La exhibición de películas en El Salvador comenzó a finales del siglo XIX en un hotel que se llamaba Americano, ubicado en el centro histórico.
Luego, ya a principios del siglo XIX como aún no habían salas propiamente dichas, se ocuparon los teatros.
En esa época El Salvador contaba con cuatro salas de teatro: el Nacional que estaba en construcción, porque se había incendiado a finales del XIX, el Variedades, el Principal y el Colón.
Los cuatro se localizaban sobre la misma calle: la 2da Avenida (Hoy Avenida Monseñor Romero), una zona de gran actividad cultural, en esos días.
El Variedades se convirtió luego en cine Apolo, pero siguió usándose para realizar el llamado “teatro de variedades”: cantantes, cómicos y figuras de circo, se presentaron ahí, también se daba espacio a espectáculos de boxeo y de lucha, paralelo a conciertos de orquestas de cámara o festivales de ballet.
Las primeras empresas distribuidoras de películas también rentaban el espacio para proyectar cine y fue tanto el gusto que despertó entre la gente, que poco a poco este, y el resto de teatros, fueron perdiendo su carácter original hasta convertirse definitivamente en cines.
Conoce los majestuosos cines de antaño que están en el olvido
A la mayor parte de adultos, de la tercera edad, recordar los cines que estuvieron en el Centro de San Salvador les lleva a la nostalgia, Ahora las salas de cine forman parte de la historia nacional.
Según investigaciones del historiador Héctor Sermeño, ya fallecido, en 1922 se construyó la primera sala de cine como tal y fue bautizada como Cine Mundial.
Ahí se estrenó en 1927 Águilas Civilizadas, la película salvadoreña más importante de la etapa muda.
Su aceptación fue tal, que empezaron a surgir pequeñas salas en casi todos los departamentos del país.
Según el historiador Sermeño, llegó un momento que en todo pueblo y municipio de El Salvador había una sala de cine.
El cine fue convirtiéndose poco a poco en un entretenimiento para todos, aunque según comentó Sermeño se hacía una separación de clases a la hora de exhibir las películas.
Algunas salas, en especial las que comenzaron como teatros, siempre tuvieron palcos privados con butacas de terciopelo y balcones de lujo, que eran para las clases altas, había además graderías de madera en la zona inferior, para la gente con menos recursos.
“Existía un sector popular: la galera, y la norma era que entraba todo el público y cinco minutos antes de que empezara la función, la luz se apagaba y se abría la puerta para dejar entrar a las prostitutas… A ellas se les permitía ir al teatro – o al cine- pero no de manera pública… Incluso ahí se sentaba la gente de menos recursos, la función tenía entre tres y cuatro precios distintos, pero eso fue desapareciendo poco a poco”, contó Sermeño.
Los cine-teatros de la época contaban con bar cafetería, baños y todas las comodidades de hoy en día, la diferencia era que pese a que el país tenía menos de la mitad de los habitantes de la actualidad, eran salas gigantescas de mil, dos mil y hasta cuatro mil butacas.
Lo que se proyectaba venía de Hollywood y a partir de los años 30, el cine mexicano entró en gran escala y también las producciones argentinas.
La razón es que en esa época, el 80% de la población era analfabeta y las películas venían doblabas al español, algo que aprovecharon las industrias mexicana y argentina que crecieron mucho, ya que la gente en su mayoría no podía leer y por eso las prefería.
Según datos del investigador Sermeño, México llegó a producir hasta 200 películas en un año y Argentina unas 120 o 130, que distribuían en toda América Latina.
La época de oro
El expresidente General Maximiliano Hernández Martínez, fue un apasionado del cine, solía decir que “era un invento maravilloso”.
Él iba solo a ver varias películas a la vez, y luego pedía que cortaban aquellas escenas que consideraba dañinas para los ciudadanos.
Tanto le gustó, que el 9 de julio de 1936 y por Decreto de la Asamblea Nacional Legislativa, creó el Circuito de Teatros Nacionales, destinado a la diversión del pueblo.
También lo usó para llevar fondos a las arcas de la Junta Central de Beneficiencia, el dinero de la taquilla lo destinaba a la manutención de asilos, hospitales y orfanatorios.
Este circuito llegó a poseer casi cincuenta salas que además de divertir a la gente, mantenían importantes proyectos del Estado.
Según una tesis de graduación de la Universidad Francisco Gavidia presentada por Alejandro Alfaro y otros, “paralelo al surgimiento de esta organización, el cinematógrafo se consolidó como el entretenimiento de masas, gracias al cine mudo de Charles Chaplin, Búster Keaton, Rodolfo Valentino y otros”.
“Por orden del Estado, el circuito de Teatros Nacionales construyó en las ciudades más importantes del país edificaciones para espectáculos con el concepto de cine teatro, esto implicaba la existencia de un escenario y una pequeña tramoya…además de una cabina para la proyección de películas y una pared en el fondo, el área de butacas y un espacio..para utilería y camerinos…”, cita la tesis.
Y llegaron más
Por la parte privada, en 1954 surgió Teatros Nacionales de El Salvador, integrado por varias familias que también eran propietarias de numerosas salas de cine.
Según la tesis “La producción cinematográfica, las salas de cine y las agencias internacionales de noticias en El Salvador, de Henry Flores y otros, de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, “…Poco a poco se fueron formando tres cadenas , las que empezaron a dominar el mercado del entretenimiento.
Una era del Estado…La segunda…se formó con la participación de varios inversionistas, liderados por Luis Poma y se llamó Teatros de El Salvador S.A.”.
El cine insignia de Luis Poma era el Caribe, era de lujo, él tenía varios cines más localizados en lugares que en ese momento eran estratégicos para la ciudad, por ejemplo el Avenida.
Este quedaba sobre un paseo que en ese tiempo era muy bonito, tenían el cine Central, el cine México, eran cines que en su tiempo fueron grandes y famosos” cuenta el ingeniero Francisco Urdampilleta, propietario del cine Majestic y otros.
Según la tesis mencionada, la compañía de Poma administraba cines localizados en zonas de alto poder adquisitivo.
La otra cadena era la Viéytez, cuya estrella fue el cine Variedades (después Viéytez), y donde hoy funciona una empresa que vende productos médicos. Ellos eran dueños del cine Colonial y los España, que luego vendieron.
A finales de los cincuenta empezó la cadena Urdampilleta, llamada “el cuarto circuito”. La sala cine símbolo de ellos fue el Gran Majestic.