Padre Alfonso Evertsz: “Don Bosco decía: ‘Me siento alegre de estar con ustedes’, yo puedo repetir lo mismo”

El guatemalteco de nacimiento, y salvadoreño de corazón, destacó que su labor con Fusalmo es permitir que la juventud que vive en zonas vulnerables del país tenga acceso a sana diversión y a conocimientos.

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El padre Alfonso Evertsz, presidente de la Fundación Salvador del Mundo (Fusalmo), tiene más de 60 años de dedicar su vida a la religión y a los salesianos en El Salvador. Foto EDH / Yessica Hompanera

Por Violeta Rivas

2019-09-29 4:00:07

El padre Alfonso Evertsz es el presidente de la Fundación Salvador del Mundo (Fusalmo), que tiene más de 18 años de llevar educación complementaria y deportes a niños y jóvenes de zonas vulnerables del país, con el objetivo de alejarlos de la violencia. Además tiene más de 60 años de desempeñar su labor salesiana en El Salvador y 51 como sacerdote.

Nació en 1940, en Guatemala, y es el menor de siete hijos. Sus padres fueron Luis Horacio Evertsz y Emilia Monge de Evertsz.

“Yo era el más chiquito y no me quedó más que cuadrarme siempre, porque todos mis hermanos eran mayores que yo. Fueron muy ejemplares, sobre todo por su dedicación al trabajo. Cuando yo tenía como siete años mi papá quedó inválido por una inyección y comenzaron ellos a trabajar, suspendieron sus estudios. Como a los cuatro años mi papá volvió a caminar, pero no fue lo mismo y eso marcó mucho mi vida, ese acontecimiento y la venida acá a El Salvador”, dice el sacerdote.

Cuenta que su familia siempre fue muy religiosa y no pusieron ningún reparo en que viajara al país para vivir una vida religiosa, solo cuenta que su madre le hizo ver que era dejar el mundo como lo había conocido hasta la edad que tenía en ese momento, que eran 14 años.

“Yo estaba decidido a mi nueva vida, en ese momento yo solo pensaba en la vida religiosa que quería vivir, porque mi modelo era mi familia, muy entregada a la religión, porque rezábamos el rosario, íbamos todos juntos a misa los domingos y fue un llamado especial que Dios me hizo, y gracias a él nunca dudé en la vida, nunca me hice para atrás, nunca sentí angustias en el camino y veo que la mayor parte de las personas sí que sufren por encontrar su camino”, comenta el padre Evertsz.

De niño sus años de estudio los realizó en un colegio privado, y luego se unió a los salesianos en el noviciado durante dos años, para luego radicar en El Salvador y continuar estudiando, a partir de séptimo grado, que junto con el noviciado se alargó hasta realizar estudios durante ocho años.

“El estilo salesiano en esa época, antes del Concilio Vaticano, era muy distinto a como se vive ahora, estábamos de internos en Ayagualo (La Libertad) donde era el seminario menor y ahora es casa de retiros. Yo solo iba 15 días al año a mi casa y más nada, solo ese tiempo veía a mi familia, fue una vida de religioso siendo joven y ahora tengo ya más de 60 años de estar con los salesianos guardadito, digo guardadito en el sentido de vivir una vida dedicado a la religión”, cuenta con una sonrisa.

Su vida como religioso lo llevó a estar al lado de muchos jóvenes como sacerdote pastoralista, como guía espiritual para la juventud salesiana, ya que fue formador de religiosos salesianos durante seis años.

“En 1981, dos días después de la primera ofensiva en El Salvador yo vine a vivir a este país. Yo no tenía ninguna preocupación pero mi familia estaban pendientes por lo que acababa de suceder. Luego trabajé en el Colegio Don Bosco y en esos años no era para soñar en concretar proyectos por el conflicto tan fuerte que se estaba dando. Lo que marcó ruta fue el terremoto de 1986, porque la estructura del colegio colapsó”, cuenta el padre Evertsz.

A raíz de este suceso el religioso conoció a varios empresarios a quienes les expuso la necesidad de reconstruir el colegio y realizar el proyecto de una universidad, y fue así como con la ayuda de 10 empresas salvadoreñas solidarias pudieron comprar el terreno donde ahora existe la Ciudadela Don Bosco, gestiones que iniciaron el 1988 y 1989, y en 1990 ya funcionaba nuevamente el colegio.

“Ellos (empresarios) me han insistido que no diga nombres, por eso no los menciono, pero tendría que dar una conferencia solo para mencionar todas las personas altruistas, gente con experiencia, para mí fueron como una universidad, aprender de ellos, la experiencia con ellos para la construcción de la ciudadela”, expone el sacerdote.

Ya para 1994, luego de la firma de los Acuerdos de Paz, tuvo la oportunidad de ser el director del Colegio Santa Cecilia, donde cuenta que era un lugar con muchas iniciativas y creatividad, donde habían grupos juveniles que realizaban talleres, y la informática que comenzaba con su auge, lo que para el religioso le parecía de mucha ayuda para la juventud.

En el año 2,000, el provincial salesiano, a quien llama inspector (Rector Mayor de la Congregación Salesiana), le mencionó sobre el proyecto de un polideportivo, “y me dijo ‘regresas a la ciudadela y vamos a ver cómo surge todo eso’, y fue donde inició la aventura de los deportivos”, comenta.

“Digo aventura de los polideportivos porque no se sabía cómo iba a culminar, porque hubo mucha oposición al principio porque teníamos que tener, en concreto, lo que debíamos lograr y una vez más los empresarios volvieron a dar el espaldarazo, más que económico, de gestión, de orientación, ahí aprendí muchísimo con ellos”, sostiene.

A partir de los polideportivos fue que nació la Fundación Salvador del Mundo (Fusalmo), con el objetivo de trabajar con los centros escolares públicos del país, principalmente de la zonas más vulnerables.

“El objetivo meta es atender en los tres lugares con mayor población, Santa Ana, San Miguel y Soyapango, y mayor riesgo, para prevenir la violencia en medio de las dificultades. Antes fue el conflicto armado y ahora es el conflicto ideológico de los grupos juveniles mal enfocados”, dice el religioso.

Fusalmo inició su labor formalmente en el 2003 y fue inaugurado posteriormente, pero desde el 2005 hasta la fecha realizan un trabajo incansable con los niños y jóvenes en las tres sedes, ya que semanalmente llegan alrededor de 5,000 estudiantes, en dos turnos, 300 alumnos por día, explica el padre Evertsz.

La fundación, comenta el sacerdote, fue como un instrumento para los que a los polideportivos se añadiera la parte educativa para complementar los estudios de los menores, estudios gratuitos para niños y jóvenes de escasos recursos económicos, y así darle cumplimiento al cometido de recibir a centenares de estudiantes de centros escolares públicos.

“Don Bosco decía ‘me siento alegre de estar con ustedes’, yo puedo repetir lo mismo, cada vez que los niños bajan de los buses y entran acá es un gusto saber que todo esto es para ellos, es de los niños y de los jóvenes”, dice el religioso.