“Las intrigas diplomáticas solamente son la tabla de fiebre del paciente. En si, no nos dicen que causó la fiebre”, Barbara Tuchman. The Proud Tower. A Portrait of the World before the War. 1890-1914.
La fiebre que nos acosa en estos días es la nostalgia. Es un fenómeno que envuelve nuestros tiempos de encierro, distanciamiento y cuarentena. Desempacando esta palabra, nostalgia, encontramos una linterna, por medio de la etimología, que puede iluminar nuestros senderos de experiencias durante la dura prueba que estamos experimentando.
La proveniencia de esta milagrosa palabra llega a nosotros como regalo de los griegos. Nostos significa retorno o regreso. Álgos significa dolor. Nostos y álgos son los componentes de la palabra y el fenómeno “nostalgia”—el dolor que nos ruega el retorno a algo que hemos dejado atrás. Es la emoción que siente Odiseo por el regreso, después de 20 años de ausencia, a su familia, su reino y su vida antes de la guerra de Troya. Tomamos nota que los comentadores hoy ocupan la metáfora de una guerra contra el virus. La artificialidad que representaría una posguerra de reapertura de la economía que exigen los líderes internacionales como medida para un regreso al mundo de antes de la guerra califica, definitivamente, como nostalgia porque, en la nostalgia por el regreso a una “normalidad”, enfrentamos un banco de niebla porque nadie sabe por seguro ¿cómo será la nueva normalidad? Preguntemos a nuestros antepasados como lo hicieron después de las grandes catástrofes que ellos enfrentaron.
Los movimientos de las placas tectónicas que ellos sufrieron durante las décadas que precedían al mes de agosto de 1914 —el comienzo de la Primera Guerra Mundial— surgieron de las secuelas de la Revolución Industrial. Nunca jamás pudieron recrear con exactitud el mundo que conocieron antes. Así como iban pasando los procesos de la Revolución Industrial, y, al finalizar la Gran Guerra, se dio la época de la enorme tristeza de la nostalgia por la vida y cultura que querían recuperar, pero que habían perdido para siempre. La nostalgia y el anhelo por la vida como era antes de la guerra requería que olvidaran grandes partes de la vida que antes conocieron. Por fuerza, la tarea era la de construir una cultura nueva, imposible como era el regreso al mundo exactamente como era antes, o, como dijo un filósofo de la Grecia Antigua, nunca se puede poner el pie en el mismo río dos veces.
Revisitando la vida durante las dos décadas antes de la Gran Guerra, las novelas, la poesía, la fotografía, la cinematografía y la telegrafía recién inventadas, hay un panorama de fiestas brillantes en los jardines, regatas, partidas de polo y cricket y fiestas. En las enormes casas campestres de Europa bailaron Ana Pavlova y Vaslav Nijinsky en las presentaciones de los ultramodernos ballets de Stravinsky, como Petrouchka, L´Après-midi d´un Faune y Le Sacre de Printemps. Estos tiempos antes de la Primera Guerra Mundial están descritos por muchos, por ejemplo, por Barbara Tuchman en The Proud Tower (La torre orgullosa), y por David Fromkin en Europe´s Last Summer (El último verano de Europa).
De repente ocurrió el enigmático asesinato en Sarajevo y la civilización europea pasó desde la bella y alegre paz veraniega a una guerra de horrores en el diminuto espacio de un mes, entre el día 28 junio de 1914, cuando asesinaron al pretendiente al trono del imperio de Austria, y el día 28 julio del mismo año, cuando Austria declaró la guerra a Serbia por primera vez en la historia, por medio de un telegrama –el telégrafo había sido inventado recientemente.
Partiendo de la declaración del diplomático estadounidense George Kennon, quien dijo que la Primera Guerra Mundial era la catástrofe seminal del siglo XX, es posible proyectar una declaración parecida en que la pandemia del coronavirus es la catástrofe seminal del siglo XXI. En los cuatro meses de enero hasta abril de 2020 cayó la cortina sobre el escenario de una forma de vida. Cambiará por siempre el mundo como lo conocimos antes, similar a lo que pasó a las poblaciones europeas cuando cayó la cortina de la Gran Guerra. Enfrentaremos el desempleo más grande desde la Depresión de 1929, habrá reparto de alimentación gratuita para la sobrevivencia de familias sin empleo, tendremos a la psicología virtual para evitar que se quiebren los nervios de los que estamos en cuarentena forzosa, y todos los demás terremotos que resultan socialmente de la pandemia.