Cuando Einstein visitó El Salvador en 1931

Desde hacía 19 días, la República de El Salvador era dirigida por el teósofo y general de brigada Maximiliano Hernández Martínez. Pero el visitante y su esposa llegaron y se marcharon del país en el más absoluto silencio.

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Imagen Archivo EFE

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-06-30 8:10:08

El 24 de noviembre de 2017, la agencia británica de noticias BBC lanzó al mundo una nota pintoresca acerca de los mitos y leyendas que rodean a la isla hondureña de Amapala, en el golfo de Fonseca. Una de las pequeñas historias orales recogidas por el enviado especial se centraba en la supuesta visita de Albert Einstein y de Elsa, su segunda esposa, en la tercera semana de diciembre de 1931.

El físico y su consorte permanecieron durante tres días en aquel territorio insular hondureño, mientras el buque mercante en que se conducían descargaba las mercaderías contenidas en sus bodegas. En aquel sitio, en algún momento del martes 22 de diciembre, la pareja redactó una tarjeta postal para un amigo, cuya fotocopia se conserva en la actualidad en los valiosos archivos de Einstein, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, con acceso en línea desde http://www.alberteinstein.info.

Dicho escrito sería remitido al profesor Max Born y señora hasta una semana después, luego de que los Einstein llegaran a territorio estadounidense.

Para el notable físico, gestor de las teorías general y especial de la relatividad, el golfo de Fonseca resultó ser una “impresionante bahía de aguas azules en medio de muchas islas volcánicas verdes sobre marrón”, como dejó anotado en su diario de viaje, conservado en la misma Universidad Hebrea.

A la 1:00 de la madrugada del miércoles 23 de diciembre, el detallado diario de Einstein consignó la llegada del buque al puerto de La Libertad, en la costa salvadoreña. Es muy probable que la pareja no haya salido de su camarote, para exponerse a aquella temperatura de 14.8 grados Celsius que, en muy pocas horas, se elevaría hasta en 22 grados muy tropicales.

En una de sus ediciones y en la columna cotidiana de Movimiento de vapores, el Diario Oficial salvadoreño consignó que a las 8:30 horas de ese mismo día, el mercante estadounidense Portland (al que no hay que confundir con el destructor liviano del mismo nombre) levó anclas “sin carga ni pasajeros” con destino al puerto de San Pedro, que formaba parte de la ciudad californiana de Los Ángeles desde 1909.

En aquel viaje, Einstein se dirigía como invitado -por segunda vez- para trabajar en el Instituto de Tecnología de California (CalTech), en Pasadena.

¿Por qué se ocultó la visita de los Einstein a la costa salvadoreña? Como en la paradoja de su colega Schrödinger, la pareja parecía que estaba y no estaba en aquel buque con bandera estadounidense. ¿Por qué?

En un primer momento, suena plausible que les impidieran desembarcar o registrarse por las pocas horas que la nave permanecería en el puerto y les recomendaran descansar en su camarote.

En segundo lugar, quizá al gobierno estadounidense no le habría gustado que su ilustre visitante y protegido en aquel mercante se expusiera al antisemitismo latente en el nuevo gobierno, en el que ya varios de sus integrantes leían y circulaban ediciones mal traducidas y con escasas páginas de Mi lucha, el libro del líder nacionalsocialista Adolf Hitler.

Se puede descartar el contagio de enfermedades como causa de aquella actitud de no desembarcar, porque el mismo Einstein anotó en su diario -no sin cierto toque de desprecio- que la mayoría de los habitantes de Amapala padecían de malaria y sífilis.
Lo cierto es que ningún funcionario, periodista, catedrático o intelectual supo de la llegada de Einstein a la costa salvadoreña. Nadie fue a recibirlo, a estrecharle la mano ni a despedirlo.

Pocos días más tarde, aquel año 1931 cerraba su ciclo. En la biografía de aquel Premio Nobel quedaría la huella de que en esos meses ocurrió su encuentro con Charlie Chaplin y que esbozó unos apuntes para poder usar las ecuaciones de su teoría general de la relatividad para explicar la generación espontánea de la materia componente del universo conocido.
Es decir, empezó una teoría cosmológica alternativa al Big Bang, como se descubrió en 2014, al escudriñar entre sus papeles archivados. De su paso por El Salvador y Honduras apenas quedó un poco de brisa del océano Pacífico.