Noche de espantos en Tonacatepeque: así celebran la fiesta de la Calabiuza
En la tradición del día de la Calabiuza participan niños y jóvenes, que representan a los personajes mitológicos y recorren el pueblo al son de los tambores y gritos.
Los alaridos y llantos del Gritón de la Noche recobran vida en el Cementerio General de Tonacatepeque cada 1 de noviembre, día en que celebran la Calabiuza.
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La tradición de Calabiuza tiene sus orígenes en la celebración del fin de la cosecha; pero cuando llegaron los españoles, en tiempos de la colonia, a los nativos se les dijo que esa era fecha en que los santos bajan a la tierra convertidos en ángeles y para alimentarlos se les ofrece ayote en miel.
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Sentada a las afueras de su añeja casa, María Carpio, de 69 años, recorre las calles del Barrio Mercedes, donde vivió su niñez y juventud.
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Las sorprendentes y espeluznantes vivencias con el tiempo se han vuelto parte de las anécdotas e historias del pueblo.
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“Por los años 80 uno salía de noche con candiles, en ese tiempo las calles de Tonacatepeque eran empedradas”, dijo María.
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Luego añadió: “A mi me enviaban hacer mandados a la media noche y desde la plaza central se escuchaba el rechinar de una carreta que venía desde el cementerio. Entre más se acercaban mayor el estruendo de las llantas”, narró la señora.
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Otra de las anécdotas de los pobladores es que cada noche la carreta chillona pasaba cargada de santos, quienes se acercaban a las puertas a tocar, sobre todo a las personas “de buen hablar” y quien les abría la puerta le dejaban una vela. Al día siguiente lo que les aparecía era un hueso.
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El festival estuvo lleno de personajes mitológicos que se mantienen arraigados en la historia de ese municipio.
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También, en este festejo los pequeños del municipio acostumbran a pedir ese platillo tradicional casa por casa.
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De esta manera, los lugareños ponen de manifiesto su ingenio y creatividad para fabricar la carretera chillona que acompaña el tradicional desfile de personajes de la mitología salvadoreña.
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“Ángeles somos, del cielo venimos pidiendo ayote para nuestro camino, mino, mino, mino”, dice el estribillo popular que cantan al tocar la puerta de cada vivienda.
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Cada 1 de noviembre, niños y jóvenes se organizan para escenificar coloridas y autóctonas carretas, además de darle vida a algunos de los personajes mitológicos.
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