Sixto Padilla Tovar: el naturalista de Ahuachapán

En la historia natural de El Salvador, la vida y obra del científico Sixto Alberto Padilla Tovar tienen un capítulo asegurado. Hasta la fecha, su valiosa obra permanece dispersa y sin estudios contemporáneos.

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Grabado metálico francés de la calle de Riego, en Ahuachapán, en 1890. Foto EDH / Archivo

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-08-09 8:30:30

Nacido en la villa de Ahuachapán, el 28 de diciembre de 1857, dentro del matrimonio formado por Ramón Padilla y Gertrudis Tovar, Sixto Alberto Padilla Tovar fue bautizado por el jurisconsulto metapaneco Dr. Isidro Menéndez.

En las fincas familiares Los Ausoles y Tacubita transcurrió su infancia, en la que fue instruido por educadores particulares. Su contacto diario con árboles, plantas y animales lo inclinaron por estudiar botánica y zoología en sus primeros pasos dentro del naturalismo. En esas propiedades, la existencia de vestigios arqueológicos también llamaron su atención.

En 1866, ingresó al primer colegio que se abrió en Ahuachapán, dirigido por José María Andrade, donde cursó las disciplinas humanísticas.

En enero de 1872, ingresó como alumno interno en el colegio San Luis, de la ciudad de Guatemala, dirigido por Manuel Andrade, para luego pasar al Colegio de Soler y después al que regentó Santos Berdugo Toruño. En este último obtuvo el bachillerato en Filosofía, el 26 de octubre de 1874.

Fotografía y firma del Dr. Padilla Tovar. Foto EDH / Cortesía de la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia”, San Salvador.

En enero de 1875, se matriculó en el doctorado de Medicina y Cirugía de la Universidad de San Carlos (Guatemala) e inició el segundo año, pero por un viaje por Europa interrumpió su carrera. A su regreso, la reanudó y alcanzó el grado en 1881. Su tesis, dedicada a la triguinosis, mereció comentarios de elogio en la prensa centroamericana. Después, se doctoró también en Farmacia y Ciencias Naturales en esa misma casa de estudios.

Regidor en varias oportunidades de la municipalidad de Ahuachapán, fue vocal de la primera Junta de Caridad y uno de los principales propulsores de la fundación del hospital de la localidad, que fue fundado el 18 de julio de 1883 y del que fue su primer director.

Representante de su departamento a la Asamblea Constituyente de 1885 (en noviembre, fue incorporado a la logia masónica Excélsior 17), fue diputado suplente en 1887 y propietario en 1888. En este año, el 9 de abril, el gobierno lo autorizó para que ejerciera sus profesiones científicas en el territorio nacional.
Volcado a la botánica industrial y comparativa, a la zoología y taxidermia, reunió la más completa colección de animales disecados que hubo en El Salvador hasta inicios del siglo XX.

En un esfuerzo de circulación de conocimientos por medio de una cultura médica trasatlántica, el Dr. Padilla visitó diversas universidades del mundo y mantuvo correspondencia con decenas de especialistas médicos, botánicos, zoólogos y naturalistas en general.

Su obra cumbre la constituye el Diccionario botánico y portátil de las tres Américas, en cinco tomos (1917-1926), que publicó en su propia imprenta El Porvenir, desde la que también divulgaba sus periódicos Flora de Centroamérica, El unionista, El agricultor salvadoreño y La patria.

Portadilla interior del segundo tomo de la obra cumbre del Dr. Padilla Tovar. Foto EDH / Cortesía Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia”, San Salvador.

En su extensa biografía, el Dr. Padilla Tovar cumplió varios encargos hechos por los gobiernos de El Salvador y Guatemala para estudiar las floras locales y examinar las posibilidades de expansión industrial de cultivos como el café, azúcar, arroz, trigo y otros. También viajó por el Caribe y Brasil, donde también realizó estudios de botánica comparada.

En las primeras dos décadas del siglo XX, varios de sus trabajos con plantas usadas por los pueblos indígenas centroamericanos para tratar el alcoholismo, la diabetes y otras enfermedades fueron divulgados por revistas científicas como El siglo médico, de Madrid. Uno de sus más importantes ensayos fue publicado en agosto de 1905, para promover al mangle (Rhizophora mangle, Linn.) como un elemento óptimo que podía usarse en casos crónicos de lepra.

Fue el primero en sugerir la importancia estratégica de que un puente uniera a las fronteras de El Salvador y Guatemala en Las Chinamas. Además, a Guatemala le indicó que su árbol nacional podía ser la Ceiba Pentandra, lo cual fue aprobado mediante acuerdo gubernativo el 8 de marzo de 1955.
Fue incorporado a la Sociedad Botánica de Francia, la Sociedad Botánica Imperial del Brasil, la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala y otras agrupaciones científicas y culturales de los continentes europeo y americano.

Fallecido el 6 de mayo de 1932, poco tiempo después el gobierno salvadoreño le compró a su familia su colección de animales disecados. ¿Se conserva aún ese legado en el Museo de Historia Natural del parque Saburo Hirao?

En la actualidad, un centro escolar de Jujutla le rinde homenaje a su memoria. Pero hace falta reunir su obra, escribir su biografía y posicionar su aporte intelectual ante las generaciones del siglo XXI.
¿Habrá interés entre el pueblo ahuachapaneco por rescatar el legado naturalista del Dr. Sixto Alberto Padilla Tovar?