Nostalgia: un gabinete de curiosidades

“Las intrigas diplomáticas solamente son la tabla de fiebre del paciente. En si, no nos dicen que causó la fiebre”, Barbara Tuchman. The Proud Tower. A Portrait of the World before the War. 1890-1914.

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Baile en el Moulin de la Galette de Pierre-August Renoir (1841 - 1919), exhibido en el Museo de Orsay en París.

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2020-04-26 4:30:55

La fiebre que nos acosa en estos días es la nostalgia. Es un fenómeno que envuelve nuestros tiempos de encierro, distanciamiento y cuarentena. Desempacando esta palabra, nostalgia, encontramos una linterna, por medio de la etimología, que puede iluminar nuestros senderos de experiencias durante la dura prueba que estamos experimentando.

La proveniencia de esta milagrosa palabra llega a nosotros como regalo de los griegos. Nostos significa retorno o regreso. Álgos significa dolor. Nostos y álgos son los componentes de la palabra y el fenómeno “nostalgia”—el dolor que nos ruega el retorno a algo que hemos dejado atrás. Es la emoción que siente Odiseo por el regreso, después de 20 años de ausencia, a su familia, su reino y su vida antes de la guerra de Troya. Tomamos nota que los comentadores hoy ocupan la metáfora de una guerra contra el virus. La artificialidad que representaría una posguerra de reapertura de la economía que exigen los líderes internacionales como medida para un regreso al mundo de antes de la guerra califica, definitivamente, como nostalgia porque, en la nostalgia por el regreso a una “normalidad”, enfrentamos un banco de niebla porque nadie sabe por seguro ¿cómo será la nueva normalidad? Preguntemos a nuestros antepasados como lo hicieron después de las grandes catástrofes que ellos enfrentaron.

Los movimientos de las placas tectónicas que ellos sufrieron durante las décadas que precedían al mes de agosto de 1914 —el comienzo de la Primera Guerra Mundial— surgieron de las secuelas de la Revolución Industrial. Nunca jamás pudieron recrear con exactitud el mundo que conocieron antes. Así como iban pasando los procesos de la Revolución Industrial, y, al finalizar la Gran Guerra, se dio la época de la enorme tristeza de la nostalgia por la vida y cultura que querían recuperar, pero que habían perdido para siempre. La nostalgia y el anhelo por la vida como era antes de la guerra requería que olvidaran grandes partes de la vida que antes conocieron. Por fuerza, la tarea era la de construir una cultura nueva, imposible como era el regreso al mundo exactamente como era antes, o, como dijo un filósofo de la Grecia Antigua, nunca se puede poner el pie en el mismo río dos veces.

Revisitando la vida durante las dos décadas antes de la Gran Guerra, las novelas, la poesía, la fotografía, la cinematografía y la telegrafía recién inventadas, hay un panorama de fiestas brillantes en los jardines, regatas, partidas de polo y cricket y fiestas. En las enormes casas campestres de Europa bailaron Ana Pavlova y Vaslav Nijinsky en las presentaciones de los ultramodernos ballets de Stravinsky, como Petrouchka, L´Après-midi d´un Faune y Le Sacre de Printemps. Estos tiempos antes de la Primera Guerra Mundial están descritos por muchos, por ejemplo, por Barbara Tuchman en The Proud Tower (La torre orgullosa), y por David Fromkin en Europe´s Last Summer (El último verano de Europa).

De repente ocurrió el enigmático asesinato en Sarajevo y la civilización europea pasó desde la bella y alegre paz veraniega a una guerra de horrores en el diminuto espacio de un mes, entre el día 28 junio de 1914, cuando asesinaron al pretendiente al trono del imperio de Austria, y el día 28 julio del mismo año, cuando Austria declaró la guerra a Serbia por primera vez en la historia, por medio de un telegrama –el telégrafo había sido inventado recientemente.

Partiendo de la declaración del diplomático estadounidense George Kennon, quien dijo que la Primera Guerra Mundial era la catástrofe seminal del siglo XX, es posible proyectar una declaración parecida en que la pandemia del coronavirus es la catástrofe seminal del siglo XXI. En los cuatro meses de enero hasta abril de 2020 cayó la cortina sobre el escenario de una forma de vida. Cambiará por siempre el mundo como lo conocimos antes, similar a lo que pasó a las poblaciones europeas cuando cayó la cortina de la Gran Guerra. Enfrentaremos el desempleo más grande desde la Depresión de 1929, habrá reparto de alimentación gratuita para la sobrevivencia de familias sin empleo, tendremos a la psicología virtual para evitar que se quiebren los nervios de los que estamos en cuarentena forzosa, y todos los demás terremotos que resultan socialmente de la pandemia.

Hospital de emergencia durante la pandemia de influenza en Camp Funston, Kansas. FOTO EDH / Museo Nacional de la Salud y la Medicina de EE.UU.

¿Sentimos la nostalgia por las míticas reaperturas anunciadas este mes de abril? Dante Alighieri declaró que abril es el mes más cruel porque es el primer mes de primavera en el hemisferio del norte y la primavera es, de por sí, la esperanza. Tal vez la esperanza que nace de la nostalgia después de esta guerra será algo que se tiene que inventar de nuevo después de dos o tres meses de aislamiento severo experimentado por millones de personas a causa del miedo al contagio, de la caída vertiginosa de las economías, de las muertes de cientos de miles de personas que perecieron solos y demás las tragedias que ha traído este virus.

Pero las poblaciones crearon nuevas vidas, economías y culturas después de la Gran Guerra, y sus experiencias pueden servir como ejemplo, un faro en la costa de unas tierras desconocidas envueltas en bancos de niebla para guiar el frágil barco de nuestra civilización como ocurrió después de la Primera Guerra Mundial. Repasamos y rebuscamos, con la ayuda de estas poblaciones, que no solamente sufrieron la Gran Guerra, si no la pandemia de la influenza española y enseguida, 20 años después del Armisticio de 1918, una depresión mundial en 1929 y una Segunda Guerra Mundial, seguida por un sin fin de otras guerras sin cesar.

Estas personas somos nosotros mismos —o, por lo menos, nosotros representados en nuestros padres y madres, abuelos y demás antepasados. ¿Qué es lo que nos pueden ofrecer estos sobrevivientes sobre cómo buscar un futuro que no puede ser reconstruido, con exactitud, con los ladrillos de la nostalgia del mundo idéntico al mundo que se vivió antes de la pandemia que comenzó este año 2020?

Regresando al verano brillante de antes de la Gran Guerra. En 1890, por ejemplo, y en cada verano hasta llegar al mes de junio del año 1914, comenzaron los cambios que destruyeron y reconstruyeron el mundo conocido. En 1898, por ejemplo, África fue repartida entre los grandes poderes de Europa en el Congreso de Berlín. Durante la Gran Guerra, dos imperios cayeron —el imperio de Alemania y el imperio austro-húngaro— desvaneciendo las tremendas culturas de Berlín y Viena. Nuevos países aparecieron que no habían existido antes: Iraq, Jordania, Arabia Saudita. El Asunto de Dreyfuss desgarró a Francia. Había tres guerras en los Balcanes, pogromos contra los judíos en Rusia, la Guerra de los Boers en África, la Rebelión de los Boxers en China y la guerra ruso-japonesa en Rusia. En el hemisferio occidental, la Doctrina Monroe y la Guerra hispano-americana por la independencia de Cuba de España.

En Irlanda, la lucha por “Home Rule”—independencia de Irlanda de Gran Bretaña con the Easter Rising (la Insurrección de Pascua). Las mujeres de ambos lados del océano Atlántico montaron su movimiento por el voto con las suffragettes (las que lucharon para el sufragio). Sigmund Freud publicó sus hallazgos, los tories de Inglaterra descubrieron que no se puede hacer ricos a los pobres solamente con hacer más pobres a los ricos. Se hicieron tratados, alianzas y balances y desbalances secretos entre los grandes poderes de Alemania, Austria, Rusia y Francia, que iba ser el poder más grande para ejercer liderazgo sobre los otros poderes europeos. Inventaron la fotografía, el telégrafo y los teléfonos. En aquellos tiempos, Marcel Proust estaba escribiendo los siete tomos de A la Recherche de Temps Perdu; James Joyce estaba escribiendo Ulysses, Ford Maddox Ford, Virginia Woolf y Rebecca West estaban escribiendo antes, durante y después de la guerra. Pero se dio la guerra y destruyó mucha de la conciencia cultural y comenzó la recreación de su mundo.

Con agonías nostálgicas y entusiasmos esperanzadores comenzaron las “re-aperturas” de sus sociedades después de lo que dijeron era la guerra para poner fin a las guerras. Sus faros culturales eran las novelas, el cine, la poesía, la danza, el arte y la política de, por ejemplo, el experimento de la República de Weimar —que fracasó desastrosamente con los Tratados de París, que incluyó el rompecabezas pegado con los egoísmos de los grandes poderes en el Tratado de Versalles, “la paz para poner fin a la paz”.

Cientos de personas hacen cola fuera de un centro de asistencia australiano en Melborune, Australia. Los desempleados en ese país han inundado la oficinas gubernamentales para pedir subvención estatal. FOTO EDH / AFP

Por el momento, ¿qué es lo que se puede ver por los cerrojos y los espejos nublados de estas reaperturas y reanimaciones virtuales para salvar las economías globales en el mes de mayo de los corrientes en Europa, Asia, Estados Unidos y África? Tal vez el primer punto es que, o no hay planes, o que hay planes y los están guardando en secreto. La nostalgia ha ganado los primeros asientos en los metros y los buses: es posible que los planes sean regresar a la “normalidad” del mundo como era antes —el status quo ante. Los líderes mundiales están anunciando que costará años reconstruir la economía, la sociedad y la cultura que prevalecían antes de los cuatro primeros meses de este año. Y se ha anunciado una segunda ola del virus para el invierno. ¿Es posible regresar al status quo ante?
Abrimos el gabinete de curiosidades anunciado en el título de esta meditación sobre nostalgia y presentamos unas de las curiosidades virtuales que hay adentro. Los líderes de algunos países están apoyando a los manifestantes que demandan una reapertura relámpago, no importa los consejos de los científicos de la salud de mantener la cuarentena para evitar el suicidio colectivo. Ante una crisis de alimentación, las grandes empresas agrícolas están afligidas porque sus cosechas están pudriéndose en los campos por falta de trabajadores para cosecharlas, mientras que se cierran las fronteras.

Por falta de planes, se puede considerar unos escenarios surreales de ideas nostálgicas por la reapertura propuesta. En la pantalla de los televisores, la BBC de Londres presentaba, la semana pasada, un avión aterrizando en una pista en el Reino Unidos con una carga, que informó el locutor, era de 150 trabajadores provenientes desde Rumania que fueron trasladados al Reino Unido con el propósito de cosechar la verdura delicada, como, por ejemplo, el espárrago. Enseguida el locutor preguntó al dueño de esta gran empresa agrícola ¿por qué no contrataba a los desempleados ingleses para esta tarea? La respuesta fue que los ingleses no tenían las habilidades especializadas para cortarlos correctamente y, además, que se cansan rápidamente y dejan el trabajo sin hacer.

En un acto de solidaridad, Turquía (que, igual como el Reino Unido, no es miembro de la Unión Europea) venderá 84 toneladas de equipo de protección personal al Reino Unido. El jet de la Royal Air Force (RAF) está ahora mismo en un aeropuerto de Estambul esperando la resolución de una demora para cargar el material y regresar a Londres para abastecer al National Health Service (NHS). En EE.UU., el New York Times publicó un artículo con el título “How to Handwash your Clothes” (Cómo lavar su ropa a mano” (NYT, 16 abril 2020), para instruir a los neoyorquinos como lavar su ropa a mano.

Un trabajador de salud atiende a un paciente con coronavirus en la unidad de cuidados intensivos de la universidad La Paz de Madrid, España. FOTO EDH / AFP

Las escenas más emocionantes de nostalgia se ven por toda Europa con la sincronización de horas para el aplauso de agradecimiento a los médicos y enfermeras que están, como dicen las redes sociales, en la primera fila, en la vanguardia de la guerra para salvar las vidas de personas con el virus. Grandes números de personas por todo el mundo están ayudando, voluntariamente, a repartir alimentación a ancianos y familias que no pueden salir de sus casas por su edad y otras condiciones. Esta solidaridad es una instancia de nostalgia que da esperanza por el bien de la humanidad.

Hay otras escenas conmemorando una nostalgia humanitaria. Una mujer inmigrante comentó a un locutor de noticias la semana pasada, que ella se había fijado en que los ciudadanos americanos no saben cómo aguantar las separaciones de sus familiares y seres queridos a causa del aislamiento por la cuarentena. Ella explicó con paciencia que los inmigrantes y refugiados de América Latina, Centroamérica, África y el Medio Oriente habían vivido con esta separación durante años, por las guerras y por la necesidad de buscar trabajo para enviar dinero a sus familias.
Estas instancias surreales suscitan asombro. Pero las escenas de solidaridad demuestran en minúscula y en mayúscula lo mejor de la humanidad. Son ejemplos de una nostalgia, una semejanza de como podemos salvarnos.