En tiempos de crisis, cuando aumenta el interés en las cosas más necesarias, el lujo de otros puede ser ofensivo para algunos. Así es como se produce el efecto María Antonieta y fenómenos como el de #guillotine2020.
A María Antonieta, reina consorte de Francia desde 1774, se le reprochó el gasto en fiestas y lujos mientras el pueblo galo pasaba hambre. Fue condenada a la guillotina en uno de los puntos más álgidos de la Revolución Francesa, meses después de que su esposo, el rey Luis XVI, pereciera de la misma forma.
Hoy, en 2020, el millonario David Geffen levantó una oleada de opiniones negativas cuando mostró cómo se aislaba en su yate Rising Sun, de $590 millones de dólares. “Aislado en las Granadinas, evitando el virus. Espero que todos estén seguros”, escribió el millonario de 77 años debajo de la imagen de la nave, donde ha recibido invitados famosos como Paul McCartney, Karlie Kloss, Oprah Winfrey y Leonardo DiCaprio. En medio de los comentarios apareció la etiqueta o hashtag “#guillotine2020”. Tras las reacciones, Geffen hizo privada su cuenta y luego la borró.
Si antes las audiencias husmeaban en las cuentas de los famosos para vivir su exótica vida, hoy esas excentricidades pueden ser vistas desde otra óptica, pues la pandemia del coronavirus ha puesto en primer lugar las necesidades básicas, información utilitaria y aquello que aporte a crear sensaciones de paz que disminuyan la ansiedad.
Las celebridades no escapan al fenómeno. Algunas, bien intencionadas, han compartido imágenes de sus hogares: mansiones con todas las comodidades. Así lo hizo Jennifer López con su familia en un jardín donde jugaban béisbol, Drake con una cancha de baloncesto en su hogar o Kylie Jenner sentada en su sofá mientras pedía a sus seguidores recomendaciones de películas.
Gal Gadot salió al público con la idea de cantar Imagine, la famosa canción de John Lennon, e invitó a sus colegas a unirse al coro. El video tiene más de nueve millones de reproducciones, pero los “haters” han estado ahí para pedir a las celebridades que no canten, que donen. “Quedarme en casa es mi súper poder”, dijo la intérprete de la Mujer Maravilla desde su clóset.
Como dice Amanda Hess en su columna de opinión en la sección de Arte del New York Times, “cuando veo sus posts sobre servicio al público, mi atención se dirige a los bordes del marco: hacia la moldura de pared visible detrás del hombro de Robert DeNiro; a las vigas en el balcón de Priyanka Chopra ; al papel tapiz equino que enmarca la chimenea de Zoë Kravitz”. Porque son celebridades en ambientes cómodos y más seguros.
Y cuando Pharrell Williams le pidió a sus seguidores que donaran para ayudar al personal que atiende la epidemia en la línea de fuego, los seguidores le dijeron que vaciara él mismo sus bolsillos primero.
Así es como las celebridades enfrentan entre sus seguidores a aquellos que buscan la crítica social. Para seguir vigentes durante esta crisis, ya hay quienes tratan de no caer en el pecado de alardear de su fortuna.
En un post que publicó Madonna llamó al virus el “gran ecualizador”. Desde su bañera llena de pétalos de rosas dijo: “No le importa lo rico que seas, lo famoso que seas, lo gracioso que seas, lo inteligente que seas, dónde vivas, cuántos años tengas, qué historias asombrosas puedes contar”. Y también le llovieron las críticas y borró la publicación.
