Gino es un vendedor con espíritu altruista

El hombre de 54 años ha dedicado 29 años de su vida a vender en una calle al sur de la capital durante el día y a trabajar como socorrista en la noche.

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Gino González es socorrista de la Cruz Verde que junto a su esposa Juana Cosme comercializan accesorios de carro y fruta en el semáforo ubicado entre la calle a San Marcos y la calle Modelo en las cercanías del cuartel el Zapote. Foto EDH/ Menly Cortez

Por David Carpio

2019-08-25 4:30:13

SAN SALVADOR. Cuando era niño, Gino González Cruz soñó con ingresar a la universidad y estudiar la carrera de Medicina; las circunstancias lo llevaron a la vida militar y después al comercio ambulante. Sin embargo, ese deseo de ayudar siempre ha estado vigente y lo ha concretizado en su labor como socorrista de Cruz Verde.

“Siempre quise ser médico, mi pasión siempre ha sido ayudar a los demás”, dice González Cruz, de 54 años de edad.

Durante la guerra civil que afectó al país, González Cruz fue reclutado en 1982 para hacer el servicio militar. Tenía 17 años cuando ingresó al ejército y en los días de licencia optaba por ir al grupo de socorristas de los Camilleros.

“Desde el 82 hasta el 90 estuve destacado en la base militar de la Fuerza Aérea en la colonia Costa Rica, por eso ya no pude continuar estudiando. Al terminar mi servicio militar decidí dedicarme a la venta”, expresa Gino.

Su día a día y el sustento para su familia llega de su habilidad para vender en las calles, desde fruta hasta artículos para autos, en el semáforo ubicado entre la calle hacia Los Planes de Renderos y la Calle Modelo, en las cercanías del cuartel conocido como El Zapote, en el barrio San Jacinto de la capital.

“Tengo 29 años de estar vendiendo (aromatizante para autos) pinos, Chica Fresa, tela de franela, agua helada, gaseosa, jugo, mango dulce”, explica el socorrista. Las ganancias permitieron a él y a su esposa, Juana Cosme, dar alimento y techo a sus dos hijos cuando eran menores de edad.

En la esquina opuesta a donde vende Gino, están su hija y dos nietas, quienes venden calcomanías.

El trabajo como vendedor informal finaliza cada día de la semana a las 6:00 de la tarde. Esa es la hora en que regresa a su casa, en el centro de la capital, dispuesto a cenar con su esposa. Minutos después, enfundado en un traje blanco, el asoleado vendedor ha adoptado su rol de socorrista. En su vieja moto se dirige a la seccional de Cruz Verde, en el barrio Santa Anita; una zona bastante tranquila, con respecto a la delincuencia, y con una ubicación estratégica ya que les permite salir y entrar con facilidad para dirigirse a distintas zonas de la capital.

“Ingresé a Cruz Verde gracias a Mauricio Cáceres y al zarco Ramírez. Ellos me recomendaron en esa institución profesional, donde se trabaja bien gracias a la calidad de las ambulancias hospitalarias que tienen. En Cruz Verde tengo dos años, antes estuve en otros cuerpos de socorro, como el cuerpo de Camilleros y guardavidas”, manifiesta Gino.

El terremoto del 10 de octubre de 1986 marcó la importancia que el voluntariado tendría en la vida de González Cruz. Relata que en esa fecha, en la colonia Santa Marta, al sur de la capital, un motociclista cayó en la grieta que se abrió a causa del terremoto. “Un gringo que andaba con un perro de rescate dijo que estaba profundo, no lo pudimos sacar. Tras ese suceso, me fui involucrando y entré al Cuerpo de Camilleros, en donde estuve 25 años. Luego por dos años fui guardavidas y ahora en Cruz Verde. En total son 29 (años) como socorrista”, explica.

La responsabilidad de Gino, dentro de Cruz Verde, está en la ambulancia hospitalaria. Por ejemplo, si la emergencia se trata de una persona herida, la labor de Gino es mantenerse cerca del paciente hasta que llegue el paramédico. Pero si el caso es de una víctima de accidente vial o paciente con problema de salud, la labor se enfoca en dar primeros auxilios, es decir respiración boca a boca, vendar heridas para evitar hemorragias, entablillar si es el caso de una quebradura, poner el cuello cervical, luego lo colocan en la camilla y entre al menos cuatro socorristas lo suben a la ambulancia.

“Nosotros salimos satisfechos cuando el paciente queda en el hospital; hasta la fecha ningún paciente se me ha muerto”, expresa con satisfacción González Cruz.

Él atiende un promedio de cinco emergencias diarias; la mayoría se trata de accidentes de tránsito, personas heridas por armas de fuego o cortopunzantes y traslados de pacientes de un hospital a otro.

Esos llamados de emergencia generalmente llegan de zonas como las cercanías del estadio Cuscatlán, el centro de San Salvador, las cercanías del mercado Central, sector del hospital Rosales, el municipio de Santo Tomás, autopista al Aeropuerto Internacional y accidentes de tránsito en la zona de Los Chorros.

Gino, al igual que el resto de socorrista, es capacitado en cursos de primeros auxilios niveles básico, intermedio y avanzado. También recibe capacitaciones como asistente de primeros auxilios avanzado y cursos especiales de rescate vertical, vehicular y acuático.

Juana, esposa de Gino, dice que el socorrista siempre ha sido admirado por sus hijos: “Cuando nuestros hijos estaban pequeños se preocupaban por el papá, pero sabían que él andaba haciendo una labor buena. Incluso, nuestra hija tiene muchos periódicos donde él sale salvando vidas o recuperando cadáveres. Cuando eran pequeños, llevaban los recortes a la escuela y decían ‘este es mi papá’”.

Ser la familia del socorrista, también los ha involucrado en ese servicio. “Él ve una emergencia en el camino y se baja del bus o de la moto y atiende a las personas”, explica Juana.

Pese a que esa dinámica está llegando a las tres décadas, la esposa del socorrista confiesa que se sigue preocupando cuando él sale de noche para auxiliar a otros y, a veces, regresa en la madrugada al hogar.

“Yo sé que Dios lo guarda y lo protege. Todos nos sentimos bien orgullosos de tenerlo a él”, dice Juana.

Aunque esa labor altruista le haya robado horas de descanso, cada mañana Gino agarra su venta y se va a la calle para esperar que esos segundos del semáforo en rojo sean suficientes para lograr la venta de sus productos.

Al finalizar esa jornada, se enfunda en su traje blanco dispuesto a ayudar a otros.