Michael Guzmán, el joven universitario que da clases a los niños en una escuela improvisada de los condominios Modelo

Este joven salvadoreño lleva una esperanza a una de las comunidades que por décadas ha estado en abandono. Está seguro de que sin educación no hay camino para que estos niños cambien su realidad.

Por Jessica Orellana

2019-12-03 11:00:39

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Los niños saben que ha llegado la hora de sacar las sillas y las mesas de un apartamento donde les han dado espacio para guárdalos y son cargados por los mismos niños que entre relajo y un deseo de colaborar son llevados hasta el parqueo entre los edificios. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Tanto es el cariño y la complicidad que se ha creado en el grupo que los pequeños atienden el llamado de Michael, quien nombre por nombre los invita a la clase desde la primera planta de los condominios. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Pese a los inconvenientes, Michael lleva una esperanza a una de las comunidades que por décadas ha sido abandonada. Está seguro de que sin educación no existe un camino para que estos pequeños cambien su realidad. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Michael asegura que el trabajo es grande por todo lo que rodea a los pequeños. “Hay problemas serios, como el acceso a una vivienda digna, alimentación, acceso a los servicios básicos de salud, un trabajo digno para los madres y padres de familia, la violencia, pandillas, drogas, todo eso se vuelve una carga para los pequeños”. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Esta noble labor educativa se da entre unos grises edificios dañados por el terremoto de 1986 y declarado inhabitables por las autoridades. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Michael carga las mesas que sirven para la escuelita improvisada. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Michael Isaías Guzmán es un estudiante de Relaciones Públicas que usa su tiempo para dar clases voluntariamente en una escuela improvisada al aire libre a los niños de escasos recursos que viven en los condominios Modelo en San Salvador. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Colores, plumones, hojas de papel, sillas, mesas y un refrigerio es lo que ha permitido que los refuerzos de matemática, lenguaje, ciencia, sociales, las clases bíblicas, arte, manualidades y hasta clases de inglés den fruto y sean posibles sin ningún costo para los pequeños, pero un valor inigualable en sus vidas. Foto EDH/ Jessica Orellana
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“Empezó como una misión de la iglesia, tiempo después se convertiría en un proyecto personal bautizado Descalzos, para atender a los pequeños y brindarles un espacio donde se les sembrara la semillita de superación a los que estudiaban y otros que habían dejado de hacerlo”, asegura Michael. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Unos dibujan, otros colorean, algunos hacen sus tareas, pero siempre tienen la atención y supervisión de Michael. Foto EDH/ Jessica Orellana
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“Los niños están encantados, hay padres de familia que también se han acercado para contarnos que sus hijos han cambiado. Ellos conocen la realidad de sus hijos y yo entiendo pues nadie va a venir a un lugar de alto riesgo y regalar su tiempo, pero yo en eso he encontrado mi vocación: servirles, darle un poco de mi tiempo, que ellos en un par de horas se olviden de su día a día”. Foto EDH/ Jessica Orellana
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“Hay niños que asumen roles a su corta edad que no les corresponden, porque sus padres trabajan todo el día porque si no lo hacen no tienen para comer, no tienen otra salida aunque ellos quisieran darles una calidad de vida mejor a sus hijos, es un problema estructural”. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Las tres hermanitas asisten a las clases, ellas esperan que Michael las llegue a traer. Foto EDH/ Jessica Orellana
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La mayoría de los niños y niñas que habitan los edificios Modelo son de padres que se dedican a las ventas ambulantes, lo que ha hecho que a muchos de los pequeños les toque pasar muchas horas solos en sus apartamentos sin ningún responsable a cargo y otros hasta han abandonan la escuela, unos por necesidad, otros por falta de interés. Foto EDH/ Jessica Orellana
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120 familias están instaladas ahora en estos inmuebles que debieron haber sido demolidos hace tiempo. En el lugar se puede observar cómo muchas de las gradas se encuentran prácticamente en un hilito de caer, lo que podría provocar lesiones e inclusive la muerte de alguna de las personas que residen en los condominios. Foto EDH/ Jessica Orellana
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Dos menores hacen sus actividades antes de ir a las clases impartidas por Michael. “Hay un aproximado de 100 niños los que viven en esta área y eso me motivó a querer ayudarles, pues hay un sinfín de necesidades”. Foto EDH/ Jessica Orellana