Una parábola portuaria para el beneficio del alma

“El comercio, mientras que se le practica con dignidad, siempre se ha considerado con alta estima en cada república” Cino Ranuccini, en su prefacio a Sobre Dante de Christoforo Landino. (Florencia, 1481)

descripción de la imagen

Por Katherine Miller Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2018-09-22 4:51:29

En una república del Renacimiento italiano, los humanistas quienes sirvieron como estadistas, diplomáticos y administradores de la riqueza acumulada, tomaron nota, en sus discursos escritos, que esta misma riqueza —mientras que duraba— era requisito para ostentar, manejar y mantener el gobierno mismo.

Si fracasaba una fuente de riqueza para la república, obviamente, los líderes tenían que cambiar colores políticos y buscar otra. Eran los tiempos en que la democracia fue marcada por una cierta mutabilidad característica de los renacimientos.

Entre las metáforas preeminentes para comunicar esta disposición al cambio, los líderes políticos prestaban de las realidades mutables que se daban en todas las esferas: intelectuales, retóricas, filosóficas y literarias —antesalas a la vida política de la Florencia del siglo XV, como por ejemplo de Los Metamorfóses del poeta romano, Ovidio.

Mapa de Italia de 1490.

Las Metamorfóses es un largo poema que plasma el horror y la frustración de la vida en una serie de pesadillas producto de los deseos frustrados y no realizados en la búsqueda de la felicidad política en medio de los juegos del poder. Por ejemplo, Dafne era una bella y joven ninfa adolescente quien, en la histeria del terror por ser acosada por el dios Apolo, pide a su padre que le dé una manera de escapar de las atenciones del dios.

Ella es rescatada por su padre por medio de una metamorfosis, o mutación, que la transforma en un árbol de laurel. De sus brazos y dedos levantados en suplicación para escapar, comienzan a crecer hojas de laurel. Y ella queda transformada, en una segunda realidad, una realidad alternativa y degradada: ya no una niña, si no que un árbol de laurel, inhumana, hecha solo de madera y hojas.

Así la retórica que transmitía las mutaciones necesarias, en la vida política de aquellos tiempos, para comunicar un juego de realidades alternativas —alternative facts— ya sean transformadas por arte de magia, o por las tergiversaciones lingüísticas que manipulan la ética y la moral para justificar el cambio de machos en medio del río.

La realidad, sin embargo, no es tan dócil: la realidad es terca, y no se puede cambiar con la varita mágica de las palabras y las alteraciones retóricas para hacer posible la mutabilidad del mundo político en búsqueda de fondos nuevos con nuevas ideologías.

La mutabilidad es alusiva a la condición humana no solamente hoy, si no durante los Renacimientos culturales, políticos y comerciales de las repúblicas marítimas de la cuenca del Mediterráneo del Oriente, donde las ciudades portuarias tenían que afianzar la riqueza para mantenerse con sus banderas y barcos a flote. La mutabilidad o metamorfosis es la metáfora par excelence para el tipo de líderes políticos “flexibles” en sus pensamientos y acciones morales y éticas —pragmáticas pero no éticas cuando es necesario cambiar barco porque en el que están viajando se está hundiendo.
Hablando en generalizaciones, entonces, la deformación, mutilación y transformación (léase, metamorfosis) a que la vida moral tiene que someterse se vuelve hasta una transhumanización, que procede de la condición humana y la yuxtaposición en las actividades necesarias para formar alianzas políticas y diplomáticas a las que se dedican los que manejan repúblicas.

Pero regresamos al siglo XV y un solo ejemplo: como un primer paso, la Serenísima República de Venecia, parecida a la ciudad portuaria tan cercana como los puertos en las orillas del mar Pacífico, lo que es conocido como el “Pacific Rim” en el contexto, tal vez, del volte-face hacia Asia —“the pivot towards Asia” de este siglo XXI. Los venecianos rompieron con la decisión del Papa Pío II (Eneas Silvio Piccolomini, 1405-1464) que había prohibido hacer comercio con los infieles, los árabes musulmanes y no cristianos. Pero los venecianos lograron abrir relaciones comerciales, y por lo tanto relaciones políticas con los “infieles” por medio de un chrysobul (pronunciamiento papal con sello de oro emitido por el imperio bizantino), en una negociación con el papado, una verdadera creación de una realidad alternativa.

Con este “permiso” de hacer comercio y política con los que no eran cristianos, los venecianos —y solamente ellos— ya protegidos por Su Santidad en Roma, efectuaron una mutabilidad política en la que la riqueza que pasaba, en forma exclusiva, por su puerto proveniente del Oriente a través de la Ruta de la Seda, les permitía gozar del monopolio para los bienes exóticos provenientes desde China hasta Constantinopla, capital del Imperio Bizantino. Tal es el poder de las realidades alternativas y las nuevas ideologías metamorfoseadas en las alianzas políticas.

El príncipe renacentista tan poderoso, Su Santidad Pío II, promulgó la idea y la implementación de una nueva cruzada, una idea que avanzó junto con la emisión y difusión de su nueva bula papal Execrabilis (1460), actualizada para dirigirse a los nuevos desarrollos, protegidos ahora por el chrysobul.

Esta cruzada representaba una posibilidad de riquezas sin fin para Venecia, Génova y Pisa (y, por extensión, para Roma) procedentes de los cobros exigidos por el transporte de los caballeros cruzados, sus enormes caballos de guerra y sus séquitos en camino desde Europa hacia Tierra Santa para tomar la Jerusalén de los “infieles”.

Buscando mutaciones para financiarse, la ciudad portuaria de Pisa monopolizó el transporte de los militares critianos desde la península itálica hasta la Tierra Santa durante el resurgimiento de las cruzadas del siglo XV, ya que se habían encargado de acumular dicho capital desde la primera cruzada en el siglo XII.

En estas actividades comerciales, los pisanos, así como habían hecho los venecianos, lograron y mantenían un monopolio ganado con una guerra de tarifas y aranceles contra la vecina ciudad portuaria, Génova, un poco más al norte en la misma península, que también deseaba las grandes acumulaciones de capital por medio de un monopolio del transporte de los cruzados en las guerras santas de los cristianos europeos.

La fricción entre Pisa y Genova produjo un dicho genovés: “Mejor un muerto en la casa que un pisano a la puerta”.

Estamos ante una mutación de Pisa con el uso de su puerto como una fuente de ingresos y monopolio de transporte. Resultó la creación de un mito energizante para la población pisana durante el período de las cruzadas, fuente de enormes de ingresos. ¿Cómo lo hicieron?

Los barcos de Pisa cargados con caballeros cruzados y sus séquitos viajaban al Levante, a Jerusalén, por ejemplo y allí los dejaban. Pero regresaban a Pisa, cargados, literalmente, con la tierra del suelo de las orillas de la Tierra Santa, tierra sagrada.

La tierra sagrada era usada para llenar los cementerios de Pisa, porque creían que en el momento de la segunda venida de Jesucristo y el Juicio Final los pisanos enterrados en la tierra privilegiada encabezarían las primeras filas para entrar en el Paraíso, y San Pedro les iba a permitir ser las primeras almas y cuerpos en entrar al Paraíso.

Este fenómeno nos proporciona otro ejemplo de la auto-percibida mutabilidad corporal hacia un estado de superioridad espiritual, que provenía de sus circunstancias materiales. La tierra de la Tierra Santa en sus Campos Santos les permitió la creación del mito energizante, con una nueva fuente de enriquecimiento poderoso por medio de una realidad alternativa: una verdadera transhumanización en que los pisanos siempre serían superiores aquí en la tierra, además de ser los primeros en entrar al Paraíso por ser enterrados con Tierra Santa en sus propios cementerios.

Su Santidad Pío II no se detuvo en su argumentación, en referencia a los venecianos, genoveses y pisanos. Elevaba su discurso retóricamente a preguntar, en su autobiografía, Los Comentarios del Papa Pío II, utilizando una metáfora de la mutabilidad, concentrando, hasta la quintaesencia, en la deformación de quienes intentan controlar la realidad por medio de una realidad alternativa para justificar nuevas alianzas políticas con el objetivo pragmático de financiamiento, no importa la ideología.

A los que deseaban efectuar mutaciones políticas del índole veneciano y pisano, para crear nuevas fuentes de financiamiento por medio de realidades alternativas, Su Santidad Pío II, en su autobiografía, insinúa que con la transhumanización los que se deslizaban de una ideología a otra se transformaban, política y metafóricamente hablando, en peces del mar:
“Pero a los peces, ¿qué les importan las leyes? Como las bestias acuáticas tienen lo menos en términos de inteligencia; los venecianos y pisanos son los menos justos y menos capaces de la humanidad y, naturalmente, porque viven en el mar y pasan sus vidas en agua; utilizan barcos en lugar de caballos; no son tanto socios de los hombres —más de peces y compañeros de monstruos marinos…. Se permiten hacer cualquier cosa que los llevaría a ser un poder supremo. Si pueden, piensan, violar cualquier ley o derecho por ganar el poder”.

O´Brien. The Comentaries of Pope Pio II (1458-1464) and the Crisis of the Fifteenth Century Papacy. (Toronto, 2015)
He aquí un aviso para los que, por medias-mentiras y la creación de realidades alternativas —alternative facts— para su propio beneficio: es que “se vuelve demasiado filudo quien se corta a sí mismo.” ¿No es así?