.
En uno de los vídeos se veía el cuerpo de John que había sido separado de su cabeza y estaba junto a cinco cuerpos más. “Con esas imágenes acabaron con mi vida, hubiera preferido que nadie grabara eso”, dijo Teresa.
Según un comunicado difundido por Servicio Nacional de Atención Integral de Personas Adultas Privadas de Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI) de Ecuador, de los 79 muertos, 34 se registraron en la cárcel Turi, en Cuenca; 31 en la regional Guayas, ocho en Cotopaxi y seis en la Penitenciaría, ubicada en Guayaquil.
Mientras tanto, las autoridades ecuatorianas siguen investigando cuáles fueron los motivos que provocaron los amotinamientos y las posteriores masacres en las diferentes cárceles del país.